
El filosofo alemán Ernest Bloch (1885-1977), una de las reencarnaciones de la honestidad y la disidencia permanentes, filtró y condensó su pensamiento en una obra llamada El Principio Esperanza (Editorial Trotta, 2006): una inquebrantable convicción en que la utopía es una función esencial del ser humano al que nuestra frágil existencia está obligada para soñar primero, diseñar después, y forjar siempre una realidad mejor. Desde Hipócrates y la salud humana, Fourier, Moro o Marx, hasta Marcos, los investigadores científicos o una maestra empeñada en que sus alumnos y alumnas amen la lectura, dice Bloch que el itinerario de la utopía nos hace sentir esperanza, y la esperanza nos hace estar vivos.
Esa fue su principal preocupación desde su primera obra, Espíritu de la Utopía, un intento conseguido de expresarla en todas sus manifestaciones, y que luego destiló en su peculiar marxismo utópico, la encarnación humana de la utopía en un mundo real llena de humanos reales y contradictorios. No olvidéis, por favor, que la utopía no es imposible, sino ideal, que no es lo mismo. Block sitúa en su libro cada utopía en su contexto geográfico, social y político, algo así como "con alas y raíces" según verso de mi querido José Martí.
Block es hegeliano y recorrió en su obra todos los intentos llevados a cabo en la historia para lograr las utopías en la practica: las de la salud y la política y las de la arquitectura, el urbanismo y la ciencia. Algunas de ellas hoy han sido elevadas por fortuna al rango de derechos humanos, otras logradas en sus imperfecciones, otras todavía en el capítulo de pendientes, pero todas revelan el interesado y erróneo concepto que los conservadores y miedosos tuvieron (tienen) al impedir empujarlas y la simpleza de quienes practican el pensamiento débil al confundir la utopía con la imposibilidad.
El propio Block comienza así el segundo volumen de su El Principio Esperanza: "El impulso hacia lo que no cesa jamás, la carencia de aquello con lo que se sueña no causa menos sino más dolor. Y ello impide acostumbrarse al estado de necesidad. Cualquier cosa que causa dolor, oprime y debilita, tiene que ser eliminada. Tener solo un respiro no bastó nunca a la larga".
Su esencia libertaria, su lealtad a sí mismo y la convicción de que todo se puede mejorar le convirtió en un permanente exiliado: marchó a Suiza en la1ª Guerra Mundial, recorrió Europa huyendo del nazismo y el fascismo, vivió en EEUU durante la 2ª Guerra Mundial, volvió a Leipzig a dar clase y terminó enfrentado con las autoridades de la RDA por su modo de aplicar las teorías marxistas y la construcción de El Muro de Berlín.
Su esencia libertaria, su lealtad a sí mismo y la convicción de que todo se puede mejorar le convirtió en un permanente exiliado: marchó a Suiza en la1ª Guerra Mundial, recorrió Europa huyendo del nazismo y el fascismo, vivió en EEUU durante la 2ª Guerra Mundial, volvió a Leipzig a dar clase y terminó enfrentado con las autoridades de la RDA por su modo de aplicar las teorías marxistas y la construcción de El Muro de Berlín.
Leer El Principio Esperanza es un placer inabarcable, un refuerzo en la convicción de la utopía como esencia humana, una clase magistral de historia y política y una laica experiencia de fe en el ser humano pensante a pesar de "lo extraño en la historia del despertar de la mayoría".
27/05/09