miércoles, 20 de mayo de 2009

EL VUELO DE LA LIBÉLULA. Martín Page. Tusquets editores


Fio Régale vive en un apartamento muy grande y desordenado del centro de Paris, cría a un camaleón al que nunca ve, está sola en el mundo desde la muerte de su abuela y sus padres, atracadores de bancos, a excepción de su amiga Zora, rica, extravagante y ex modelo, bebe constantemente te sin azúcar y consigue financiar su vida chantajeando a ricos que no sabe qué secretos ocultan. Simplemente les dice “sabemos lo que ha hecho” a algunos poderosos y uno de cada diez pagan porque esconden basura en su conciencia. Fio les pide que dejen una bolsa de dinero, “no mucho, lo suficiente para vivir” en un parque y vigila la operación a distancia pintando lo que se le ocurre sobre un caballete. Hasta que un día el todopoderoso Ambroise Abercombrie, “el que mueve los hilos desde la sombra en el mundo del arte”, que ha sido chantajeado por Fio decide al morir dejarle en herencia todo su apoyo para sus cuadros. La vida de Fio, sin que su espíritu parezca notarlo mucho, cambia de repente. Pero no lo aguantará. Comienzan a aparecer expertos marchantes, artistas de vanguardia, críticos reaccionarios, la retaguardia pictórica, ricos estúpidos, envidiosos amargados, ministros de cultura, zoquetes millonarios, periodistas embusteros y una retahíla de rendidos admiradores de la nueva revelación del arte a la que no conocen y de la que jamás han visto una obra. Pero ni falta que les hace porque el mundo de cristal y banalidad en el que se mueven no habla de certezas y sentimientos, sino de verdades asumidas dictados por otros que llaman Modernidad y Arte. Y ese es precisamente el hilo argumental de esta novela tan poética y cínica: la construcción de un nuevo ente al que todos los modernos, entendidos y amantes del arte deben adorar. Pero Fio es otra cosa. Es una joven solitaria y triste que pinta como entretenimiento cuadros sin valor y lee novelas. Es leve y profunda como una libélula, el animal que le ayudo a trazar su vida y sus objetivos de niña, como recomendaba su abuela, una tarde de tormenta. Utiliza un respirador artificial abandonado por una clínica para volver a sentir en su habitación el aroma del tabaco cubano Populares que fumaban sus padres, y sentir de nuevo su presencia y su olor como una de las pocas cosas importantes de la vida que ella vive, “su familia, por alguna extraña razón biológica, está compuesta solo por muertos”.

El vuelo... es una novela profunda y poética, crítica e ilustrada, llena de verdades frívolas e inconsistentes para denunciar un mundo frío, falso, plástico, desconfiado y banal. Martín Page (pronúnciese Martán Pash, que es francés, no anglosajón), es un joven brillante y un tanto doliente y dolido. En sus dos novelas anteriores (también es autor de guiones cinematográficos y de obras teatrales) trazó de modo gracioso y a veces hilarante los caminos por los que la humanidad se vuelve cada vez mas estúpida y simple mental, cómo el tiempo y el dinero no se usan para ser mejores seres humanos en lo material, lo sentimental y lo espiritual, sino para vivir en un mundo que perdió su sentido. Tiene veintinueve añitos y decidió ser escritor a los diez, practica una literatura profunda, intelectual y sensible y cree en el sentido del humor y la ironía -síntomas de inteligencia- como armas de la resistencia. En esta novela, Fio es salvada primero por su amiga y la irónica desconfianza, y después, por el Sena y el invierno cuando la soledad y la nueva vida que comienza, llena de dinero, cócteles, cenas, fiestas, inauguraciones y admiradores, quiebran su sensibilidad. Y Fio reacciona como la libélula que vio a los ocho años y que saltó de su mano para perderse en la lluvia. Ella salta de la mano de su guapo y servicial mentor para perderse en la bruma para siempre.