
Mogador es el sueño, la obsesión, el mito. El nombre portugués con que la metrópoli bautizó a la actual Esaouira marroquí, una ciudad fortificada en la costa, blanca, azul y verde, antigua meca de hipis y surfístas que hoy conviven con turistas, más o menos informados, y con estudiantes coránicos. La vieja Mogador está siempre azotada por los vientos alisios y sobrevolada por hambrientas gaviotas, y rememorada y recreada por este autor mejicano, nacido en el Distrito Federal y educado en París, donde se hizo doctor en letras, crítico de arte y un fabuloso escritor. Fabuloso en su acepción de magnífico y de fabulador, porque Ruy Sánchez recrea la vieja ciudad pesquera y defensiva sin poner ni quitar un solo ladrillo, pero añadiéndole una dimensión erótica inabarcable.
Esta novela cuenta la historia de Fatma, embarazada, deseada y deseosa, que exige a su amante un cambio de actitud en forma de reto: nunca más haremos el amor -le dice- si no me traes, cada vez que vengas a verme, un jardín nuevo hallado en Mogador. Solo que en Mogador, aparentemente, hay un solo jardín. Ella desea otra mirada y otro tacto en los ojos y las manos de su amante, ahora que está embarazada. Y él se lanza en busca de nuevos jardines que no encuentra, hasta que asaeteado por el amor y el deseo, siempre el deseo y su ley implacable, descubre el secreto de su búsqueda: los jardines no solo han de ser vegetales. Y la ciudad se despliega y repliega ante él. Descubre jardines de colores, de aromas, de miradas, atraviesa el zoco, se fija en las manos de las jóvenes decoradas con henna, olfatea en los puestos de especias, se pierde en las cerámicas de las fuentes urbanas, se embelesa ante la vieja caligrafía árabe, y se olvida de si mismo en las almenas y las torres que fortifican Esaouira. Mientras, Fatma goza de los descubrimientos y piensa en su abuela y su valor.
La sensualidad, el deseo y la espiritualidad, en una vibrante terna, llenan las páginas de esta romántica novela. Dice Ruy Sánchez que la cultura islámica siempre ha unido la sensualidad y la espiritualidad. En la música, en el arte, en la comida.... y en el amor. Y en Los Jardines Secretos de Mogador, ayudado por las imágenes del artista árabe Hassan Massoudy, convierte cada frase y cada paso del amante de Fatma en la unión perfecta entre ambas cosas. El cubano Severo Sarduy, que inventó su propia lengua del deseo y el exceso, calificó esta novela como un descubrimiento del lenguaje.
Alberto Ruy Sánchez es un hombre muy culto y sensible. Cree que México y Marruecos son hermanos, que, pese a la distancia, el desconocimiento mutuo y el descreimiento que tal idea suscita, comparten arte y costumbres porque ambos son hijos de la cultura andalusí. El descubrió Mogador huyendo de la vorágine parisina y eligiendo el destino de descanso más barato que encontraron. 25 años después, va todos los años y ha contagiado su obsesión a sus dos hijos que ya tienen amigos y vida propia en la ciudad.
Los jardines..... está trabado como una especie de tejido árabe, una alfombra, en la que mezcla las texturas más delicadas. No en vano, en México, Ruy, creó y dirige la Revista de Artes y Letras, en la que de manera muy habitual publica trabajos sobre telas y cerámica del mundo.
Ruy Sánchez es un hombre multipremiado en su país y en Francia y recién descubierto en España. En 2003, ésta novela mereció el premio “Cálamo- Otra mirada” que la librería zaragozana y sus clientes otorgan al mejor libro del año. Deslumbrado por ésta maravillosa novela irás a Esaouira, para soñar entre sus muros, sus cuestas y su playa porque Mogador es el sueño, la obsesión, el mito.