Si les veo esta mañana en la mani sindical del Primero de Mayo, ya les saludaré. Una cita esencial para dejar claras algunas cosas, ahora que nos llueven piedras hasta cuando no hay nubes. Claro, si es que se siente usted obrero u obrera, porque no se yo como andamos en el mundo global de eso que se llama cultura obrera y a la que pertenecían según su manera de ver el mundo creadores, artistas, asalariados, cineastas, músicos y medios de comunicación que enfocan su vida y su trabajo en una dirección determinada y con unas referencias culturales concretas. Creo que se ha disipado al calor de la ficción ya periclitada que nos hizo creer que todos éramos ricos y que la burbuja en la que vivíamos no iba a reventar nunca. Pero el caso es que ha hecho pof en el aire como una pompa de Fairy y, sin el pertrecho de cierta conciencia y estilo de vida, andamos más perdidos que un neonazi en una biblioteca.
Vale que la manifestación de hoy puede ser habitualmente mas teatral y conmemorativa que otra cosa, pero la fuerza sindical es fundamental como instrumento de defensa y de elaboración de ideas, como reflejo de la fortaleza de los principios de la igualdad, la solidaridad, el reparto y la justicia y que deberían ser puestos en práctica, que no lo son, en el sistema de valores de la democracia. Incluso para millones de trabajadores y trabajadoras desasistidos y precarios sin empleo o con 900 euros al mes. Claro que, hay quien prefiere negar su propio origen y circunstancia y soñar con cambiar ser jodido por jodedor en lugar de eliminar la jodienda del mundo. Hablo de la económica, que la otra es la que nos salva. O sea, roer a dentelladas el sistema financiero.
Anomia, llamaba a esta negación de la conciencia y al deseo de pasar a formar parte de la clase social favorecida, el viejo profesor Carlos Castilla del Pino en su libro La Incomunicación (Península, 1970) con una quincena de ediciones posteriores en bolsillo. Dicho en claro, ¡salvado yo, anda y que os zurzan! Todo muy posmoderno.
Sin embargo, no solo son obreras las personas asalariadas, lo somos los profesionales autónomos (además de mártires sin subsidio, sin jubilación y sin ingresos durante las bajas), lo son quienes trabajan en la función pública y muchos de quienes se creen clase media, periodistas incluidos. Me escama y me molesta esa expresión que repiten obsesivamente en las radios de que “todos hemos de apretarnos el cinturón”, como si unos cuantos millones no lo llevaron toda la vida ya mas ajustado que un corsé.
Opino que el modo contrario de ver el mundo tiene que ver con las pandemias globales que nos están cayendo encima: la económica, la neoliberal y la de la llamada gripe porcina sobre la que se me ocurre una pregunta. ¿Por qué nadie le revienta el negocio a la industria farmacéutica y enviamos parte de nuestras medicinas a los mexicanos que no las pueden pagar? Creo que releeré este fin de semana El Jardinero Fiel, de John Le Carré. También hay una estupenda versión en película pero no hay color, él dice clarísimas algunas cosas que medio mundo sospecha y que él ha confirmado: no te fíes un pelo de un poderoso y mucho menos de una corporación multinacional.
Un poco más abajo, de aclaraciones paristas y gubernamentales sobre el caso La Muela y sus veleidades, para que voy a hablar. Es casi como una vieja canción: “Soñando espero, el líder que yo quiero…”. “Estas cosas pasan”, que dice Biel con tan fino morro y delicado cinismo.
Para terminar, iba a pedir ver los torsos de Felipe y Sarkozy después del sexismo fotogénico del festival francoespañol de culos del otro día pero, la verdad, habiendo llegado ya el pecho de Lobezno de Hugh Jackman, ¿quién quiere ver la anatomía del pequeño Napoleón y del rico heredero? Ala, que me voy a pasar la gorra por el vecindario para ayudar a un colega autónomo que lleva esperando cobrar facturas de la administración catorce meses, los mismos que hace que pagó los ivas correspondientes porque si te pasas un día de plazo, te arrean una multa que te revientan. ¡Obreros (as) del mundo, ánimo!
Publicada en El Periódico de Aragón el 01/05/09
Vale que la manifestación de hoy puede ser habitualmente mas teatral y conmemorativa que otra cosa, pero la fuerza sindical es fundamental como instrumento de defensa y de elaboración de ideas, como reflejo de la fortaleza de los principios de la igualdad, la solidaridad, el reparto y la justicia y que deberían ser puestos en práctica, que no lo son, en el sistema de valores de la democracia. Incluso para millones de trabajadores y trabajadoras desasistidos y precarios sin empleo o con 900 euros al mes. Claro que, hay quien prefiere negar su propio origen y circunstancia y soñar con cambiar ser jodido por jodedor en lugar de eliminar la jodienda del mundo. Hablo de la económica, que la otra es la que nos salva. O sea, roer a dentelladas el sistema financiero.
Anomia, llamaba a esta negación de la conciencia y al deseo de pasar a formar parte de la clase social favorecida, el viejo profesor Carlos Castilla del Pino en su libro La Incomunicación (Península, 1970) con una quincena de ediciones posteriores en bolsillo. Dicho en claro, ¡salvado yo, anda y que os zurzan! Todo muy posmoderno.
Sin embargo, no solo son obreras las personas asalariadas, lo somos los profesionales autónomos (además de mártires sin subsidio, sin jubilación y sin ingresos durante las bajas), lo son quienes trabajan en la función pública y muchos de quienes se creen clase media, periodistas incluidos. Me escama y me molesta esa expresión que repiten obsesivamente en las radios de que “todos hemos de apretarnos el cinturón”, como si unos cuantos millones no lo llevaron toda la vida ya mas ajustado que un corsé.
Opino que el modo contrario de ver el mundo tiene que ver con las pandemias globales que nos están cayendo encima: la económica, la neoliberal y la de la llamada gripe porcina sobre la que se me ocurre una pregunta. ¿Por qué nadie le revienta el negocio a la industria farmacéutica y enviamos parte de nuestras medicinas a los mexicanos que no las pueden pagar? Creo que releeré este fin de semana El Jardinero Fiel, de John Le Carré. También hay una estupenda versión en película pero no hay color, él dice clarísimas algunas cosas que medio mundo sospecha y que él ha confirmado: no te fíes un pelo de un poderoso y mucho menos de una corporación multinacional.
Un poco más abajo, de aclaraciones paristas y gubernamentales sobre el caso La Muela y sus veleidades, para que voy a hablar. Es casi como una vieja canción: “Soñando espero, el líder que yo quiero…”. “Estas cosas pasan”, que dice Biel con tan fino morro y delicado cinismo.
Para terminar, iba a pedir ver los torsos de Felipe y Sarkozy después del sexismo fotogénico del festival francoespañol de culos del otro día pero, la verdad, habiendo llegado ya el pecho de Lobezno de Hugh Jackman, ¿quién quiere ver la anatomía del pequeño Napoleón y del rico heredero? Ala, que me voy a pasar la gorra por el vecindario para ayudar a un colega autónomo que lleva esperando cobrar facturas de la administración catorce meses, los mismos que hace que pagó los ivas correspondientes porque si te pasas un día de plazo, te arrean una multa que te revientan. ¡Obreros (as) del mundo, ánimo!