La primera guía urbana de la rebeldía que leí fue la de Paris. Una especie de guía turística del compromiso escrita por Ramón Chao (periodista, novelista y padre de Manu Chao) e Ignacio Ramonet (periodista, editor y director del imprescindible mensual Le Monde Diplomatique). La maravillosa París, desde la revolución de 1789 de la que aun beben las democracias, ha sido uno de los principales escenarios de la subversión política y la progresión cultural, entendiendo cultura como el conjunto de hábitos y manifestaciones creativas y artísticas con intención de hacer evolucionar el mundo y el pensamiento humano. Paris, ademas de capital del amor, la luz, el Sena y el lugar que alberga el corazón de Humprey Bogart en Casablanca (Michael Curtiz, 1942) fue también capital del exilio internacional y destino de cuantas personas en el mundo soñaran con pintar, escribir o filmar en las décadas de los 20, los 40 y los 50 hasta que Nueva York y otro concepto mas productivo e industrial que artístico e ideológico, le arrebató ese liderazgo. La guía de Chao y Ramonet muestra plazas, cafés, avenidas y despachos donde se alumbraron al mundo manifiestos, armisticios, revoluciones, obras sinfónicas, novelas, publicaciones y resistencias que ayudaron a cambiar el mundo y a eliminar restos de un pasado reaccionario que nunca termina por desaparecer. Desde la Revolución y la Comuna hasta Mayo del 68 y la revueltas de los suburbios. Si, aunque ahora tengan a Sarkozy, pero ni él se atreve con algunas esencias democráticas de la República.
Paris no es Zaragoza, bien sure, y aunque haya participado en más intentos de rebeldía organizada en el mundo de lo que se cree (que le pregunten al profesor Manuel García Guatas con quien comparto mi obsesión por José Martí), también tiene su guía rebelde. No contiene plazas ni cafés ni a Marx ni a Chopin como París, sino una colección de vívidas crónicas de los movimientos sociales zaragozanos cuya presentación gráfica se puede ver estos días en el Centro de Historia y en la sala 4º Espacio de la Diputación de Zaragoza con el subtítulo de Movimientos sociales y Antagonismos.1975.2000. Estamos insumisos, verdes, sindicalistas, gais, el movimiento vecinal, feministas o pacifistas. La esencia del cambio real del mundo tiene su fuerza en una actitud vital individual permanente y en la diversidad y la acción colectiva creativa, asumiendo todas las maneras posibles de ser solidario y democrático (serlo ver verdad, que hasta Rojoy y Biel creen que lo son pero solo se lo creen ellos y cuatro más).
Antonio Machado (¡qué sería del mundo sin los poetas!) lo expreso más breve, críptica y poéticamente: “El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas; es ojo porque te ve”. Versos infinitamente mal citados con los que Machado estaba hablando de la visualización, comprensión y aceptación del otro y de lo otro, de cualquiera o cualquier cosa distinto a uno mismo y en cuya dialéctica se asienta la raíz democrática y cualquier intento de renovación del pensamiento. En ese mismo espíritu vive la transformación de las personas y las mentes y, por lo tanto, de las estructuras y las sociedades. Si, vale un poco profundo para hablar de compromisos, pero no siempre uno encuentra la palabra precisa y la sonrisa perfecta que cantaba Silvio Rodriguez.
Una de las grandes demostraciones de esta hermosa exposición y este imperfecto pero emocionante libro (www.zaragozarebelde.org) es la fortaleza y salud mental de los movimientos sociales de un territorio. Porque a los líderes se los encuentra o genera dentro de un magma de desarrollo general y no siempre son un buen invento, pero los movimientos sociales son siempre la avanzadilla del cambio y el progreso en cualquier sociedad: las asociaciones verdes, vecinales, científicas, culturales, sindicales, cívicas, de mujeres, de gays, de artistas, de solidaridad, profesionales o sectoriales abren caminos nuevos, generan ideas nuevas, conocen sus cosas mejor que nadie y mantienen vivo el espíritu democrático con el que las grandes maquinarias de partido no pueden y, a menudo, no quieren vivir.
Publicado en El Periódico de Aragón el 15/05/09