jueves, 4 de junio de 2009

Cinta Transportadora, una diástole de Angel Petisme


Hay un poeta, además de músico y activista incansable, tiernamente romántico aunque pretenda provocar, del que me gusta hablar a veces. Lo mejor no es que te lo refieran sino sumergirte en sus versos. Los canta en sus conciertos y los graba en sus discos, pero los escribe en sus libros. Se llama Angel Petisme y tiene la sana obsesión de enfrentarnos en cada verso a la cambiante y tantas veces negra realidad y a boicotear fronteras nacionales, históricas y de géneros (literarios) en cada palabra que escribe.
Lo he dicho y escrito otras veces: el inventor de aquel hermoso concepto de Hijos del Cierzo que acuñó para denominar a los aragoneses y aragonesas y que incluyó en 1997 en su esplendoroso libro-disco llamado “Cierzo”, ganó hace unas semanas el Premio Internacional de Poesía Claudio Rodriguez con “Cinta Transportadora”, un poemario en forma de maleta viajera sin destino, que se trae de cada puerto y cada desierto un trozo del alma humana y toda la visión critica de la que es capaz un ser humano para luego destilarla en gotas de amor.
Empecé a leerlo por el final (una tonta costumbre que adquirí cuando descubrí los periódicos hace décadas), por el poema en prosa llamado “Moleskine”. He viajado por vez primera o vuelto a patear muchas de las ciudades (los paises no existen, son un invento del capital o un espejismo del clima) que se clavaron en mi corazón o en mi estómago, sentado en esta cinta trasportadora de Petisme y he memorizado algunos versos de los que presumiré en aeropuertos y paseos para explicar Praga, Valparaiso, Budapest, Atenas o Bagdad. Murmuraré entre dientes una cuarteta para definir de una nueva manera la palabra Tundra: "Este amor se parece a Laponia: seis meses de luz y seis de oscuridad. Hasta los minerales tienen alma, joder. Y sigo en silencio esperando el deshielo" y le robaré una palabra para denominar a mi amor que será, a partir de ahora, amorxicilina.
Este breve poemario es una radiografia del poeta, es tan trasparente y revelador que, si alguna vez intenta mentir, lo tendra dificil. Y es también un reflejo del mundo global, sus miedos y algunos de sus horrores que Petisme parece no haber andado nunca sin una novela o un libro de poemas bajo el brazo como parte del alma de su destino. Ya sabeis que las ciudades, además de puentes, torres, ríos, aeropuertos o museos y bares, debería presumir de sus poetas que, se reconozca o no, forman parte de sus arterias y su linfa.
Petisme tiene un disco nuevo Río Ebrio, ha publicado antes La habitación salvaje, Turistas en el paraiso, El Singapur, el citado Cierzo, Buñuel del desierto, Metaphora, Amor entre las cuerdas y Éxitos secretos. Como poeta impreso ha firmado Cosmética y terror, El océano de las escrituras, Habitación Salvaje, Amor y Cartografía, su impactante Constelaciones al abrir la nevera, Buenos días, colesterol, Cuatro días de alquiler, Insomnio en Ramalah, Demolición del arco irís, y el dietario de sus días en el Irak de la invasión El cielo de Bagdad.
Quienes ya leen poesía, sabran perderse en sus recovecos como en las plazas viejas de las ciudades europeas. Quienes aún no, veran en este librito una puerta excelente para averiguar como el ritmo de un poema de unos pocos versos puede encerrar tanta verdad, sabiduría, amor y escupitajos como mil páginas de un novelón o cuatro minutos de una buena canción.

Publicado el 04/05/09