viernes, 18 de septiembre de 2009

Adolescentes

Hay muchos adolescentes gilipollas; hay muchos adolescentes fantásticos; y hay muchísimos, supongo que la mayoría, que son normales. Como hay muchos adultos gilipollas, fantásticos y, la mayoría también, normales. Como hay médicos, enfermeros y catedráticas gilipollas, fantásticos y normales.
Así que cualquier generalización, por mucho que la sociología de urgencia intente categorizar y etiquetar, sobre todo la que llena tertulias banales durante dos días después de un gran titular, suele ayudar poco. Produce hartazgo la repetida afición mediática y política de reducir los problemas de comportamiento adolescente a un asunto de disciplina. ¿Qué porcentaje de adolescentes usa la violencia, cuantos agreden, cuantos se comportan como niñatos macarras? ¿Más o menos que entre adultos? ¿Sirve un porcentaje tan nimio para inculpar a unos cuantos millones? Que yo sepa, quienes gobiernan, quienes mandan en la economía o en la política, quienes hacen la guerra, hunden bancos y educan a los demás, tienen más de cuarenta años como media y no he oído a nadie la estupidez de decir que la generación de entre 40 y 50 años es criminal y ha hundido la economía mundial. Ninguno de estos responsables del mundo son generación LOGSE, más bien educados en parámetros completamente distintos.
Han sido las generaciones siguientes las que casi siempre han mejorado la cosa pública y las relaciones humanas con respecto a la anterior. Nadie leía, pensaba ni colaboraba más en lo público en España que las actuales generaciones, pese a que estemos aún en niveles muy inferiores a países más cívicos y civilizados. Nunca hubo tanta gente formada. Nunca fuimos más modernos en el sentido civilizatorio de la palabra, bilingües, solidarios e iguales que ahora aunque nos queden milenios que recorrer en ese camino. ¿Era mejor la Juventud en los cuarenta, en los sesenta, en el siglo XIX o en el XV, si es que tal generalización puede establecerse?
Muchas de las valoraciones que se oyen en la radio o en el bus sobre este “problema” de comportamiento repiten esquemas prefijados y copian los discursos oficiales, tanto los que echan de menos la férrea disciplina como los que culpan de todo “al sistema”. Y quizá lo hacen porque son parte y reflejo de un todo: un sistema de valores, un espejo de sus mayores. Los clásicos atenienses, los victorianos londinenses, los industrializados en Berlín, los de cualquier época en casi cualquier lugar, con menos tecnología, conocimiento y libertad (porque, por fortuna, todo ha ido a más) y desde luego con menos amplificación televisiva porque no existía, hablaban de los mismos problemas y siempre había quien proponía más disciplina y mano dura “porque habíamos llegado a un límite”. Luego alguien la aplicaba, era aplaudido por ello, y el resultado era que no cambiaba nada o lo estropeaba todavía más. Pensar más profundamente y recordar que ningún ser humano es como era hace 10 o 30 años nos parece demasiado difícil. Se llama crecimiento y madurez. No son peores, somos más olvidadizos.
Quizá esa rápida sociología de urgencia debería analizar a los padres y madres de los adolescentes “a los que les falta autoridad”, sus economías y sus hábitos afectivos, y luego asumir que, después de todo eso, las personas somos todas distintas. Quizá debamos reconocer que en la escuela aprendes matemáticas e historia, que es universal y pública, que te enseñarán ciudadanía por fortuna, pero que a ser un ciudadano o ciudadana conviviente no te han de enseñar en la escuela donde pasas siete horas al día, cinco días a la semana, nueve meses al año; que los sistemas culturales (mucho más allá de los sistemas educativos) son lo que consumimos, oímos, vemos, sentimos y vivimos el resto del tiempo en el resto de lugares de un modo mucho más intenso. Lo que nos hace como somos es nuestro presente y el pasado de quienes nos precedieron.
Dando por hecho que ya habrán recurrido al gran José Antonio Marina y visto La Clase de Laurent Cantet, sugiero que lean lo último de la gran Belén Gopegui: Deseo de ser Punk. Quizá esté hablando exactamente del adolescente que hay en casa.
Publicado el El Periódico de Aragón el 18.09.09