lunes, 7 de septiembre de 2009

La gripe y la ficción

Albañiles en las obras emblemáticas de la ciudad, el Balcón de San Lázaro, por ejemplo, sin contrato ni vacaciones, a 9 euros la hora trabajada y a 12 horas el día; 600 euros sin contrato ni seguridad social por seis horas de limpieza y servicio en una casa, sale la hora a 4´55 euros; trabajadores en una fábrica de montaje de naves y tiendas a 700 euros al mes 9 horas diarias “porque no damos abasto”; periodistas en Huesca a 270 euros el mes de lunes a viernes y un fin de semana de guardia; más periodistas a 600 euros el mes en una radio de prestigio; transportistas autónomos con precios por debajo de los del 2004 e hipotecas de sus camiones hasta 2.020; pensiones de jubilación de 450 euros porque el hombre, mi vecino, “nunca logré un contrato en condiciones” aunque lleva deslomándose 53 años y una espalda como una imagen del Karakorum tomada por Google Map. Los conozco a todos, no es ficción, aunque ahora las mentiras merecen discursos parlamentarios aunque no sean ideas y se publican en primera como si fuera periodismo. Y ninguno de ellos es uno de los 26.533 trabajadores y trabajadoras afectadas por 589 expedientes de regulación de empleo (ERE) en Aragón hasta el 25 de agosto según datos de Departamento de Economía del Gobierno. Sumen el virus de las Empresas de Trabajo Temporal (ETTs). En un año nos hemos cargado derechos básicos de los trabajadores que costaron siglos.
Son otros tipos de gripe, ya convertidas en pandemias globales porque, ya que estamos, me permitirán que dude razonable e históricamente de algunos de los discursos políticos que rodean el negocio de la H1N1 y el Tamiflú que volverá a forrar a Donald Rumsfeld de nuevo como ya hiciera con la gripe porcina. Aunque solo sea por razonables dudas periodísticas, por experiencias anteriores, por las mentiras acumuladas hace solo siete años, por la confusión de los datos, por su nimia comparación con los efectos de la gripe común, por la desatada guerra farmacéutica, por la devastadora gripe aviar que iba a venir y que tan rápidamente fue olvidada, por el cuadro clínico de las personas fallecidas hasta ahora, y por sana asepsia ideológica.
No niego su importancia en la salud mundial ni sus posibles terribles efectos, pero... dudo. Dudo de todo. ¿Saben cuantas personas al día mata el hambre, el cólera, la diarrea, el dengue y el tráfico de armas, cuyas vacunas están inventadas y son de uso público y gratuito si los estados y los poderosos estuvieran dispuestos a cambiar las cosas? Consulten en la web de Unicef (unicef.es), agencia de la ONU nada sospecha de radicalidad.
Se nos ha reventado la ficción de riquísmo en la que vivíamos como una burbuja de fairy. Ya no podemos ir de ricos orondos, amantes del consumismo, solo somos aspirantes a mileurizados (no se debe decir mileuristas porque sería confundir esclavistas con esclavizados).
Lo dijo el productor de Lo que el viento se llevó (novela de Margaret Mitchell en 1936 y película de Victor Fleming en 1939), David O. Selznick, hablando de los fastuosos decorados de su inmensa producción para rodar en los Tres Robles y las casas de los esclavistas de Atlanta: “Tara no tenía habitaciones en su interior, era solo una fachada”. Nos pasa algo parecido, existe la pobreza en el límite de la dignidad y una riqueza que desconoce la vergüenza. Pero nos mola creernos la ficción en que vivimos, como en la magia del cine, pero en carne mortal. Les regalo un verso de la novelista y cuentista irlandesa Margaret Atwood, sin ripios pero con la contundencia y rotundidad que debe tener un buen verso y que sobrevuela la misma idea: “El dinero sencillamente se desvanece como el espejismo que siempre ha sido”.
Publicado en El Periódico de Aragón el 06/09/09