sábado, 12 de septiembre de 2009

Putas y puteros

Si hay miles de putas es que hay miles de puteros. Puteros que practican su carnal devoción previo pago y sin ninguna belleza por mucho que la literatura machista de grandes aficionados al puterío quieran contarla como algo hermoso. Puteros que piden una felación a la hora del bocadillo en los polígonos o un apaño rápido a la hora de entrar o salir de la fábrica, porque si no, no habría prostitutas esperándoles. Puteros que, a estas alturas de la civilización, aún invitan a sus hijos varones a estrenarse o celebrar previo pago su nueva vida sexual. Puteros que hacen negocios en un club y los celebran con unas prostitutas. Puteros que trazan alianzas políticas compartiendo gustos prostibularios para solventar sus diferencias políticas. Puteros que matarían si una de sus hijas se dedicara a la profesión de la que ellos hacen uso en secreto. Puteros que hacen gala de sus gustos como símbolo de su hombría machista (¿no saben que una prostituta siempre dirá que es un machote?). Puteros que exhiben su supuesto progresismo al defender la regulación de la prostitución. Puteros racistas que saben “lo que valen una buenas tetas brasileñas”. Puteros que por fin han dejado en paz a sus mujeres oficiales. Puteros que echan “una canita al aire” en mitad de una carretera nacional donde una mujer es maltratada por 30 €. Puteros cutres “que pasan del condón. Puteros con sotana y con puños en alto. Puteros que rechazan legislar la prostitución. Puteros a los que les gustaría legislar y no se atreven. Puteros de 25 años con novia formal. Puteros solterones de 60. Puteros que celebran así el bautizo católico de un hijo. Puteros que celebran la victoria de su club de futbol. Puteros después de un concierto. Puteros que pasan “un ratíco bueno por la noche” en los días de feria agrícola. Puteros que viajan a otros países (obviamente mas pobres que el nuestro y en peores circunstancias) que putean con menores. Puteros que escriben novelas maravillosas y a los que nadie se atreve a llamar machistas ni pederastas aunque lo sean cuando hablan de sus “putas tristes”. En fin, puteros. Millones como mínimo si hay miles de mujeres ejerciendo la prostitución.
Así que, en el comprensible conflicto ciudadano en las calles donde se ejerce abiertamente la prostitución, sobran toneladas de hipocresía y cara dura. Y echo de menos nuestra obligación de contemplar las cosas desde todos los ángulos posibles y con honestidad, seamos putas, vecinos, periodistas o policías. Algunos de estos últimos también puteros en sus ratos libres o no tan libres, por supuesto.
Lo dice una ley básica del capital y las reacciones humanas de toda índole. Si no hay demanda, la oferta muere. Las trabajadoras del sexo (eufemismo en que nos empeñamos aunque no tengan jornada laboral definida, derechos sindicales, seguridad social y pensión de jubilación) colonizan calles, esquinas y polígonos industriales en busca de clientela que, desde luego, encuentran porque si no, no se perpetuarían en la geografía escogida.
Por supuesto que no me haría gracia que bajo mi ventana hubiera prostitución callejera cada noche, no por una cuestión moral, sino de comodidad y ruido. Ni siquiera tengo claro que haya que “regularizar la actividad” o perseguir a los puteros y combatir las condiciones económicas que llevan a muchas mujeres a prostituirse. No es casual que muchísimas de ellas sean mujeres emigradas y con cargas familiares. Hay en ello una causa de origen económico (pura necesidad casi siempre, otra cosa es la prostitución de lujo que no ven) y de relaciones entre hombres y mujeres. ¿No se han planteado la escasez de clientela femenina que pague a un prostituto?
Y no se crean: ni se lo pasan bomba, ni pretty woman existe, ni suelen trabajar sin un chulo detrás al que los vecinos no ven.

Publicado en El Periódico de Aragón el 12.09.09