sábado, 31 de octubre de 2009

Alfonsina Storni


Oveja descarriada, dijeron por ahí.

Oveja descarriada. Los hombros encogí.

En verdad descarriada. Que a los bosques salí;

estrellas de los cielos en los bosques pací.

En verdad descarriada. Que el oro que cogí

no me duró en las manos y a cualquiera lo dí.

En verdad descarriada, que tuve para mí
el oro de los cielos por cosa baladí.

En verdad descarriada, que estoy de paso aquí.
De El Dulce Daño (1918)


Del romanticismo al modernismo y, luego, a la modernidad, Alfonsina Storni, argentina de origen suizo y ascendencia italiana, fue casi todo lo que no le convino en su tiempo: madre soltera, actriz independiente, emigrada, rebelde, poeta, excentrica, solitaria y suicida. Pero no porque quisiera, sino porque todo eso valía más que el somentimiento que se esperaba de las mujeres en su época (en todas las épocas). En su segundo poemario publicado, El Dulce Daño, en 1918, escribe: "Soy superior al término medio de los hombres que me rodean, y fisicamente, como mujer, soy su esclava, su molde, su arcilla. No puedo amarlos libremente; hay demasiado orgullo en mi para someterme".

Se hizo más famosa tras su muerte, suicidada arrojandose al mar desde una barca, ("Mar, dame el inefable empeño de tornarme soberbia, inalcanzable"), que sus versos habían anunciado, y que luego fueron tan sobrevalorados como en vida despreciados, porque su estilo no se ajustó al verso dulzón, empalagoso y falsamente romántico de las poetisas de la época. Reventó moldes y convenciones desde muy pequeña.

Pero es una poeta que me gusta mucho, justamente por la dosis justa de romanticismo, enclavada luego en el modernismo y con una personalidad que pocas y ninguno se atrevió a poner en práctica con sus versos, mientras vivía como maestra rural y despreciada con un hijo sin hombre, hasta que decide dedicarse sólo al periodismo y la literatura escribiendo alguna novela y varias obras teatrales.

Sus versos fueron su biografía: ("Soy un alma desnuda en estos versos/ alma desnuda que angustiada y sola /va dejando sus pétalos dispersos).

Luego le escribieron canciones para glosar su poetico suicidio, reescribiendo versos propios de sus últimos libros. Hay algunas generaciones de españoles y españolas que quizá se acercaron a los versos de Alfonsina despúes de estas canciones y de la que escribió Javier Krahe en los tiempos de La Mandragora, poniendo música a un poema de amor de su libro De la Inquietud del Rosal (1916) llamado Al oído: "Si quieres besarme... besa, -yo comparto tus antojos-/ más no hagas mi boca presa, besame quedo en los ojos./ No me hables de los hechizos, de tus besos en el cuello.../ están celosos mis rizos, Acaríciame el cabello.

Y hay uno que me gusta especialmente, y que hoy se interpreta como el preludio de su decidido final, de cuya modernidad luego aprenderían otros poetas y que compartía con sus adorados Gabriela Mistral y Rubén Darío. Se llama:


Voy a dormir

Dientes de flores, cofia de rocío,

manos de hierbas, tú, nodriza fina,

tenme prestas las sábanas terrosas

y el edredón de musgos encardados.

Voy a dormir, nodriza mía, acuestame.

Ponme una lámpara a la cabecera,

una constelación, la que te guste:

todas son buenas; bájala un poquito.

Déjame sóla: oyes romper los brotes...

te acuna un pie celeste desde arriba

y un pájaro te traza unos compases

para que olvides... Gracias. Ah, un encargo:

si él llama nuevamente por teléfono

le dices que no insista, que he salido...