Esa es la Europa del que pasa con orgullosa indiferencia un 60% del electorado según las encuestas oficiales, excepto en Bélgica porque votar es obligatorio. Ese es el proyecto del que algunos políticos pasan de hablar, convirtiendo las elecciones del 7J en un absurdo y estúpido referéndum sobre política nacional que hace mucho que pretenden sustentar en demagogia barata en lugar de argumentos reales como si creyeran que la población es tonta. En eso, Rajoy, Oreja y Camps son maestros.
Por supuesto que Europa y la UE no son la panacea. Nada que sea real es perfecto, ni el amor, o eso menos que nada, pero el europeismo ha sido uno de la mejores inventos políticos de la historia aunque tengan dentro a elementos como Le Pen, Berlusconi y su lista de top model, o Aznar y sus guerras religiosas. Pero también puede ganar cualquiera las elecciones y eso no invalida la democracia sino que nos recuerda que la democracia es un sistema político y una forma de vida que aún estamos construyendo y que son coyunturas culturales las que pueden propiciar elecciones desastrosas.
La maravillosa película que Agniezkca Holland dirigió en 1991, Europa, Europa, refleja el espíritu de desastre global y miedo del que nace la necesidad de la unión. Narra las peripecias del adolescente judío Perel Soloman que huye de Alemania a Polonia después de la Noche de los Cristales rotos en 1938 y luego a la zona controlada por la URSS tras el estallido de la 2ª Guerra Mundial y la invasión de Polonia. Capturado después por los nazis durante la Operación Barbarroja de 1941, convence a un oficial de ser alemán y se ve enrolado en las Juventudes Hitlerianas. Más que una peli sobre la Guerra Mundial, es una hermosa metáfora de un continente hundido que se odia y se desconoce.
Véanla este fin de semana, léanse el precioso El Mundo de Ayer de Stefan Zweig (El Acantilado, 2002), y, el que viene, voten por una nueva UE roja y verde.