jueves, 17 de diciembre de 2009

Clima cero


Establecí ayer una curiosa paradoja entre la antidemocrática Cumbre sobre el Clima en Copenhague y las calles zaragozanas. Mi autobús duplicó exactamente el tiempo que habitualmente tarda en cubrir el trayecto entre mi casa en un barrio periférico nuevo y la Puerta del Carmen, pasando de los 25 minutos habituales a 50 minutos a la misma hora temprana en que suelo cogerlo si he de acudir al centro. Miraba por la ventanilla la incómoda pero romántica, y para mi feliz, nevada que el tráfico no permitía cuajar en las calles mientras comprendía la verdadera razón por la que el autobús circulaba mas lento que la tortuga de mi sobrino en su terrario y por la que un semáforo en la vía Ibérica cambio tres veces sin que nosotros arrancáramos.
No fue (solo) el modelo urbano zaragozano (o de cualquier urbe media), ni el frío polar que arreció ayer, ni los leves copos de nieve, ni la lluvia helada por momentos a la hora de acudir al trabajo y al cole. Fue que mi autobús no cabía, que el parque automovilístico sacado a la calle porque nevaba, cuando precisamente por la nieve habría que haber dejado el coche en casa, era mayor que los metros cuadrados de viales en la ciudad, que mi bus no arrancaba cuando el semáforo se ponía en verde porque el exceso de vehículos privados con una media de ocupantes de 1´5 personas (datos oficiales del Plan de Movilidad Urbana) que nos rodeaban, no lo permitían.
Pensaba en los activistas ecologistas en Copenhague, entre los que hay aragoneses y aragonesas, perseguidos por la policía y abandonados por una organización impresentable pero a la altura del grado de compromiso político que la Cumbre puede alcanzar, clamando por lo evidente. Pensaba en el grado de conciencia ambiental entre la clase política española y mundial, tan dispuesta a mentir sin pudor y a inventar sin reparos, y me parecía que Copenhague solo era el fiel reflejo del estado del mundo con respecto a la sensibilidad medioambiental, que hoy tiene carácter de supervivencia y defensa de cierta mínima calidad de vida saludable.
En Copenhague los responsables políticos se escojonan del personal en medio de cumbres de grandes aparatajes y medidas tan espectaculares como inútiles, pactadas previamente, sin debate sincero profundo, y negando a la sociedad civil en el más preclaro modo de negar el siglo XXI donde la razón y el dialogo debían haberse impuesto y donde ningún proceso democrático vale como tal, sin la participación social. Una participación que ya no es sinónimo de afluencia ni de escucha, sino de toma colectiva de decisiones.
La gente sacó a la calle el coche en Zaragoza convirtiendo la ciudad en un macrobotellón de gasolina. Copenhague fue un macro botellón de desvergüenza, caos organizativo y chulería administrativa con un pequeño cheque de compensación por ensuciar, en lugar del compromiso por no ensuciar. España violó Kioto como ahora violará Copenhague. Los zaragozanos y zaragozanas nos comportamos como nuevos ricos desesperados, con memoria de pez ártico y maña de res de la sabana, creyendo que el mundo es un centímetro a nuestro alrededor y todo se acaba ahora, y nuestras administraciones lo corroboran en la cumbre mundial del clima.
La nieve no cuajó en las calles, se diluye como se diluye cualquier atisbo de conciencia global si hemos de modificar nuestro comportamiento personal más básico. Si la suma de lo personal hace lo colectivo, hoy lo colectivo es el reflejo de un error histórico.
Publicado en El Periódico de Aragón el 18.12.09

martes, 15 de diciembre de 2009

Hombres Igualitarios


Es decir, los hombres que buscan un nuevo y urgente modo de ser hombres, nuevas masculinidades para una sociedad igualitaria, que renuncia y combate el machismo y el patriarcado y que bebe de las fuentes del movimiento feminista.
Existen algunos grupos ya organizados en España y otros que van creciendo y naciendo, espacios de hombres donde rehacer por dentro para rehacer fuera otro modo de relación y de concepción de la vida, del amor, el trabajo, los espacios, las relaciones con las mujeres y con otros hombres y para aprender la ética del cuidado.
Un movimiento transformador para luchar contra la discriminación por género que aún sufren las mujeres y para liberarnos nosotros de una vieja máscara de privilegio y falsa fortaleza que hace daño y les hace daño.

Este es un portal en el que puedes empezar a bucear. Hay más. Comienza tu viaje interior y exterior.


viernes, 11 de diciembre de 2009

Hablantes, fablans y parlants

La gramática es de los gramáticos y de quien desee expresar bella y claramente su pensamiento, y la lengua es de los hablantes. Aragón es un territorio riquísimo en historia y patrimonio y posee, al menos, tres lenguas: castellano, aragonés y catalán, y luego hermosas variantes dialectales en algunos valles como el cheso o el patues.
Hasta aquí la realidad. Luego vienen las interpretaciones y la demagogia rancia e iletrada que se sostiene mas en el miedo al otro, en extraños complejos de inferioridad y en la identificación de lo propio basado en el desprecio de lo ajeno. Eso es lo que creo que pasa con la Ley de Lenguas que viene a oficializar un rico patrimonio de todos.
De nuevo el tribalismo, que no la identidad ni la historia, y un sorprendente y pueril miedo a ponerle nombre a las cosas, no sea que al nombrarlas en voz alta y de modo oficial, tome cuerpo lo que todavía la vida fue una realidad sin problemas.
El miedo, los prejuicios y al acientifismo corren como la pólvora. En Facebook y en la red corren que se las pelan, confundiendo el nombre de unas lenguas vernáculas y cotidianas de muchos aragoneses y aragonesas, llamadas aragonés y catalán, con el imperialismo político y la insana tradición de enfrentamiento entre las comunidades aragonesa y catalana. Para ser más, mejor y diferente, necesitamos un enemigo y nadie mejor que un vecino para encarnarlo.
En los medios de comunicación han faltado con estrepitosa evidencia las voces documentadas de historiadores, hablantes y lingüistas y se han vertido las mismas ideas preconcebidas sin argumentos que las que reinaban en las polémicas de los años 80 cuando los consejeros José Antonio Armillas o José Bada quisieron normalizar institucional y políticamente lo que en algunas comarcas aragonesas era ya lo normal. Prueben a escucharles y leerles en este asunto y verán que liberador placer intelectual.
Pero esas ideas preconcebidas no son científicas, no se sostienen en la historia y sacan de madre un asunto de riqueza cultural y patrimonio inmaterial de Aragón para convertirlo en un asunto político del que Luisa Fernanda Rudi, su partido y los que enarbolan el discurso rancio contra lo que llaman política de paisos catalans (otro modo de imperialismo cultural) podrían avergonzarse.
He oído el anuncio en la radio de quien explica en ZGZ como se llega a la Plaza del Pilar en catalán. Premio a la demagogia. La ley de Lenguas, necesaria, urgente y normalizadora, establece el reconocimiento de las lenguas habladas en Aragón y el derecho a usarlas y ser educado en ellas, no impone ninguna lengua en ningún sitio donde ésta no existe de modo natural. Y los propagadores de esa mentira lo saben, pero han optado por la demagogia barata electoralista como si creyeran que la gente anda sometida a una hipnosis masiva y que semejante simpleza les hará mella. Es como si ahora anduviéramos aún negando que lo que hablamos aquí se llama castellano aunque no seamos de Castilla y como si no pudiera llamarse español a la lengua de la Argentina por encima de las hermosas y ricas variantes por comunidades, países y estados.
Pero una vez más la realidad no cuenta y equivocamos la libertad de expresión que todos tenemos creyendo que todo vale igual, tenga o no fundamento científico.
Total para lo que valen los datos, la ciencia y el saber…
Publicado en El Periodico de Aragón el 11.12.09

viernes, 4 de diciembre de 2009

Pirateando

Entiendo, pero no comparto, a los dos bandos que ya se han formado para defender con uñas y dientes la deficiente y parcial Ley Sinde contra las descargas en Internet que yo practico, o para atacarla con las mismas uñas y los mismos dientes por una concepción infantil de la cultura y una idea errónea de cómo son, e incluso de quienes son los artistas y para qué sirven.
Un estado democrático no puede privar del uso de la red a la ciudadanía sin orden judicial, y si existe esta, ha de ser con tantas garantías como para asegurar que no hay ningún derecho siquiera rozado por la acción del estado. La circulación libre de la cultura es una exigencia democrática y un instrumento que puede llevar a una sociedad a un estadio superior de civilización. La red permite que la circulación de los fenómenos culturales, también la bazofia, circulen como el cierzo zaragozano en el mes de marzo. Además, los usuarios de cultura tienen derecho a generar nuevos modos de comportamiento y consumo (también creación) del hecho cultural de un país.
Pero siempre hay un pero. O varios. Si nadie financia la cultura, esta no desaparecerá porque las manifestaciones artísticas y creativas siempre serán un hecho consustancial a la raza humana, pero pueden quedar relegadas al capricho de un rico o el consuelo de un perdido. Es gracias a la intervención del estado (democrático) cómo la cultura ha llegado a ser universal y habitual, y convertida en instrumento de evolución social y humana, generadora de riqueza, de empleo, impulsora del hábito turístico y hasta transformadora de viejos y malos hábitos urbanístico en las ciudades. Y de algún sitio habrá que pagarla. Los músicos deben vivir de sus conciertos, los cineastas deberán encontrar como pagar el cine, entre otras cosas de quienes lo consumimos, y todos deberemos encontrar otro modelo, no se si industrial, de generar cultura e intercambiarla.
La tecnología ha puesto de manifiesto que la misma y hoy obsoleta industria (discográficas tiburón y grandes empresas de exhibición a los que la cultura se la sudaba porque solo creían en el negocio del ocio), que fue feliz en el cambio de soportes porque abarató costes y subió precios que no redundaron en los creadores, hoy está asustada porque le birlan el negocio en los morros. Entonces pensó en el dinero, no en la cultura. Hoy hace lo mismo. El precio de los productos culturales en España es abusivo, diría que insultante. Justo en la misma medida en que a la gente se nos ha acostumbrado a no valorar el esfuerzo, la creatividad y la fortuna de tener una sociedad llena de creadores y a despreciar a artistas como si todos fueran Ramoncin.
Los artistas no son Ramoncín, de hecho, son términos incompatibles. Y todos no viven como Alejandro Sanz, de hecho, muchos son padres y madres de familia que tampoco llegan a fin de mes.
Hemos de ser capaces de buscar un punto intermedio que respete los derechos de los internautas y a los creadores. Los derechos de autoría deben morir con el autor o autora, la tecnología debe facilitar la creación y la difusión, el estado debe ayudar a la creación como enseña de un país (EE.UU no sería ni si sombra sin su cine ultraprotegido y megasubvencionado) e invertir en educación para que podamos apreciar el hecho cultural. No cerrar redes ni enfrentar sectores ni consagrar la propiedad privada del saber.
Y por cierto, el pop y las series de TV, reyes de las descargas, no son toda la cultura. Ahora, pregúntense porque los proveedores de internet están tan calladitos en este fundamental debate convertido en bronca descomunal.

Publicado en El Periódico de Aragón el 4.12.09