miércoles, 23 de junio de 2010

El mayor escritor del siglo


El siglo podría ser el XX o el XXI, no me atrevo a aventurar que el XXII por lo que pueda pasar, incluso que no llegue la humanidad a contar tan lejos. El escritor es Saramago, nacido José de Souza en una villa, más que empobrecida, depauperada por siglos de injusticia, subdesarrollo y pobreza provocada a base de explotación, incultura y religión. El nieto de un hombre y una mujer que abrigaban en su cama las noches de invierno a la única fortuna que les mantenía vivos: unos lechones demasiado frágiles para enfrentarse a la ventisca y el hielo.
Publicó después de los cuarenta años cuando ya era un hombre vivido, sufrido y consciente del sufrimiento humano, y siguió escribiendo novelas maravillosas y dolientes sobre el corazón, el bolsillo y los principios de gente normal que estaban fuera de la norma, antes y después de su merecido Novel. Si los novelistas trabajan casi siempre sobre la condición humana, Saramago además, la destila con una claridad espectral y la coloca en el centro del mundo.
Desde su Evangelio según Jesucristo a su Caín, su Ensayo sobre la ceguera, su Memorial del Convento, su Hombre Duplicado o su Caverna, el ser humano en la deriva del sistema y sus reacciones, han sido siempre su tema, dando por irracional toda jerarquía y todo privilegio burgués, y rebuscando en la historia oficial la experiencia cotidiana de los anónimos.
Si, ya se que esto suena a despedida, a homenaje a un muerto, a palabras vacías que el muerto en cuestión, justamente porque está muerto, en una perífrasis como las que escribiría el mejor escritor del siglo, no las va a oír. Pero no me importa.
No me importa porque no se despide uno de quien no conoció, y porque lo importante junto a su compromiso vital son sus insuperables novelas llenas de pobres y gente normal enfrentada a las circunstancias del mundo con la única épica del superviviente al que le queda la ética frente a todo los demás.
No me importa porque leeremos siempre al autor omnipresente y eternamente consciente.
No me importa porque las palabras no son para Saramago, el muerto, ni para los suyos, la legión de lectores y a veces militantes de causas imprescindibles; son para mi, para reconocerme como admirador incansable de una prosa que destila ideas, conflictos, ética y necesidades, fusionada con la oralidad que distingue a la sabiduría del pueblo y la ética del resistente, la cotidianeidad hecha reflexión.
Para mí, que no podré esperar ya más una nueva novela de Saramago.
Y para quien quizá lea esto y descubra por primera vez las novelas del mayor escritor del siglo, y se sumerja en la vida de verdad contada por un poeta popular que cree en la ética y la solidaridad del ser humano, para patear prejuicios e injusticias que alguien ha creado y disfruta manteniendo.
Salud, compañero. Y eternas novelas.