miércoles, 23 de junio de 2010

Sigur Rós, épicos y húmedos.


En la preciosa (por bella, profunda y tierna) película de Neil Jordan, Ondine (2009) hay una canción sublime que, dulce y profundamente, canta una mujer a la que creen sirena y con cuya voz atrae los peces y la suerte al barco de Syracusa, un pescador, ex alcohólico y padre separado, en las grises costas irlandesas. Esa canción es tan tenue, etérea e intima como no se escuchó nunca excepto en la mitología irlandesa sobre las criaturas del mar. En realidad, esa suerte es amor y compañía, pero la canción sirve de conexión épica entre el pescador, el mar y su sirena hasta que un video en la televisión que está mirando la hija de Syracusa (Colin Farrell) revela que sólo es una canción de la banda islandesa Sigur Rós.
Esa es la clase de sensación que tengo con la música de esta banda, separada oficial e indefinidamente desde enero de 2010: una inmersión total en una bruma húmeda, profunda y tranquilizadora como recuerdo la luz azulada nórdica, y como imagino su hielo y sus mares.
Sigur Rós significa en islandés Rosa de Victoria y ahora, por lo visto, sus miembros intentan carreras en solitario después de vender más de dos millones de discos.
Compuesto originariamente por Jón Þór Birgisson (Jónsi, guitarra y voz), Guim Tió (letrista), Georg Hólm (Goggi, bajo) y Ágúst Ævar Gunnarsson (batería) y la incorporación de Kjartan Sveinsson (Kjarri, teclado) para la grabación de Ágætis byrjun, tras la cual Ágúst Ævar Gunnarsson abandonó el grupo, reemplazado por Orri Páll Dýrason (batería), nacieron como banda en Reykjavík en el verano de 1994 y eligieron su nombre porque así llamaron a la hermana menor de Jónsi, nacida el mismo día que el grupo. Se hicieron grandes (numérica y mundialmente) en 1997 con su segundo disco (tercero contando un particular álbum de remezclas) Ágætis byrjun (Un buen comienzo).
Jónsi cantaba en Sigur Rós siempre un idioma particular, inventado por él mismo y más o menos improvisado, a partir de fonemas del islandés y sus propias sensaciones. Lo llama vonlenska, un acrónimo de von (esperanza en islandes) e islenska (islandes) con la artística teoría de que son quienes escuchan las canciones, quienes deben decidir el sentido último de las letras.
Y, de hecho, así es. No son canciones al uso para el simple disfrute (que no está mal). Van más allá, pequeñas obras de arte llenas de sensaciones e intimidad en las que expandir o recoger las velas de tu alma y tus deseos. Son tenues, raramente tenebrosas, húmedas, intensas, épicas, una apuesta musical única. Hoy Jónsi va por cuenta propia. No es lo mismo.

Prueba su música y pincha sus web oficial para saber más.
http://www.sigur-ros.co.uk/