viernes, 16 de julio de 2010

La cultura nos hace ricos

La industria cultural representa hoy el 3´2% del PIB, con cifras casi exactas en Aragón, descompensadas por tener la primera industria en la automoción y la segunda en el Edificio Pignatelli, y que ha crecido en 2009 pese a la crisis y a los datos negativos aportados por el cine y la industria fonográfica. Este es un sector apenas subvencionado, a pesar de la maledicencia popular y la demagogia rancia y conservadora que ve fantasmas en la cultura y el pensamiento. Incluye a artistas escénicos, escritores, músicos, guionistas, diseñadoras de ropa, interior y gráficos, publicistas, y gestores como cara visible, pero arrastra a miles de trabajadoras y trabajadores en gestión, transporte, seguridad, confección, producción, comunicación, seguros, madera, arquitectura, cámaras y eléctricos, enseñanza, impresión y fabricación de venta de multitud de elementos físicos: sonido, imagen, instrumentos, papel, librería o ferias y que, sumados, son mas que la plantilla OPEL.

Es un sector fundamental por razones económicas, sociológicas, urbanísticas, turísticas y espirituales. La cultura mueve dinero, genera profundas transformaciones sociológicas en los territorios donde se aplica como una herramienta seria de cambio, renueva distritos y poblaciones, y ayuda a generar una nueva percepción de uno mismo y de su territorio. La identidad que la cultura puede generar y proyectar fuera (Cataluña no sería lo que es sin el BarÇa, ni EE.UU sin Hollywood, su industria más subvencionada), puede suponer los mas activos polos de atracción turística. Y hace más feliz a la gente, que, al fin y al cabo, debería ser el objetivo último de cualquier cosa que emprendamos.

En la triple crisis que vivimos: ambiental, económica y de desequilibrio social, el vivero de la industria cultural podría colaborar en la solución: otro modo de pensar, otras prioridades. Por eso muchos colaboramos con el proyecto para la Capitalidad Europea de la Cultura de 2016 en Zaragoza con tanta ilusión, y en el impulso del nuevo modelo de cultura sostenible que promueve.

Pero hace falta que sigan creciendo las voluntades y los apoyos. Doy por hecho que implicarse emocionalmente con esta apuesta es fácil, ilusionante y práctico, al menos tanto como seguir a La Roja. Aunque eso exija pasar a la acción, e impulsar cambios sustanciales en las prácticas políticas culturales y en los hábitos de los públicos, mientras en lo otro basta con sumarse a la marea viendo la tele. Si pusieron banderas, pongamos logos en las ventanas. Ambos tienen el mismo efecto práctico: ninguno. Pero ambos también un gran valor emocional al extender la energía en forma de deseo. Y los efectos de un nuevo modelo cultural sostenible en la ciudad y sus barrios y otros territorios, son visibles directamente: mayor calidad de vida, transformación de la ciudad, creación de empleo, impulso a las industrias culturales, influencia sobre Europa, nueva conciencia de la Unión Europea, proyección del patrimonio y un perfecto instrumento para la convivencia y el conocimiento mutuo. Dentro y fuera de Zaragoza.

Y no, no es un evento. Es un proyecto y un proceso que ya ha empezado a sembrar nuevas semillas en el brillante, activo, generoso y creciente mundo cultural zaragozano para hacer de Zaragoza “una ciudad culta en vez de una ciudad de culturetas” en las reveladoras palabras del músico y promotor Sergio Vinadé.

Algunos queremos. Y todos lo vamos a conseguir.

Publicado en El Periódico de Aragón

Foto: Cabaret de caricia y puntapie, de la magnífica compañía aragonesa Premio Max 2010, Gato Negro Teatro