lunes, 3 de enero de 2011

Que el vasto mundo siga girando.


"El mundo gira. Nosotros avanzamos dando traspiés. Es suficiente".
La replicada y sobada ciudad de Nueva York, vista por los ojos de un irlandés desde los atribulados años 70 a los 2000, del maltratado Bronx de agujas, putas y devastación social al ático de un rico edificio en Central Park. De las madres de muertos en Vietnam, utópicos creyentes que necesitan el infierno de otros para subsistir, mujeres resistentes ante la vida que no han elegido, a discretos y timoratos observadores que creen la vida cambiará sola aunque saben que lo que ven es horrible. Pero no es una novela estadounidense más, es la novela de un dublinés que narra la peripecia de un mundo lleno de humanos habitando un vasto mundo que, a lo sumo, puede cambiar, pero no parar. Nunca parar.
Colum McCann, dublinés del 65, profesor y vecino en Nueva York, ya se adentró en el brillante corazón de personas arrasadas que anidan en la alcantarillas de un mundo que a veces creemos luminoso con su novela A este lado de la luz (RBA bolsillo).
En Que el vasto mundo siga girando (Let the great world spin, 2009) describe en narraciones entrelazadas las vidas de un cura irlandés que nada en medio de la podredumbre del Bronx en los 70 mientras descubre que la fe que no quiere perder no le sirve de nada; de su hermano que ha huido confundido del conflicto de su Dublín natal y acude a su hermano menor que siempre fue distinto, sensible y débilmente más fuerte que los demás; de unas mujeres que han perdido a sus hijos en la invasión de Vietnam y que se reunen para acompañar un dolor que ya resulta pesado en la verdad oficial; la de una abuela que adoptó a una niña tras la muerte violenta de su madre; o de una artista plástica cuyo arte nace del horror que ha visto. Sus vidas serán sutilmente entrelazadas, empezando y terminando en Irlanda de un modo compasivo, natural, duro, como la vida misma en un estilo narrativo impactante y profundo que, sin juicios morales, habla de la moral.

Es, seguramente, una de las novelas más impactantes que he leído. Un caleidoscopio humano que encuentra su vértice en la aventura de un misterioso funambulísta que camina de madrugada, en el tórrido agosto de 1974, entre las torres del World Trade Center de Nueva York, a ciento cuatro pisos de altura sin más intención aparente que la de lograr un hito en su vida. Debajo, la ciudad transcurre y, el vasto mundo, gira. En ese caleidoscopio, todos encontraran un nexo en común.
Mc Cann ganó con esta novela el National Book Award de 2009 en EEUU, y resulta una obra excepcional, emocionante, tierna y profunda donde el dolor es la vida cotidiana y la vida cotidiana tiene tantos colores y perspectivas como uno pueda imaginar. O como cualquiera puede vivir.
La literatura sirve para muchas cosas. Entre otras para enredar conciencias, agitar las almas, embellecer la vida y describir el mundo. A veces, rozando la perfección. Como la de este libro.