martes, 6 de septiembre de 2011

Ciudadanos y cuentas




El endeudamiento salvaje y bochornoso del que se habla como una de las causas de esto que aún llamamos crisis (a ver cuando hay valor de generalizar el concepto colapso del sistema) es real. Pero no es un endeudamiento público por el “exceso de gasto público” en los servicios y el todavía no consolidado estado del bienestar. Es real en el mundo privado. Son los causantes de este colapso (llamadlo crisis si os gusta más): las subprimes, la banca que pedía créditos al Banco Central Europeo para comprar luego deuda, las maniobras de desestabilización de las grandes firmas financieras encabezadas por la banca estadounidense y el Deustche Bank alemán, las hipotecas financieras… las que acumulan endeudamiento. Es privado, no público. Y la causa del endeudamiento público más importante son los planes de rescate a la banca que aún no han terminado y el sometimiento del capital público al privado. No las inversiones públicas ni las prestaciones sociales.

Y aquí es donde se produce una perversión semántica que intenta ocultar las intenciones del más crudo neoliberalismo aprovechando que hasta el más pobre empieza a aceptar lo imperioso de los recortes: confunden aviesamente gasto con inversión. Llaman gasto a la educación (que “hay” que recortar); llaman gasto a la cultura (que “hay” que recortar); llaman gasto a la salud y la sanidad (que “hay” que recortar); y llaman gasto "que es urgente eliminar" a las políticas sociales y las prestaciones que son cada minuto más urgentes por los desmanes derivados de sus planteamientos y exigencias: despedir, recortar, o aligerar el gasto de la Seguridad Social.
El objetivo es uno: salvar su culo de la hoguera que ellos encendieron y que alimentan a cada rato, mantener sus abusos y reforzar sus reglas. Justamente, el origen del desastre.
El discursito de la contención y la sobriedad se les ha quedado corto. Porque sin inversión, trabajo, apuestas arriesgadas públicas, y valientes políticas fiscales que dejen de alimentar el problema en su útero para reforzar la economía pública en su desarrollo, no mejoramos. Nos acercamos a la explosión de la miseria. Se debe trabajar sobre la economía real no sobre la financiera, una burbuja más frágil que una de fairy y más dañina que un campo de minas.

Y uno solo, no sale de esta. Ni una persona, ni un estado, ni un territorio. Ni los pretendidos salvadores que han llegado a regir nuestras comunidades autónomas (Rudi, Cospedal, Mas) o las que ya estaban (Aguirre), estos con las mayores deudas públicas y los peores servicios públicos. Ni se salva uno pisando los cuellos de los demás. Ni prospera un país intentando alejarse del resto (Alemania, Francia, Italia o España). Se sale juntos, y a la vez.

Ese juntos, aquí y ahora, se llama Europa. La Europa de intelectuales como Zweig, Erasmo, Arendt, Judt; Moro, Bauman o Block. La Europa de líderes como Gonzalez, Miterrand, Cohn-Bendit, Susan George, Jacques Delors o Massimo D'Alema. La Europa de los 470 millones de europeos y europeas que tendremos que pensar, reflexionar y decir (no olvidéis los dos primeros verbos antes de ejecutar el tercero, por favor).
No soy economista, obviamente. Soy un ciudadano. Y voy a seguir siéndolo porque no me resigno a ser solo contribuyente o consumidor.