lunes, 31 de octubre de 2011

El Otoño (de Thoreau)

En 1862, Henry David Thoreau, vuelto años atrás de su experiencia en Walden o su vida en los bosques, escribió unas notas sobre el otoño. Lo llamó “Colores de Otoño”. Eran observaciones de sus pasos entre árboles y en los montes y crónicas más o menos científicas sobre la naturaleza que , leídas ahora, invocan experiencias y sentimientos tan placenteros como delicados, porque ni los bosques son, ni están, como deberían.
Thoreau, comprometido, valiente y coherente teórico estadounidense sobre la desobediencia civil y lo que hoy llamaríamos la economía y el modo de vida alternativo, encontraba en la naturaleza el sentido de la existencia humana y los argumentos para una crítica feroz, constructiva y positiva de la civilización y su economicísmo. Hoy, los teóricos y pensadores que yo encuentro más interesantes y sensibles, hablan de la biomímesis y de los ciclos y ritmos naturales que deberíamos imponer en nuestro modo de vida.
Yo encuentro los antecedentes de este pensamiento y de la filosofía ecologista más evolucionada en Thoreau. Era a la política lo que el gran Walt Whitman a la poesía. Era belleza y reflexión. Thoreau escribe por ejemplo: “Dejad que la naturaleza determine los días, sean o no los mismos que los de los estados vecinos, y que el clero lea sus proclamas si es que pueden entenderlas”.
El cuadernito que hoy es “Colores de Otoño” (José J. de Olañeta editor, 2011) es una soberbia descripción cromática y temporal de los árboles y del campo y, por tanto, de la vida. Leerla es un ejercicio que debería ayudar a cambiar un poco nuestra actitud antinatural.
Foto de Mun: Nuestro perro Ibón descubriendo el otoño.

miércoles, 26 de octubre de 2011

500 años de Servet o la Libertad de Pensamiento

Se cumplen 500 años del asesinato de Miguel Servet en una hoguera calvinista en Ginebra, Suiza. Antes, Miguel, nacido Miguel Serveto en Villanueva de Sigena, Huesca, en 1511, fue igualmente condenado y quemada su esfinge (in absentia) en Lyon por la inquisición católica a petición del Obispo de Zaragoza que le denunció tras leer el libro que el propio Servet le había enviado e impreso secretamente cuando la aparición de la imprenta ofrecía al pueblo una oportunidad para saber.


Servet fue médico, teólogo y filósofo, un término que en la historia ha servido para definir a cualquier persona que intentara dilucidar la verdad y avanzar en su pensamiento entre marañas de contaminados dogmas y prejuicios emanados del poder y las iglesias, y hervidos en el generalizado analfabetismo del pueblo. Desde finales del siglo XIX es un símbolo, mártir de los librepensadores e icono de la libertad de expresión y de quienes creen en la libertad de conciencia. Lo mandó quemar Calvino, lo condenó y persiguió el papa de Roma pero alumbró caminos nuevos en la ciencia y la medicina y arrojó luz sobre la circulación sanguínea y el sistema pulmonar humano.


¿Y su pecado? Entonces homologado a delito y condenado con la muerte, negar la santísima trinidad, dogma inviolable católico y oponerse al bautismo infantil por ser los niños inconscientes de sus actos. Esa idea, desarrollada en De Trinitatis Erroribus en 1531 y ampliada un año después en Dialogorum de Trinitate, oscureció todo su valor científico y sus conocimientos matemáticos, astronómicos y de derecho.


Pero el fuego no quema las ideas. Según palabras del historiador polaco Marian Hillar, Servet “fue el punto de inflexión en la ideología y mentalidad dominantes desde el siglo IV. Históricamente hablando, murió para que la libertad de conciencia se convirtiera en un derecho civil en la sociedad moderna». Fue también un convencido de la necesidad de crear un sistema de justicia universal y racional amplificando los primeros brotes de la justicia igualitaria, que posteriores corrientes políticas y filosóficas laicas impulsarían después. En una carta que Servet escribe al Consejo de Ginebra el 22 de septiembre de 1553, treinta y cinco días antes de su muerte en la hoguera, pide que Calvino sea interrogado junto a él invocando igualdad de trato y afirma: “Os pido Justicia, Señores, Justicia, Justicia, Justicia”.
Había viajado por Europa como su casa: Paris, Viena, tierras alemanas e italianas, buscó apoyo de los reformistas de los que luego se alejó, fanáticos también, y se sirvió de su conocimiento de los idiomas para hacer de la palabra la vía de discusión única de las ideas. Pero las ideas estaban proscritas. Hoy, Miguel Serveto de Villanueva, formado en el Castillo de Montearagón y en las cortes europeas antes de que hiciera de la libertad de expresión su vida y pagara por ello con la misma quemado a los 41 años, es un ejemplo de actitud cívica.[

viernes, 21 de octubre de 2011

15M en la Junta de accionistas del Banco de Santander

Es cierto. Los de arriba saben contar, saben oir, saben entender...pero no van a cambiar.

Un miembro del 15M, portavoz moral de muchos de nosotros y nosotras, habla claro y educado en la Junta de accionistas del Banco de Santander.


No os perdais los gestos en los rostros de los dos hombres y una mujer que tiene justo delante.


miércoles, 19 de octubre de 2011

Karl Marx reaparece en Zaragoza, España

Tranvía Teatro (ZGZ), Teatre Tantarantana (BCN) y Teatro del Astillero (MAD) coproducen Mein Kapital, una comedia de terror sobre lo que el capital nos ha hecho a los seres humanos basada en el texto esencial del Marx
Un texto de ocho autores españoles contemporáneos basado en la obra de Karl Marx y trasplantada al siglo XXI. Una reflexión a modo de amarga comedia de terror que habla del mundo hoy: una sociedad enfrentada a una crisis global que busca salidas nuevas porque las viejas demostraron ser trampas, encerronas envueltas en celofán que nos comimos sin preguntar y que han resultado envenenadas. Aquí se habla de cuarentones despreciados por el mercado laboral que han vuelto a casa de sus padres ( y a los que sus padres explotan), del culto al cuerpo y el abandono del espíritu, del ocaso de las ideologías dominantes en un contexto en el que ya no parecen valer las viejas referencias, del humanismo frente a instinto, de la intuición frente al prejuicio y de las promesas liberadoras incumplidas porque nadie las quiso cumplir.
Mein Kapital cita al neoliberalismo como aparente único recurso del ser humano para subsistir. Muestra el poder de la ficción disimulada de realidad y emitida por la tv, de la mentira programada, del precio de los sueños. Recuerda al mercado devorando hombres y mujeres y queriendo que se lo agradezcamos, de la educación de la abundancia y el exceso y de los hijos tiránicos. Y lo cuenta a través del proyecto de sus protagonistas que preparan una nueva civilización en Marte con quienes sean más aptos para la supervivencia en un planeta y una situación probablemente hostiles.
Mein Kapital aprende de Marx, de Pasollini, de Adam Schimidt, de Noam Chomski, de Zygmunt Bauman y de Naomi Klein. Y del 15M y su indignación. Y de la tele y el cine. Porque no en vano algunos de nuestros autores se han forjado en el guión y la realización televisivas.
Y sale Karl Marx,a su rollo. O ¿es el Yeti? menos incómodo que el viejo judío vienes… Pero con risas para poder mirar la realidad puesta ante nuestros ojos.
Un trozo de la vida que se sube al escenario.
Es una coproducción de tres compañías independientes en dos salas alternativas de tres ciudades.: Teatro de la Estación-Tranvía Teatro (ZGZ), Teatre Tantarantana (BCN) y Teatro del Astillero (MAD). Está escrita por Inmaculada Alvear, Marta Buchaca, Francesc Cerro Ferrán, Raúl Hernández Garrido, Daniel Martos, Albert Tola, Helena Tornero y Luís Miguel González Cruz, en un proyecto de escritura colectiva iniciado hace dos años. La obra está dirigida por Cristina Yáñez.
Mein Kapital se estrena mañana en el Teatro de la Estación de Zaragoza a las 21´00 h. Estará en cartel hasta el 31 de octubre. Después se representa todo el mes de noviembre en el Teatre Tantarantana de BCN y en diciembre en La Cuarta Pared de Madrid.
Quienes hemos visto un ensayo sabemos que es algo más que una función. Es una propuesta para la reflexión despues de reirte y asustarte, una llamada la acción consciente y un ejercicio de responsabilidad social y teatral del que podría cundir el ejemplo.

La foto es de Juan Moreno

jueves, 13 de octubre de 2011

La cultura da dinero (y más cosas)



Se calcula que la cultura en su término más amplio representa casi el 3´9% de PIB de España y en Aragón. Las industrias culturales son los artistas y los creadores, quienes se suben a un escenario y quienes los programan, pero también y, económicamente esto es aún más importante, sectores como editores, imprenta, diseñadores gráficos, madera, seguridad, transportes o textil. Según la Cuenta Satélite del Ministerio de Cultura, cuya finalidad es proporcionar un sistema de información económica, diseñado como satélite del sistema principal de Cuentas Nacionales de España para estimar el impacto de la cultura en la economía española, la cultura aportó el 3% de los empleos entre 2000 y 2008 sin contar los que ocurren en el ámbito del Patrimonio o el educativo. Y sin considerar los que se ven directamente afectados en el transporte la hostelería o el turismo y la construcción. Sólo respecto a las personas que “crean, producen y difunden”, esto es, trabajadores de museos o documentalistas, por ejemplo. En Aragón los datos porcentuales son similares. Y, pese al mito, con escasas subvenciones y menores que a cualquier otro sector económico como la agricultura, por ejemplo, como se apresuran a apostillar las asociaciones de artistas y empresas culturales. Una manera fácil de comprender que en la cultura siempre se extrae más de lo que se invierte.
En palabras de Eduard Miralles, uno de los grandes pensadores en este asunto y actual presidente de la Fundación Interarts y asesor de relaciones internacionales de la Diputación de Barcelona “en pocos años la relación desarrollo / cultura ha pasado de ser irrelevante a fundamental, un recurso de desarrollo económico que se ha integrado en el aparato productivo”. “Los gobiernos y administraciones – continua Miralles- deben afrontar la articulación de las políticas de visibilidad de las ciudades (citymarketing) y las políticas comunitarias y de proximidad a la ciudadanía”. Es decir una manera de impulsar el desarrollo y de definir a una ciudad y su bienestar y su papel en el mundo. Para Chus cantero, director de Oikos, influyente teórico y Coordinador general del Observatorio Andaluz para la Economía de la Cultura, existe un reto fundamental: “descubrir la cultura como yacimiento de empleo.
Ambos pronunciaron estas palabras en Zaragoza, en una jornada sobre estrategias culturas organizadas por Ebrópolis, la Asociación para el desarrollo estratégico de Zaragoza. El propio Miralles recuerda que “la cultura es el cuarto pilar del desarrollo sostenible. El concepto de desarrollo se ha venido ampliando a lo largo de la historia. Así, se sostiene en cuatro pilares fundamentales: sostenibilidad económica de fines del siglo XIX, la dimensión social que se agrega en la primera mitad del siglo XX, la segunda mitad de este siglo se caracteriza por aportar el desarrollo medioambiental, y en el XXI se introduce la cultura”.
Pero ¿y si en vez del Producto Interior Bruto (PIB) como índice de medición de la importancia de la cultura en la economía y el desarrollo material de un territorio, consideramos el IDH, Índice de Desarrollo Humano, como propugnan algunos observadores y se sugiere desde algunas nuevas políticas culturales? Entonces, aún es mayor su importancia para una ciudad en desarrollo y que aspira a ocupar su lugar en Europa. El Desarrollo Humano “va mucho más allá del aumento o la disminución de los ingresos de un país. Comprende la creación de un entorno en el que las per­sonas puedan desarrollar su máximo potencial y llevar una vida productiva y creativa acorde con sus necesidades e intereses”. Un valor democrático que entonces hace de la cultura un motor esencial para definir modelos urbanísticos, propugnar relaciones sociales de convivencia en las cambiantes urbes europeas, establecer prácticas medioambientales o la ocupación institucional o popular del espacio público. Las industrias culturales para ser industrias “tienen que ser sostenibles, no comercios con el lucro como objetivo” dicen desde la Red de Teatros Alternativos.
Carácter social de la cultura. Según José Ramón Insa, verdadero experto en cooperación internacional y desarrollo cultural del Ayuntamiento de Zaragoza, “¿Cuál es la estrategia para devolverle a la cultura su carácter social? Recuperar la cultura como un proyec­to colectivo. Creo firmemente que en primer lugar es absolutamente necesario abandonar esa premisa reduccionista de la cultura aconteci­miento”.
“En realidad no existe ningún problema en que la cultura se relacione con la economía, -continua Insa- el problema es que la con­fianza ciega en el mercado como único regulador de la sociedad nos condena a colocar el beneficio en el eje del ordenamiento de la cultura. La cultura con calculadora es un peligro”. “Una ciudad culta no es una ciudad espectáculo sino aque­lla que alberga una ciudadanía responsable y comprometida. La cultura cambia la ciudad no solo a partir de los productos culturales sino a través de los comportamientos. Sobre todo por­que quien provoca el desarrollo no es otro que el ciudadano” explica.
Este es uno de los argumentos básicos que desde los años 70 imperan en las ciudades francesas o alemanas, donde las aportaciones púbicas para las empresas culturales pueden llegar al 50% de los gastos o inversiones que éstas presenten, “justamente -dicen en la red de teatros alternativos. Porque el valor de la cultura se mide en euros, desarrollo, convivencia, promoción y hasta urbanismo”.

En palabras de la devaluada y nunca bien comprendida Ofelia en el Hamlet de Shakespeare (industria que renta infinito a la economía británica): “Sabemos lo que somos pero no (aún) lo que podemos ser”.


Públicado el 12/10/11 en El Periódico de Aragón.

Día Nacional!!!! En fin...



Resulta que ayer, 12 de octubre, entre otras cosas, fue el Día Nacional. Sea lo que sea que eso signifique, fue un insulto, un agravio, una broma de mal gusto para la mayoría de los españoles y españolas. Desprecio por igual todos los nacionalismos: el catalanista, el aragonesísta, el españolista, el bávaro, el alemán, el cubano.... porque al final suelen quedar reducidos a una estúpida creencia de superioridad frente al otro, una fantasmal sensación de agravio constante de los demás frente a ti o de un enemigo buscado, o una perjudicial búsqueda de la identidad absoluta que, si algún día existió, fue producto del aislamiento y la ignorancia, y que hoy sólo significa la negación de la globalidad en un mundo que se necesita a sí mismo y donde nadie puede hacer nada (interesante) sin los demás.
Pero ayer, si se decide mantener de modo institucional la "marca" Día Nacional, fue la ocasión perfecta a mi parecer para hacer dos cosas:
Una, olvidar para siempre la glorificación de la guerra
y la identificación de un país con sus tanques y sus uniformes.
Dos, ya que estamos, la identificación del país con lo único tangible que hace un país que son sus paisajes y su cultura. La cultura viva, por supuesto, no la supuesta memoria de los modos de hacer del pasado. Es decir, una muestra constructiva del teatro, la música, el cine o la literatura y el arte que hoy elaboramos. Una demostración de nuestra riqueza lingüística, por más que los obtusos nacionalistas de centro y las periferias crean que una lengua debe competir con la otra en lugar de enriquecernos a todos. Podríamos haber sacado a los poetas a la calle, abierto teatros y llenado las plazas de músicos y bailarines. O podríamos haber mostrado los paisajes del territorio en eso que aún se atreven a llamar tele pública.
Incluso mostrar los avances legislativos que podemos proponer al resto del mundo, que alguno tenemos.
Eso aún hubiera sido algo útil y democrático en el Día Nacional, signifique lo que signifique, en un mundo con más barreras mentales, culturales y económicas que geográficas, y con una historia que aún no nos hemos sabido contar. Pero los tanques......
Quizá haya que recordarnos que vivimos en el siglo XXI y tenemos unas cuentas urgencias de connivencia y bienestar que solventar.
Por cierto, nací en España (en Zaragoza) que un sitio en el que vivo bien. Pero como nacer (y nacer hombre o mujer, negro o blanco, hetero u homo, español o senegalés) es un hecho casual, no concedo ningún valor a eso.

Uno es lo que quiere llegar a ser. En mi caso, europeo o del planeta tierra.