
Resulta que ayer, 12 de octubre, entre otras cosas, fue el Día Nacional. Sea lo que sea que eso signifique, fue un insulto, un agravio, una broma de mal gusto para la mayoría de los españoles y españolas. Desprecio por igual todos los nacionalismos: el catalanista, el aragonesísta, el españolista, el bávaro, el alemán, el cubano.... porque al final suelen quedar reducidos a una estúpida creencia de superioridad frente al otro, una fantasmal sensación de agravio constante de los demás frente a ti o de un enemigo buscado, o una perjudicial búsqueda de la identidad absoluta que, si algún día existió, fue producto del aislamiento y la ignorancia, y que hoy sólo significa la negación de la globalidad en un mundo que se necesita a sí mismo y donde nadie puede hacer nada (interesante) sin los demás.
Pero ayer, si se decide mantener de modo institucional la "marca" Día Nacional, fue la ocasión perfecta a mi parecer para hacer dos cosas:
Una, olvidar para siempre la glorificación de la guerra y la identificación de un país con sus tanques y sus uniformes.
Dos, ya que estamos, la identificación del país con lo único tangible que hace un país que son sus paisajes y su cultura. La cultura viva, por supuesto, no la supuesta memoria de los modos de hacer del pasado. Es decir, una muestra constructiva del teatro, la música, el cine o la literatura y el arte que hoy elaboramos. Una demostración de nuestra riqueza lingüística, por más que los obtusos nacionalistas de centro y las periferias crean que una lengua debe competir con la otra en lugar de enriquecernos a todos. Podríamos haber sacado a los poetas a la calle, abierto teatros y llenado las plazas de músicos y bailarines. O podríamos haber mostrado los paisajes del territorio en eso que aún se atreven a llamar tele pública.
Incluso mostrar los avances legislativos que podemos proponer al resto del mundo, que alguno tenemos.
Eso aún hubiera sido algo útil y democrático en el Día Nacional, signifique lo que signifique, en un mundo con más barreras mentales, culturales y económicas que geográficas, y con una historia que aún no nos hemos sabido contar. Pero los tanques......
Quizá haya que recordarnos que vivimos en el siglo XXI y tenemos unas cuentas urgencias de connivencia y bienestar que solventar.
Por cierto, nací en España (en Zaragoza) que un sitio en el que vivo bien. Pero como nacer (y nacer hombre o mujer, negro o blanco, hetero u homo, español o senegalés) es un hecho casual, no concedo ningún valor a eso.
Pero ayer, si se decide mantener de modo institucional la "marca" Día Nacional, fue la ocasión perfecta a mi parecer para hacer dos cosas:
Una, olvidar para siempre la glorificación de la guerra y la identificación de un país con sus tanques y sus uniformes.
Dos, ya que estamos, la identificación del país con lo único tangible que hace un país que son sus paisajes y su cultura. La cultura viva, por supuesto, no la supuesta memoria de los modos de hacer del pasado. Es decir, una muestra constructiva del teatro, la música, el cine o la literatura y el arte que hoy elaboramos. Una demostración de nuestra riqueza lingüística, por más que los obtusos nacionalistas de centro y las periferias crean que una lengua debe competir con la otra en lugar de enriquecernos a todos. Podríamos haber sacado a los poetas a la calle, abierto teatros y llenado las plazas de músicos y bailarines. O podríamos haber mostrado los paisajes del territorio en eso que aún se atreven a llamar tele pública.
Incluso mostrar los avances legislativos que podemos proponer al resto del mundo, que alguno tenemos.
Eso aún hubiera sido algo útil y democrático en el Día Nacional, signifique lo que signifique, en un mundo con más barreras mentales, culturales y económicas que geográficas, y con una historia que aún no nos hemos sabido contar. Pero los tanques......
Quizá haya que recordarnos que vivimos en el siglo XXI y tenemos unas cuentas urgencias de connivencia y bienestar que solventar.
Por cierto, nací en España (en Zaragoza) que un sitio en el que vivo bien. Pero como nacer (y nacer hombre o mujer, negro o blanco, hetero u homo, español o senegalés) es un hecho casual, no concedo ningún valor a eso.
Uno es lo que quiere llegar a ser. En mi caso, europeo o del planeta tierra.