
El siglo XXI ha empezado en forma de desastre, pero el XX fue peor. El XX tuvo los fascismos, las dos guerras llamadas mundiales, el nazismo, el estalinismo… pero el XIX fue peor. En el XIX la humanidad vivía en sistema políticos y económicos post medievales, la democracia era una quimera (aún más que ahora), la lucha de las mujeres, objeto de risa y represión…
Estas consideraciones ya son mías. Pero es que enseguida pensé en un sabio que refleja como pocos las ideas en la historia de Europa y al que Europa maltrató siempre, Ernts Bloch, un alemán apátrida que escribió, entre muchas cosas, dos volúmenes llamados El Principio Esperanza. La tesis es sencilla y él la avala narrando las ideas, movimientos, sueños y utopías, consideradas hoy normales, que en su día fueron locuras que han cambiado para bien el mundo (muchas de ellas solo realidades primermundistas pero que alimentan luchas y hálitos de vida en el resto del planeta).
Eso nos mantendrá vivos y con ganas de no rendirnos ante las mierdas del mundo; la constatación de que a las mierdas que hemos de combatir las rodean las bondades, el espíritu colaborativo, el deseo innato de la superación, la imitación de la naturaleza que mantiene su equilibrio, la razón frente a las sombras y los prejuicios místicos…
Propongo un reto personal con el permiso de Bloch y Punset. Al lado de cada mierda, horror, desastre y barbarie que constatemos en el mundo, podemos colocar al menos dos bondades y progresos del mismo nivel hasta el infinito contable. Incluso hoy ante el desastre. Porque la humanidad siempre lo habrá pasado peor antes.
Esta idea no puede hacernos perder ni un ápice de nuestro espiritu crítico, pero tampoco podemos cegarnos con pensamientos negativos porque, para empezar, estaría mermando nuestra capacidad de pelea y de avance.