miércoles, 16 de noviembre de 2011

He visto morir a Federico

He visto morir asesinado a Federico García Lorca. Ha sido en el teatro, el lugar donde las pasiones se sienten más intensas y las emociones se enredan a tus zapatos mejor y más que en cualquier sitio.
Acaba de ser detenido por la Guardia Civil en Granada, en la casa de su amigo el poeta Luis Rosales y su familia que milita en la Falange. Ha sido llevado, tras dos días encerrado en el Gobierno Civil, a la Colonia de Viznar, Granada. Un poco antes del amanecer lo sacarán a golpes y le darán “dos tiros en el culo por maricón”, un rojo señorito, traidor a su clase, poeta, dramaturgo, culto, universalista… toda una rémora de pecados imperdonables.
Pasa esas horas hablando a solas y con otros dos detenidos, un viejo maestro y un banderillero. Y conversando con sus propios personajes, en una mezcla de ensoñaciones y veras, que vienen a imprecarle, a apoyarle, a cuestionarle y hacer ver si su vida fue o no la correcta y si lo fue su arte. Y no lo fue, no se mojó lo suficiente y no vio a tiempo la debacle universal que se cernía sobre España, piensa de sí mismo.
Es un montaje sencillo, clásico, básico, lleno de ternura y referencias a su obra (mejora mucho más la cosa si además conoces sus obras y sus poemas) donde Bernarda Alba (la tiranía), Mariana Pineda (la libertad, el compromiso, la razón) Doña Rosita la soltera, (la emoción , la poesía) las mascaras sin pudor (de su gran obra inconclusa El Público) la gran pagana (el pensamiento laico y racional de Yerma) o algunos grandes poemas del Romancero Gitano o Poeta en Nueva York , mezclados con el teniente de la Guardia Civil o condenados como él, repasan España y su desmán y piensan donde están el compromiso y al implicación.
Es un montaje (sencillo, ya digo) del Teatro del Norte -de Asturias- que he visto en el Teatro de la Estación de Zaragoza la mañana del miércoles 16, rodeado de alumnos y alumnas de secundaria que no parecían haber ido nunca al teatro. Y entre ese “rumor de sangre joven” que diría Federico he vuelto a sentir el valor de las palabras justamente dichas, la necesidad de la enseñanza universal y laica y la valentía de la libertad. Y a recordar por qué amo a Lorca y sus teatro y sus versos de poeta perdido en su universo que sabe contar el mundo de la libertad y que escribió sin saberlo hasta su propia muerte.