

En Pripyat todo está destruido, arrasado. “Por todo hay enredaderas”. Pero aún funciona con descargas ficticias que duran segundos un auto de choque cuyos espectadores y animosos acompañantes del “hombre de Pripyat”, son sacos rellenos y ropas viejas. Hay dos hermanas que insisten en convocar bailes en el viejo Pabellón de los Adelantos Técnicos o el viejo Cine-Teatro Prometeus en los que, si hay suerte, Bajtiárov imitará a Demis Roussos. Se enfrentan a perros infectados y hambrientos, fingen que hay futuro aunque saben que la incertidumbre cotidiana termina cuando se te cae la piel a tiras, la sangre te sale por la boca y una bocanada más de aire es el final. Algunos viven de sus muertos, de los cuerpos de sus muertos, como Nastia que, con 89 años, planta cebollas radiactivas en la tierra donde sepultó a los suyos contaminados y nunca fue capaz de terminar de despedirse del cerezo de su huerto o de las puertas de su casa por temer a olvidarse de quien es. Otros de la nada, como los viejos Jrienko, que arrastran su vida comiendo lombrices gigantes nucleares encontradas en los desagües y tuberías que aún chorrean estroncio. Es una soberbia novela de Javier Sebastián publicada en DVD Ediciones en la que tienes que tomar aire entre los silencios de sus párrafos que dicen tanto como sus palabras. Y aún queda espacio para el amor, para morir amando entre tufos radiactivos, recordar lo que pasó y recorrer el primer mundo para contar las investigaciones del doctor Andrei Gudkov que, aunque nunca es tarde, mejor hubiera sido oírlo antes. Para amar en la distancia a Ilsa, refugiada lejos y espiada cerca. O para expresar la solidaridad y la subsistencia mediante una improvisada transfusión de sangre de muerto a vivo, con el muerto colgado de una viga y el vivo escondido mientras la sangre se espesa en un palangana.
Contada en tiempos distintos y con la perspectiva de otra década, de los innumerables informes consultados dentro y fuera de Rusia y con los más de 9.000 casos de cáncer y muertes derivadas por la contaminación nuclear en la cabeza, la novela de Javier Sebastian es un relato tan estremecedor como hermoso y revelador. Desde la frialdad de los informes oficiales y desde la ternura y el horror de los cuerpos en descomposición, los corazones que quieren seguir latiendo y las cabezas que no pueden olvidar, acaso, como mucho, reconstruir sus recuerdos.
Maravillosa novela. Maravillosa.
Empezaré a releerla ya mismo.