sábado, 7 de abril de 2012

Biomímesis: emular la naturaleza

Del griego, bío es vida y mímesis, imitación. La biomímesis es emular la naturaleza como modelo y como medida y el espejo en el que aprender lo que puede enseñarnos.
Esta sencilla definición esconde una compleja trama de apuestas científicas, éticas, filosóficas y, yo añadiría, políticas para construir, descubrir, evolucionar, pensar, actuar y enseñar de otra manera, simplemente observando como la naturaleza lleva milenios resolviendo problemas y manteniendo su equilibrio vital en el que todo sirve para algo y nada destruye nada importante.
En 1997, Janine Benyus, gestora forestal, consultora de sostenibilidad ambiental y fundadora un año después de Biomimicry 3.8, la primera consultoría mundial inspirada en la biología y educadora de los futuros biomimetístas, escribió este libro que hace unas semanas editó en español Tusquets.
¿Que dice? En 370 emocionantes e inspiradora páginas, cómo mantener una estabilidad dinámica, aprovechar los recursos sin generar residuos y ser parte del ecosistema en el que vivimos. Cómo salir de la crisis sin generar otra, cómo corregir errores de milenios y cómo avanzar tecnológicamente aprendiendo de las especies que nos rodean. Fibras que nos conecten y nos protejan más fuertes que el acero y además elásticas imitando a las telarañas; células solares que convierten la luz en energía acumulable y limpia; informática potente basada en biomoléculas; un pegamento basado en la sustancia con la que el mejillón se adhiere a las rocas; maniobrabilidad aérea aprendida de la libélulas; invernaderos aprendidos de los pelos transparentes de los osos polares; construcción basada en termiteros y botijos (como el edificio que las onegés del mundos lideradas por la Fundación Ecología y desarrollo de Zaragoza ensayaron para su sede en ExpoAgua 2008 de Zaragoza)... investigaciones en marcha aprendidas de una ley básica: la naturaleza gasta sólo la energía que necesita, ajusta la forma a la función, lo recicla todo, se sustenta en la cooperación, defiende la diversidad o frena los excesos desde su núcleo.
"La biomímesis no se plantea qué podemos extraer de los organismos y sus ecosistemas -dice Benyus- sino qué podemos aprender de ellos". Una postura vital basada en dos preguntas y tres niveles. Primera pregunta: ¿Cómo lo haría la naturaleza?; segunda: ¿cómo no lo haría la naturaleza? Primer nivel: la imitación de la forma natural. Segundo nivel: replicar el proceso natural además de la forma para llegar a nuestro objetivo. Tercer nivel: recrear el funcionamiento total de un ecosistema. Con las respuestas a las dos preguntas y los tres niveles de actuación deberíamos estar innovando nuestro mundo, cambiando nuestra forma de vivir y sentir y restaurando el equilibrio perdido. Construyendo, reparando y viviendo en un mundo con núcleos de autoabastecimiento y autoregeneración en el que las ciudades deberían ser un buen ejemplo, capaces la limpiar su agua, regenerar su aire, captar su energía limpia y mejorar la biodiversidad sin generar residuos e invirtiendo en el bienestar natural de sus habitantes.
¿Utopía, la versión new age de las viejos falansterios sansimonianos, los suelos de Jules Verne? No, para nada. Ni eso, ni las locuras insostenibles de la moderna biotecnología que viola los procesos naturales y la soberanía alimentaria.
Se trata de comportarnos como una comunidad biótica, ser parte del trabajo de todas las especies para mantener y mejorar la comunidad biológica entera de la que somos parte. Como casi termina su libro Benyus, "...lo que nos diferencia de otras criaturas es nuestra capacidad de influir en nuestro entendimiento. Como cultura, podemos decidir escuchar la vida, podemos tomar la decisión consciente de dejarnos guiar por la naturaleza a la hora de vivir nuestras vidas".
Se me ocurre una última palabra para definir este modo de estar y mejorar el mundo: bioinspiración.