
Libros en un Mercado de Barrio. Autoempleo y Cultura.
El cineasta francés Christian Faure dirigió en 2005 una excelente película en la que dos jóvenes miembros de la resistencia en París, organizan una red de falsificación de documentos que den libertad de movimientos a los enemigos de Vichy y pasaportes hacia la libertad a ciudadanos y ciudadanas judíos. Una de las vidas salvadas es la de una vieja amiga de la infancia y que terminará siendo un catalizador de las pasiones donde casi nada es lo que parece cuando el hermano pequeño de uno de ellos, descubre que es muy rentable hacer negocios sucios con los nazis y aprovecharse de las propiedades de las familias huidas. Es un tipo "normal" en una situación anormal. Pero comete un error mortal, indigno, que ilustra brillantemente la situación de los gays europeos camino de los Campos de Exterminio y que, por supuesto, nadie cuenta nunca en la historia del Holocausto. En esos campos, los homosexuales eran identificados con un triangulo rosa, como los judíos con una estrella amarilla o los comunistas con una insignia roja, y sometidos a reeducaciones, torturas e intervenciones cerebrales para “curar” su defecto.
La película se llama Un Amour a Taire (algo así como Un amor que ocultar), la he citado ya varias veces por su valor cinematográfico e histórico. Es también una historia de amor. Que estoy harto de oír cómo Tengo ganas de tí, por ej., es una película de amor y Brokeback Mountain es una película gay ("pero me encanto, eh" ¿Cómo que pero?).
Un Amour a Taire es magnifica desde el punto de vista narrativo y emocional, e imprescindible para dar a conocer el pasado de quienes no solemos tener hijos que reivindiquen nuestra memoria y arrojar luz sobre una realidad obviada. Porque hemos de rescatar muchas memorias históricas. Todas molestas, por supuesto.
No creo en los términos absolutos. Nada que sea real es perfecto, el progreso político y cultural desde la perspectiva LGTB (aprende éstas siglas: lésbica-gay-transexual-bisexual), experimentado en España, es histórico, aunque no sea lo mismo vivir en poblaciones grandes que pequeñas ni desempeñar un oficio u otro. Estoy rodeado de gente que todavía mantiene seguro su armario en el trabajo a riesgo de tener que asumir las constantes chanzas del personal, que notaría inmediatamente una nueva mirada más torva, una peor consideración y, es posible, que la perdida del empleo (esos que ya no quedan) porque somos peluqueros y artistas y maestros y panaderas y conductoras y médicas y mineros.
Si, ya se que parece de otro tiempo, pero cambiar la mentalidad de algunos cuesta mas que subir el Himalaya, también entre sus reaccionarias señorías conservadoras y sus ilustrísimas homófobas eclesiales. También en el sindicato y en la vieja izquierda. Y no digamos en la escuela cuando uno tiene doce años y ya sabe que es gay.
Nada hay más orgulloso que la actitud hetero que exhibe su condición sexual cada segundo de su vida y luego se escandaliza y molesta ante quienes reivindicamos la nuestra militantemente. Hace poco, las organizaciones LGTB hacían público un informe con un título escueto y obvio: el profesorado no está preparado para combatir la homofobia. Explico. Suelen verla sólo cuando es sangrienta y físicamente violenta, se sigue pensando en términos de distinto de la mayoría y esperando que los comportamientos sean estereotipados: mucha pluma, poca pluma, amigos de las niñas, blando, duro.... Y no somos diferentes ni iguales unos de otros. Simplemente somos. Lo otro es categorizar jerárquicamente. Aún se confunde macho (sexo del animal, también humano) con ser hombre o mujer. Uno o una es macho o hembra. Algo completamente distinto de ser hombre o mujer que es una construcción cultural que se refuerza cada día. Y, por supuesto, transgénero o un tipo de hombre o mujer. Porque también se definen culturalmente las masculinidades o feminidades cada día. Y los niños y niñas son lo que son y lo que hacemos de ellos. Todavía en el patio, el cole y los libros de textos (ahí somos inexistentes) la homofobia es cosas de chicos, nunca mejor dicho.
También sé que vivimos en un paraíso comparado con Irán o China o Gambia o Israel porque las históricas leyes de Zapatero y, sobre todo, décadas de organización y lucha del movimiento homosexual y lésbico, han cambiado mucho las cosas.
“En circunstancias difícilmente imaginables, muchas personas padecieron persecución a causa de su identidad y se arriesgaron por las libertades que hoy disfrutamos y la igualdad legal que empezamos a disfrutar. Hubo quienes simplemente mostrándose tal como eran mucho antes de que teorizáramos sobre la visibilidad como la poderosa herramienta política que es, hubo quienes creando los espacios donde poder sobrevivir que hoy tan alegremente se desprecian como guetos gays, o construyendo organizaciones propias en condiciones de extremo aislamiento. Sin embargo, quienes lucharon por sus libertades individuales; quienes iniciaron la destrucción de aquellas dobles y triples cárceles, de aquellos armarios concéntricos, no han recibido ni reconocimiento ni valoración.” dice la introducción del colectivo Towanda de ZGZ a su vídeo sobre la memoria histórica LGTB "Los Armarios Concéntricos" de hace un par de años.
Piensen en esto el próximo 28 de junio, Día del Orgullo LGTB. Pero sobre todo, el resto de su vida mirándose en el espejo, a sus amigos, a sus hijos y a sí mismos.
O mismas. Que de todo hay.
¿Que le falta a la cultura?
Quiero decir ¿además de verdadero apoyo institucional, presencia real en los medios masivos, recursos, lugares y relevancia social por parte de la gente. Públicos. Más públicos y más críticos?.
Proyectos y estrategias para asegurar el acceso universal de la cultura por encima de diferencias de clase, de origen, de género o de geográficas.
Ese es un trabajo que las instituciones en grado sumo no están haciendo y sí muchos profesionales de la cultura. ¿Cómo? Un pequeño ejemplo en dos enlaces para generar nuevos públicos teatrales.
http://teatro.es/contenidos/revistaDigitalDeLaEscena/RDE12_1/video.php?seccionCartelera=conAcento_TranviaTeatro.html&codigoEspectaculo=-1&video=43107772&title=Tranv%C3%ADa%20Teatro.%20Nuevos%20p%C3%BAblicos
El príncipe Gael no puede reír. Nadie en la corte puede hacer que abandone su tristeza. Una noche, el príncipe que pena mirando las estrellas desde una ventana, oye un ruido y baja a mirar. Lo que descubre es un joven con capa azul y una sonrisa demoledora que hace salir de su boca libélulas azules y que llena de risa y ternura al príncipe. Como premio, se juran amor eterno. El cuento ha sido editado por Bajo el Arcoíris, una editorial de cuentos infantiles y juveniles de temática LGTB (lesbica-gay-transexual y bisexual). En sus cuentos y relatos ilustrados, los temas principales son el amor entre personas del mismo sexo, el matrimonio gay, la adopción homoparental y la identidad de género. Además, todos los títulos de esta editorial están disponibles para su descarga gratuita en la red bajo la etiqueta de creative commons. Escrito por Verónika Bohorquez e ilustrado hermosamente por María Lemus, narra una habitual historia infantil de amor de un príncipe triste que encuentra el amor pero, esta vez, en otro chico al que jura amor eterno, sin modificar las claves tradicionales del cuento decimonónico de reyes, príncipes y castillos, pero sin espadas ni soldados, y con libélulas como metáfora de los besos y las "cosquillas" del enamoramiento. Un buen intento de transformar los prejuicios impuestos a los niños y niñas mediante la negación y el silencio, y hablando del amor sin etiquetas. Puedes verlo, descargarlo e imprimirlo aquí con licencia Creative Commons: |