
Pablo nació en Delicias. Anda por Madrid
de trabajo en trabajo cualificado por 600 €. Compartía piso con un compañero de
un proyecto de investigación al que han cortado el presupuesto y que se marchó
con lágrimas de ira en los ojos queriendo hacer cómo en las películas: cagarse
de verdad en la mesa y pintarrajear mensajes con brochazos de mierda. Pero no
lo hizo. Tiene más ética que “los recortadores”. “Investigábamos con menos
presupuesto que el dedicado a los toros en la tele” dice.
Los líderes de los grandes partidos y
los que manejan la nave de verdad eran y son los mismos, de puesto en puesto de
una cúpula petrificada. No los entiende y “ellos a mi tampoco”. Un gran número
de parados mayores no tiene formación pero el estado renuncia a invertir en
obra pública para agitar la economía. Exige formación pero anula la investigación
y encarece la Universidad. Habla de modernidad pero legisla con parámetros
preindustriales. Y los jóvenes formados son una carga social y familiar. Marca
España. Aragón diseña un logo para mejorar su imagen mientras cierra poco a
poco el Aragón real. Pablo dice que ni Buñuel entendería esta forma de surrealismo.
Es fácil ver los principios de las
cosas pero no tanto los finales, dice un viejo axioma narrativo. Pero aquí no
asumimos que el principio del drama es un modelo político y económico que no
sirve. Y que el final puede ser aún más amargo que la más amarga de las
predicciones. Pablo se marcha. No de Erasmus porque el estado ya no le ayuda a
financiárselo. Sino para quedarse. Un amigo le hace de contacto. Deja un país
que le viene dando igual porque él le da igual al país. La épica de patria, la
tierra que te vio nacer y epítetos como éstos sólo funcionan en las canciones y
los poemas antiguos. Son sustantivos grandilocuentes que no sirven para la vida
real. Al final importan los climas sociales, afectivos y políticos. Globalizados
como estamos y a pesar de que están rompiendo el viejo sueño de la Europa unida
antes de empezar, el clima se encuentra mejor en Islandia, en Suecia, en
Brasil. De hecho, “Alemania cuadruplica su apuesta por la energía solar cuando
ven el sol diez veces menos que nosotros”, dice Pablo. “A pesar de los minijobs con que Merkel castiga a los
jóvenes”. No seré yo quien le contradiga. Que lo hagan la presidenta y el
presidente, “que no saben inglés ni francés ni alemán, que no saben qué es la
vida real de la mayoría, ni han querido ser emprendedores, ni han tenido que
resistir cuando han emprendido, ni van a vivir peor de lo que vivieron sus
padres y cuya única bancarrota es la de las estadísticas macroeconómicas.
Hablan de oídas. Uno lo hace muy mal y la otra no hace nada. Y también esa nada
la hace mal” dice Pablo. Lo de Pablo es hastío. Y no me extraña.
Publicada en El Periódico de Aragón el 28 de Octubre de 2012