domingo, 23 de diciembre de 2012

Robar*



Los verbos se han hecho para ser empleados, los significados de las palabras no solo los marca la RAE sino también el uso popular y uno está muy harto de ver y oír como se inventan cada días discursos viejos basados en mentiras nuevas desde el poder para justificar lo éticamente injustificable (al menos en la ética democrática puesto que las demás éticas si las hubiera me importan un rábano).
Transferir recursos públicos que deberían ser dedicados a una escuela igual y de calidad  para todos y todas a la escuela privada es robar lo público para repartir en privado como si lo privado nos sirviera a todos. Los despidos en masa potenciados por la Reforma Laboral y la sustitución de trabajadores con derechos por nuevos empleados precarios es robar. Privatizar servicios públicos y sanitarios o recortarlos es robar el fruto de un esfuerzo colectivo pagado con impuestos que primero sirvieron para generarlos, luego para privatizarlos y mañana para rescatarlos otra vez con los impuestos de todos. O sea, robar. Sostener Bankia con Rato en la calle y Caja3 con seiscientos despidos es robar. Privatizar los laboratorios sanitarios aragoneses es robar. El repago es pagar dos veces. Y si eso pasa en un bar o en un taxi, todos exclamamos ¡me estás robando! Pero si el robo viene envuelto en decreto ley o decreto gubernamental entonces no, entonces las florituras dialécticas, la elegancia parlamentaria o el titular de primera página lo llaman reformar, ahorrar o copagar. Pero es robar.
Para reconvertir el mensaje  y el verdadero valor del discurso están los responsables de comunicación, los medios afines, las campañas institucionales y, en el fondo del asunto, una extraña pero comprensible necesidad de que nos digan cosas bonitas, de que nos consuelen y nos animen aunque sea con mentiras obvias o un anuncio de jamones, para poder seguir adelante, para levantarte cada día, ir a trabajar o buscar trabajo y autoengañarte después de toda tu vida pagando impuestos, trabajando barato, consumiendo y creyendo que las cosas estaban bien.
Es el (falso pero fácil) intento de salida de un trauma colectivo sobrevenido al tomar conciencia de que estamos en un agujero tremendo del que todos somos culpables. Y esas son otras dos mentiras gordas: ni es una salida ni es por culpa de todos.
Y sí, estoy enfadado. E indignado. Las mayorías parlamentarias no dan derecho a perpetrar políticas de destrucción sin atender a quejas y razones. Sin hablar, sin escuchar, sin dialogar.
Desplumar un país, podar la escuela, regalar costas y hospitales, paralizar la generación de infraestructuras esenciales para financiar caprichos aeronáuticos y prejuicios vaticanos, rescatar los bancos mientras otros buscan en contenedores y duermen en cajeros, gravar la cultura y convertir los juzgados en cobradores de multas preventivas es robar.
“¿Cree que nos gusta hacer esto? Que más querríamos que poder hacer otra cosa” dicen sus señorías azules en Las Cortes y claman el Presidente y la Presidenta. Sí lo creo, sabéis perfectamente qué y por qué lo estáis haciendo. Pero no lo llaméis España ni Aragón.
*Publicado en El Periódico de Aragón el 23/12/2012

viernes, 21 de diciembre de 2012

Libros gratis (y una mierda)

La lectura es fuente de placer y de dolor, origen de la sabiduría, puente a la reflexión, vehículo para la información y alas para la comunicación y el pensamiento. Y nos hace felices como una sana adicción. Pero todo esto ya lo sabéis. No estarías leyendo si no un texto de más de tres lineas y con comas bajo un título tan absurdo como el que lleva éste. Porque los libros son casi todo pero no gratis.
Nunca.
Resultan caros, a veces muy caros, para el nivel económico de la mayoría en España. Y, aunque no les han subido el IVA oficial (sigue en el 4%), les han subido el real: papel, impuestos, combustible, transporte o impresión son más caros, así que el libro también lo es.
Por eso y por un sentido democrático de acceso universal a la cultura se inventaron las bibliotecas. En ellas, los libros no son gratis porque nada lo es, siempre lo paga todo alguien aunque no se vea o se sepa quien, y en este caso son pagados con los recursos de todos y todas. En las bibliotecas los libros son públicos. Ese es su gran valor. Entras, miras, eliges y te lo llevas unos días.
Por eso, la política actual de las instituciones españolas (yo vivo en Aragón y mi gobierno es ridículo, cutre y mezquino en esto y en tantas cosas) es tan dañina. Es más doloroso y tiene peores consecuencias someter la cultura al mercado y recortar en la accesibilidad universal a la cultura que otros recortes de efectos a más corto plazo. De este modo, estamos pidiendo a las masas que consideren el saber y la cultura un privilegio y no un derecho (y un pelín obligación ética diría yo). Lanzamos el mensaje de que leer es ocio fácil, que es un asunto menor y que el libro y la facilidad de alcanzarlos no merecen respeto. Y estamos encareciendo el nivel intelectual del pueblo no comprando libros, no mejorando las bibliotecas y no haciendo más y, ahora, cerrando los sábados.
Este atropello a la razón - así, en verso de rancio tango eterno- es la prueba tangible de que la cultura, los libros y la igualdad de oportunidades les importan una mierda. Repito: una mierda. Una vez más y un poco más alto: LES IMPORTAN UNA MIERDA.
Así que si tu ayuntamiento o tu gobierno te cierran los sábados y los veranos, tú les importas una mierda. Y una mierda de consideración es lo que se merecen.
Yo me hice como soy de muchas maneras: en mi casa (a donde llegaba el Círculo de Lectores), en la calle, el bar, la escuela y la biblioteca del pueblo de mis veranos y los estantes de mi prima universitaria que llenaba con libros de biblioteca pública.
Recortarlas es un gran paso, despreciados gobernantes clasistas insensibles. Un gran paso para la humanidad y para ti hacia atrás. Justo hacia donde está la mierda.

Tres mareas inundan la calle*

*Texto escrito para la protesta de la Marea Blanca, la Marea Naranja y la Marea Verde de Zaragoza del 20 de Diciembre de 2012 en contra de la destrucción de lo público.
 
Seré por cinco minutos el cronista de lo que pasa aquí y ahora. 20 horas y 48 minutos. Tres mareas y la cumbre social de numerosos colectivos ciudadanos inundan la calle. Una marea verde que sale de las escuelas para defender la escuela pública; una blanca que sale de los hospitales para defender el sistema público de salud; y una naranja que sale de los barrios para defender los servicios sociales públicos. Juntos. Juntas.
¿Por qué? Porque es necesario reafirmar los términos igualdad, educación, cultura, salud, justicia, democracia, solidaridad, bienestar y pueblo. Y que no se confunda país con mercado. Esa es la disyuntiva. Queremos un país o queremos un mercado.
Si se quiere un país, se debe fundamentar su futuro en la escuela igualitaria, universal, laica y pública. En la investigación, la tecnología, el desarrollo, el saber, la memoria y el pensamiento. Un país con servicios sanitarios, sociales y educativos igualitarios y universales. No un estado con escuelas para élites dirigentes y escuelas para manufactureros a su servicio y donde se haga negocio con el dolor que es un concepto político pre democrático. Una educación aliada del humanismo y la cultura. Someter la cultura al mercado es la derrota del pensamiento. Si la cultura no importa, entonces, somos un mapa, no un país. Tienen que recordar que los libros, la música, el teatro, el cine… son arte, no ocio sometido al mercado. Y que ha de ser para todos. Se llama accesibilidad universal de la cultura. Y si la abandonamos como derecho y como obligación estamos renunciando a nuestra identidad como colectivo y nuestra esencia como humanos. Necesitamos una educación alejada de las cuentas de resultados, del negocio y de los dogmas religiosos.
A la justicia le han levantado la venda de los ojos para saber a quien se juzga y liberar a unos y condenar a otros en virtud de su filiación y su cuenta corriente. Y después de levantarle la venda le han sacado un ojo, el que mira el servicio, para que mire solo por un lado, el del cobro. Las tasas son multas preventivas. Son el sello identificativo que diferencia categorías de ciudadanos. La santificación de la desigualdad: Si tienes, pasas; si no tienes, tragas. Pero sin libertad e igualdad no hay justicia, y sin igualdad real ante la ley y las estructuras que la imparten no hay democracia.
Todos los sueños, las conquistas, los derechos, la aún lejana igualdad que íbamos construyendo para todos, ha sido volada por eliminación en un proceso histórico que podemos llamar la Revolución de los Ricos. Esta Revolución de los Ricos, en un concepto global y de modo premeditado ha encontrado el momento, la forma y el discurso para terminar con el precario pero fundamental Estado del Bienestar y lograr el fin de la intervención estatal en su mercado que reparte pérdidas pero mantiene la exclusividad de las ganancias. Sus recortes -que llaman reformas-  y sus reformas -que son recortes- han minado este estado del bienestar para que vivamos en un estado del Bienestuvo.
No quieren un país, quieren un mercado, a no ser que crean que país es un trapo coloreado y una cuenta corriente en un banco rescatado por todos y que todos protejamos sus privilegios. El concepto es simple: sociedades que rescatan personas, no personas que rescaten bancos. Eso es robar. Aunque ese concepto si se entienda bien. Lo llaman privatizar, despedir, congelar, recortar, incluso tienen la desvergüenza de llamarlo ahorrar, pero todos sabemos que estamos hablando de robar. Robar lo público para repartírselo en privado. Denostando lo público como si lo privado pudiera servirnos a todos.
Porque esas escuelas, hospitales, servicios o justicia que defendemos en una marea tricolor son nuestros. Nuestros. No estamos ocupando una calle, no nos están regalando nada. Es nuestro. Público. De la gente. Del pueblo, de todos. ¿También tenemos que explicar qué significa “de todos”?  Quienes gobiernan hoy -mañana ya veremos- sólo son los encargados de su gestión. Y si confunden gestión con disolución no tienen solo un problema semántico, tienen un grave problema democrático que les incapacita para representar al pueblo. No a una mayoría silenciosa sino a una ciudadanía consciente de sus derechos. 
Hoy hace 421 años que le cortaron la cabeza a Juan de Lanuza en la pza del Mercado de ZGZ, junto al actual Mercado Central. Día de las libertades de los aragoneses y las aragonesas y de cualquiera que haya decidido vivir aquí aunque no tenga papeles que le avalen. Esta es una amarga metáfora. Porque hoy decapitan al estado autonómico cuestionando las comunidades y la autonomía local, recentralizando las decisiones y obviando la voluntad de las ciudades y su ciudadanía. Porque de eso se trata entonces: de reformar España sin los españoles dentro, de redefinir Aragón sin los aragoneses dentro, de olvidarse del significado de otra palabra: ciudadanía. ¿Ciudadanos un día, súbditos cuatro años?. Necesitan reflexionar sobre el término democracia y recordar que una mayoría parlamentaria no es el permiso para el absolutismo recortador que perpetran.
Somos marea que inunda las calles para defender lo público. Cada gota sumada a otras gotas para derramarse juntas porque no quieren pagar su deuda y su modelo que significan paro, abandono y precariedad.
No decimos nada nuevo, estamos reivindicando lo evidente. Un discurso básico porque lo básico está siendo destruido.
Ellos reman en la disolución contra viento y marea.
Los aquí presentes y las decenas de organizaciones cívicas convocantes, caminamos en la defensa de lo público con cierzo y mareas.
Y cuando la marea viene, viene. No hay quien la pare.
Las 20 h y 53 minutos: Fin de esta crónica de urgencia.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Otra vida paralela*

Cuando las instituciones fallan, existe una vía paralela. Frente a las mentiras oficiales, hay una verdad paralela. Frente al robo de recursos y el cierre de servicios, hay una actitud paralela. Y frente a TVE está la red.
Pasa con la vida, cada vez más laica, y un gobierno empeñado en la vuelta a valores nacional católicos hasta el punto de imponer el dogma religioso en la escuela y suprimir a los ateos de la encuestas del CIS. Pasa con el desánimo generalizado y la realidad palpable de una economía desastrosa y el empeño oficial de decir que no estamos tan mal.  La realidad televisiva, el glamur de las series y los platós vespertinos con la calle apurada para subsistir. Con los anuncios de consumo frente al aspecto ruinoso que vamos teniendo. Con el discurso del emprendedor y las normas anti emprendimiento y el abandono de la Universidad como el de un objeto obsoleto. Pasa con el ridículo cotidiano de Rubalcaba y las esperanzas progresistas en la calle que le dan la espalda por minutos mientras esperan una señal. O la sicótica transformación de José Ignacio Wert que pasó de intelectual liberal a obsesivo neo falangista educativo. Pasa con las sonrisas de Rudi y su afirmación enfermiza de que “nunca he creído en el empleo público” y la destrucción del privado o el hecho de que ella nunca haya sabido qué es emprender o montar empresas. La sicosis de Rosa Díez y su desprecio por “la clase política” como si ella fuera fontanera y no llevara 30 años en el cuento. O con las colas para cenar en los comedores sociales y dormir en un albergue cuya atención ya triplica su capacidad y los fastos y exhibiciones del poder a cuenta de sus supuestos esfuerzos. O con los discursos sobre la formación y el abandono del frágil sistema público educativo y la Universidad a favor de la escuela privada enmascarada en la concertación. Y con el retroceso de Teruel pese a los discursos bielístas del insostenible Motorland. Y pasa con la sistemáticamente violada e incumplida Constitución y las tontadas organizadas el pasado jueves para que Rajoy, Rubalcaba y la monarquía celebren un texto histórico al que desprecian cada segundo de su vida política a la que se agarran como lapas.

Sobre cada asunto que pueda proponer o citar, existe una vía paralela de subsistencia y acción: las invisibles y vitales redes de solidaridad entre vecinos, familias y amigos; la economía sumergida, la alternativa y la del trueque; la cultura tuperware, los contenedores, la caridad (la buena y la mala), la solidaridad y el hambre frente a los recortes y expolios; la penumbra domestica frente a las exigencias de las eléctricas; el resurgimiento de la cultura, redes y proyectos alternativos frente a los recortes y el aplastamiento cultural oficial en una sociedad infantilizada intelectualmente; y los ecos en twiter, la blogosfera y los medios alternativos frente a los telediarios.
A la realidad oficial -que ha empezado a ser roída por la paralela como los muebles viejos con termitas- le pasa como a los imperios y los amores: cuando desaparece la idea sobre la que fueron construidos y se forjó su resistencia, se  derrumban.  Un día abrimos el armario –como en Nárnia- salimos de él y un gran león nos está esperando. Y observen, porque frente a las disposiciones y atracos gubernamentales, hay una rebelión paralela. A ver si llega en plan cierzo y avienta unas cuantas cosas.
*Publicado en El Periódico de Aragón el 9 de Diciembre de 2012