¿Recuerdan cuánto nos alucinaban algunas
denominadas democracias en las que la corrupción, la desigualdad y las mafias eran
las que mandaban, intocables, seguras, presuntuosas, tiránicas y televisivas?
Pues ya estamos en su club. En lo más alto del escalafón. Niveles de corrupción
visible como en Colombia, Argentina o Marruecos. Tan podridos que ya no saben
cómo disimular. Aunque tampoco les importa mucho porque saben que no pasa nada.
Nada relevante al menos.
Está el silencio cómplice. Cabreo en
el bar y el bus, andanadas en twiter y facebook, algunos medios escandalizados
y un pequeño político aterido de ira y vergüenza por lo que las mayorías y los
poderes instituidos hacen. Desasistencia social, miseria en las calles apenas publicada
y atentados contra la dignidad de la gente como no recordábamos. Y camino de
peor. La derecha social tapa, se escuda en la falacia de la herencia y del “y
tú más” en una postura tan infantil como contraproducente. Y la prensa de
derechas, tanta, prefiere esconder y negar no sea qué salpique hasta sus
cómodas poltronas. Es la voluntad de entregar el país en las manos de unos
pocos privilegiados, de instituir el clasismo como modelo, de restringir las
oportunidades de progreso, de combatir cualquier intento de igualdad, de
separar castas de manufactureros y dirigentes y a los hijos e hijas de ambos
para mantener el status quo. Y de hacerlo con prácticas mafiosas, indecentes.
Y ante el silencio de la mayoría. Porque
las quejas en el bar no sirven y en las redes y las acciones aisladas,
inútiles. ¿Donde se vislumbra la queja real de la mayoría? ¿Existe?
Dice una compañera que “no se podrán
ir parando más que algunas cosas puntuales porque la trama es demasiado grande”.
Esta pesimista visión es compartida por mucha gente. Porque sin una reacción
ética convertida en acción global y cambios de paradigmas, no hay salida. Bueno
si, una: Barajas, largándonos a la voz de ya. Pero no se trata de eso. Ni de
hacer como que te duele, como en las posturas indecentes y fingidas con
lágrimas de mentira de la desvergonzada Soraya.
Ni las salidas de pata de banco en plan estación de esquí de Rudi y su programa de desmantelamiento
de servicios y estado. Ni las desapariciones de Rajoy que sigue siendo el jefe de Bárcenas y candidato a gran destructor del siglo. Ni las dinámicas
del PAR repartiendo prebendas y acumulando privilegios en tres manos bailando
con quien sea por no apearse del burro. Ni la obtusa insistencia hacia la nada
de Rubalcaba y su pasado sin futuro (y
la inconsistencia de Lamban) dejando
a sus dignos afiliados sin argumentos de defensa.
El gusano dentro del capullo es más
útil que el viento que sacude la rama. Me refiero al que se transforma en
crisálida o polilla. No al gusano que repta en el poder político o económico,
ni al capullo que sonríe ladino en la tele, sabiéndose intocable con sus
cuentas protegidas, su despacho y sus privilegios incólumes. Hablo de pararlos,
echarlos, limpiar, reconstruir.
Y sí, son mafia. Grupos de poder,
modelo bancario, viejos líderes. Mafia: “f. Organización que emplea métodos ilícitos
para el logro de sus objetivos y no deja participar a otros en una actividad”. Y
o la derribamos en una acción política democrática general o nos quedamos a
vivir en la mierda sin expectativas.
Que larga va a ser esta tragedia.
* Publicada en El Periódico de Aragón el 20/01/13