El dolor debe llevar a la queja, la
queja a la conciencia y ésta a la acción. Sufrir es destructivo y sólo
quejarnos es agotador. Pero la acción puede ser muy constructiva, edificante,
liberadora y, desde luego, un camino a la solución. Si no aspiramos a cambiar
las cosas, estamos siendo cómplices. Y hay lugares y caminos para poner en
práctica los itinerarios del Principio Esperanza,
robándole la acepción a Ernest Bloch,
una de las reencarnaciones de la honestidad, el compromiso y la disidencia
permanentes, cuyo título en español fue publicado en editorial Trotta en 2006.
Porque al final se trata de eso: de
lo que hacemos y nos dejamos hacer. De las mentiras que tragamos o de las
verdades que buscamos. De las frases de moda y sus consecuencias o del
pensamiento crítico que nos lleva a la acción. La culpabilización de “todos los
políticos” es una queja reaccionaria y mentirosa. No son todos iguales. No
piensan lo mismo. No hacen lo mismo. De hecho, no existe nada llamado “los
políticos” excepto para neoliberales extremistas que sueñan con su propia
gestión corporativa frente a la democracia y para quienes se creen esa falacia
paralizadora y rancia que no se sostiene ni en la sociología más barata. Existe
la ideología. Y la ética. Es una cuestión de modelo. La ley que evitaría los desahucios
se logra en el parlamento y son unos partidos quienes la han propuesto y otros quienes
la han impedido. El rescate a Bankia está impulsado por unos partidos y
combatido por otros. El reparto de la riqueza es idea de una opción política y
anatema para otras. La privatización de la sanidad y la educación, robada de lo
público para el beneficio privado, es una opción ideológica frente a otra que
defiende la sanidad y la educación universal y pública. Rescatar bancos o
rescatar personas. El acceso universal a la cultura o el ocio como consumo. La
religión o la diversidad. La igualdad o la jerarquía. La transparencia o la
mentira. El transporte público para el medio rural o su aislamiento. La estafa
de las eléctricas o la apuesta por la energía renovable. Las últimas reformas
laborales o los derechos sociales. La política de la que habla el rey y la
rebelión de la que habla Rudi o la
política para todos y la rebelión real. Son opciones y se manifiestan en el
voto, la actitud individual y la opción ideológica. Es optar por la estadística
o por la verdad.
Y todo eso es Política. Una política
que requiere de principios y de personas, todas desiguales en función de los
intereses que representen y su grado de honestidad. Más personas en la acción
política apoyando otras cosas en los parlamentos y los gobiernos. Más gente
comprometida en la construcción popular de la alternativa.
El propio Bloch comienza así el segundo volumen
de su El Principio Esperanza: "El impulso hacia lo que no cesa
jamás, la carencia de aquello con lo que se sueña no causa menos sino más
dolor. Y ello impide acostumbrarse al estado de necesidad. Cualquier cosa que causa
dolor, oprime y debilita, tiene que ser eliminada. Tener solo un respiro no
bastó nunca a la larga".
Hoy la esperanza es cambio
de sistema, cambio de gobierno y rescate ciudadano, la construcción social de
alternativas, el compromiso político de más gente a pesar de "lo extraño
en la historia del despertar de la mayoría". Con otros políticos sí, pero
con más política, no con menos.
*Publicado en El Periódico de Aragón el 06/01/2013