domingo, 6 de enero de 2013

Más política, no menos*

El dolor debe llevar a la queja, la queja a la conciencia y ésta a la acción. Sufrir es destructivo y sólo quejarnos es agotador. Pero la acción puede ser muy constructiva, edificante, liberadora y, desde luego, un camino a la solución. Si no aspiramos a cambiar las cosas, estamos siendo cómplices. Y hay lugares y caminos para poner en práctica los itinerarios del Principio Esperanza, robándole la acepción a Ernest Bloch, una de las reencarnaciones de la honestidad, el compromiso y la disidencia permanentes, cuyo título en español fue publicado en editorial Trotta en 2006.
Porque al final se trata de eso: de lo que hacemos y nos dejamos hacer. De las mentiras que tragamos o de las verdades que buscamos. De las frases de moda y sus consecuencias o del pensamiento crítico que nos lleva a la acción. La culpabilización de “todos los políticos” es una queja reaccionaria y mentirosa. No son todos iguales. No piensan lo mismo. No hacen lo mismo. De hecho, no existe nada llamado “los políticos” excepto para neoliberales extremistas que sueñan con su propia gestión corporativa frente a la democracia y para quienes se creen esa falacia paralizadora y rancia que no se sostiene ni en la sociología más barata. Existe la ideología. Y la ética. Es una cuestión de modelo. La ley que evitaría los desahucios se logra en el parlamento y son unos partidos quienes la han propuesto y otros quienes la han impedido. El rescate a Bankia está impulsado por unos partidos y combatido por otros. El reparto de la riqueza es idea de una opción política y anatema para otras. La privatización de la sanidad y la educación, robada de lo público para el beneficio privado, es una opción ideológica frente a otra que defiende la sanidad y la educación universal y pública. Rescatar bancos o rescatar personas. El acceso universal a la cultura o el ocio como consumo. La religión o la diversidad. La igualdad o la jerarquía. La transparencia o la mentira. El transporte público para el medio rural o su aislamiento. La estafa de las eléctricas o la apuesta por la energía renovable. Las últimas reformas laborales o los derechos sociales. La política de la que habla el rey y la rebelión de la que habla Rudi o la política para todos y la rebelión real. Son opciones y se manifiestan en el voto, la actitud individual y la opción ideológica. Es optar por la estadística o por la verdad.
Y todo eso es Política. Una política que requiere de principios y de personas, todas desiguales en función de los intereses que representen y su grado de honestidad. Más personas en la acción política apoyando otras cosas en los parlamentos y los gobiernos. Más gente comprometida en la construcción popular de la alternativa.
El propio Bloch comienza así el segundo volumen de su El Principio Esperanza: "El impulso hacia lo que no cesa jamás, la carencia de aquello con lo que se sueña no causa menos sino más dolor. Y ello impide acostumbrarse al estado de necesidad. Cualquier cosa que causa dolor, oprime y debilita, tiene que ser eliminada. Tener solo un respiro no bastó nunca a la larga".
Hoy la esperanza es cambio de sistema, cambio de gobierno y rescate ciudadano, la construcción social de alternativas, el compromiso político de más gente a pesar de "lo extraño en la historia del despertar de la mayoría". Con otros políticos sí, pero con más política, no con menos.
*Publicado en El Periódico de Aragón el 06/01/2013