jueves, 16 de mayo de 2013

El maestro Tolstoi

Tolstoi es el maestro. Inapelable en la narrativa (escribió 29 obras), la estructura, el tratamiento de sus personajes, la carga política de las novelas cuya presencia en  las últimas décadas del siglo XX se considera antiliteraria y en el avance de temas y discursos que desde la década de los 70, la literatura anglosajona considera modernísimos en sus autores.
Y es algo más que el autor sagrado de Anna Karennina y su defensa de la libertad de las mujeres y reivindicación de la sinceridad, la igualdad y el amor en la vida real entre géneros (que  en su vida cotidiana no supo aplicar) y  de Guerra y Paz, un tratado sobre la diplomacia y la hipocresía, el ascenso social, las castas económicas y la convulsa historia en el marco de las guerras napoleónicas.
La modernidad de Tolstoi en su obra llega a tal, a pesar de sus flagrantes contradicciones como hombre, de citar en 1899 el derecho de dos hombres a contraer matrimonio entre sí. Ocurre durante tres frases en Resurrección y es la sugerencia de un juez frente a un montón de jueces que quedan escandalizados para siempre. Es, seguramente, Resurrección la novela más reveladora de Tolstoi, la que más (y lo hacen todas) partes de su personalidad, sus anhelos y su frustraciones muestra. Escrita en 1899 cuando su vida ya ha girado de repente y está en plena ebullición ideológica y espiritual, narra la historia de un hombre rico de pasado banal como la mayoría (ayer y hoy) que toma conciencia de su responsabilidad en la vida hasta el extremo de asumir como propia la desgracia de una criada de su tía a la que hizo un hijo, de la que se enamoró, y de cuyo infortunio en la vida se considera causante. Él y las rígidas, hipócritas e interesadas normas sociales patriarcales y clasistas que rigen en la Rusia de la época.
En Resurrección Tolstoi novela la vida de los presos políticos revolucionarios, bondadosos o violentos en los que prefigura las derivas posteriores del estalinismo frente a los marxistas dialécticos, la situación de las prisiones y el sistema judicial no aún no resuelta ni asumida por nuestras “democracias”, el vegetarianísmo, el concepto de todos los seres sintientes, la espiritualidad  individual, el papel de la mujer, el patriarcado, la sumisión de género, la corrupción política de clase aceptada como natural y la hipocresía eclesial y religiosa. Aquí, la historia de amor es más un contexto narrativo que un hecho importante en sí al contrario de lo que ocurre en la gran Anna Karennina. Son seguramente estas dos denuncias las que más agitan a Tolstoi, junto con el reparto de la tierra y el esclavismo sin esclavos que llena paginas en Karennina y Guerra y Paz. La hipocresía eclesial de un hombre que “cree” y que no soporta la estructura religiosa ni a la iglesia (en su caso ortodoxa rusa) y la corrupción vergonzosa de los de su clase, causa de tanto dolor y desgracia, y el origen de su riqueza que exige muchos pobres que la expliquen.
La corrupción y la vida sin moral ni límites en la degradación de las clases inferiores es precisamente el argumento de La muerte de Ivan Ilich: los vericuetos del régimen zarista, los apaños familiares y el desprecio a la capacidad intelectual y a la justicia (que hoy llena periódicos en España).
 
Discursos como estos, su intento de crear un nuevo régimen con los campesinos de sus tierras en sus últimos años tras su “autoexilio” en Yásnaya Poliana, su descarnada espiritualidad que hoy nos parecería “hiperpostmoderna”, su concepto de la escuela nueva y libre, sus relaciones políticas y su pacifismo militante del que se nutren Gandhi o Luther King y que comparte con David Thoreau, son los que le convierten en referencia ideológica aún ahora. Uno de los padres del anarcopacifismo, un revolucionario libertario y emblema de cierto naturismo cristiano.
Los debates, mensajes, ideas y reflexiones del protagonista y del narrador de Resurrección siguen siendo de una apabullante actualidad. Sus primeras veinte páginas podrían ser perfectamente (y desgraciadamente) una crónica comprometida de la vida hoy mismo.
Y luego está Confesión, que entra directamente a revelar lo más íntimo de su vida, sus ideas y sus pesares además de sus sueños.
Es una desgracia no saber ruso para leerle en la versión original. Y no, ni la mejor de las películas que se basan en sus novelas (las hay buenas) se acercan de lejos al valor de leerle.