La Federación Estatal
de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) posee un informe público
sobre acoso homofóbico en las aulas, entre jóvenes de entre doce y 25 años en
129 localidades españolas que da cariz científico a lo que cualquiera que mire
(si quiere) puede ver. El estudio está en la red pero les desgajo algunos
resultados: el 43% de quienes sufren acoso homofóbico se plantea el suicidio; el
17% lo intentaron, algunos lo consiguieron. Unos no se atrevieron a pedir
ayuda, otros la pidieron pero sólo la encontró en sus profes el 19%. Las
familias del 82% no fueron informadas de lo que estaba pasando casi siempre por
vergüenza y por no esperar suficiente compresión en un mundo en el que no
cuentas. El 90% de los acosados lo fueron por los cretinos maleducados por sus
casas y su mundo con los que compartían aula: los chavales, el 11% por un profe.
Es decir, en algunos casos por ambos.
El
acoso suele empezar a los doce años y no termina hasta que termina la
secundaria. Acosados y acosadores suelen ser varones “ante el desconocimiento de las
familias y el escaso apoyo del profesorado, que generalmente lo tolera”. Cunde
la sensación “de que no hay salida” y en los casos en que las familias son conscientes
“son las madres quienes suelen mostrar su apoyo”.
Insisto en que se ve si se quiere ver
porque por mucho, muchísimo, que la cosa haya cambiado en este país, la
realidad cotidiana demuestra que hay mucho más que cambiar aún. En la escuela,
la educación sexual que se “enseña” suele ser heterosexual y en algunos casos
bienintencionados se abre un capitulo homo. Los hijos e hijas de la mayoría son
heteros hasta que se demuestra lo contario y como tal se les habla, se les
refiere, se les educa y se les da por hecho hasta que un día, oh vaya, la norma
imperante no sirve. La tolerancia entonces (a años luz de significar lo mismo
que el respeto) solo aparece, si aparece, cuando uno o una revela su orgullo,
hasta entonces nadie le contó que uno/a pueda ser como le de la gana o como de
hecho sea.
Los recursos públicos y hasta los
suelos públicos pueden ser otorgados por las administraciones a gentes y
entidades sectarias en nombre de la libertad que no nos contempla o de una fe
selectiva. El caso mediático más reciente es la cesión de un suelo en el barrio
zaragozano de Rosales a Remar que “cura” gays y demoniza lesbianas. También la
concesión educativa a grupos declaradamente homófobos, la incomprensible
tolerancia con la jerarquía católica y sus desmanes contra la libertad sexual o
de pensamiento y sus atrevimientos contra la libertad democrática y la igualdad
de las personas, exenta de IBI e IVA. O al Islam más conservador. Las leyes
españolas y la voluntad gubernamental aragonesa no trabajan en pos de la igualdad,
teñidas aún de un rancio sexismo y un atávico machismo. La normativa aún no
prohíbe beneficiar con recursos públicos a entidades “contrarias a la igualdad”.
Y en casa. En muchas casas también.
La experiencia de los jóvenes del informe citado (hoy) y la de la infancia de
muchos de nosotros (ayer) sabe de eso: la educación sigue sin ser igualitaria,
el discurso mental de la mayoría tampoco y las aulas, sus lecturas y sus
dinámicas tampoco. El informe pone en datos la experiencia de muchos. ¿Ha habido
reacciones hasta ahora? No, aún no. Pues eso.
*Publicado en El Periódico de Aragón el 23/06/13