miércoles, 26 de junio de 2013

Soñar un mundo autoconstruido

Si el mundo me es hostil, crearé mi propio mundo. Y en él, las cosas serán justo como necesito. Sin volar lejos y sin generar ninguna neurosis, la fantasía será el vehículo para resistir. Esta idea ha debido generar siempre, cuando el orgullo era causa segura de muerte social o real en occidente, la subcultura gay o lgtb que la mayoría conocemos. La pertenencia a una subcultura nos hace percibir de una manera concreta las referencias, imágenes y discursos.
Como dice Alberto Mira en Miradas Insumisas (Edit. Egales, 2008), una de las funciones de las “narrativas simbólicas que ilustran la homosexualidad siempre ha sido la de “ser uno mismo”, reinventarse desde la fantasía frente a las trampas de la convencionalidad".
Por eso en el cine, la literatura, la música y el teatro, se tiende a establecer paralelismos entre la situación de uno mismo/a con la del protagonista o el personaje que de este modo se convierte en icono, referencia o símbolo sin que medie ninguna trama sexual de por medio. Este peculiar proceso de relectura, según Mira, se llama Apropiación. Esto es algo absolutamente personal, no hay que ser crítico, ni autor, ni periodista, ni nada, solo quien lee-mira-escucha para establecer una apropiación personal del personaje o el símbolo.
Pero es el hecho de que miles (millones) de personas coincidan en apropiaciones similares lo que establece las subculturas y no al revés. No ha de ser coherente, ni justificado, ni derivado de la intencionalidad del artista, es personal. Por eso los zapatos de Dorothy camino de Oz en busca del Mago, su frase: "ya no estamos en Kansas, Toto" y su vuelta a la insufrible Kansas, se convierte justo en lo contrario de lo que parece ser, una salida de la armario, el triunfo de la fantasía, la posibilidad de auto crearse un mundo propio frente al real insoportable en los que tenemos unas cuantos años. El discurso oficial de los símbolos será uno pero la apropiación de los significados será lo que queramos. Esto último es lo que suele ganar en mundos maltrechos.
De hecho, ni siquiera en la critica más oficialista o en el estudio menos atrevido de cualquier literatura o lenguaje artístico, se hace una interpretación de los hechos aislados sino "de las convenciones de la interpretación y, por lo tanto, de la producción y la recepción de textos en distintos períodos históricos" en palabras de la crítica Victoria Kahn. 
 
Si algo nos enseñó la obsesión de la corrección política es que aquello que no se nombra no existe y que la verbalización refleja la existencia. Luego, la existencia reconocida permite la igualdad, y la igualdad permite la libertad y el respeto.
Necesitamos crear un mundo autoconstruido porque el asimilado, generalmente, nos es dañino. Y en lugar de lograr un mundo global donde tengan sentido las palabras citadas (libertad, respeto, igualdad), nos compartimentan por ser "lo distinto" a lo impuesto supuestamente mayoritario. No somos los únicos: la habitación propia de las mujeres, los mundos sensibles de los artistas, los "rincones pacificados" de los niños lectores..... que no tienen lugar en el mundo convencional hetero consumista y rudo o como quiera que acabe siendo.
No estaría nada mal que estas consideraciones se las hicieran padres y madres y educadores/as frente a un aula. Consciente o inconscientemente (y puede que sea peor en el segundo de los casos) se educa en la heterosexualidad impuesta y aún en la diferencia de géneros. En las palabras, en los actos, en las referencias, los ejemplos..... hasta que aparece el/la diferente y entonces se le obvia o se ejemplifica como distinto que "también" tiene derecho a ser. En este caso es pura buena intención, pero un error dañino.
En la escuela este asunto cobra una vital importancia porque es el segundo lugar después del ámbito familiar, pero el primero de los públicos, donde niños y niñas se forman. Los niños no son crueles, son reflejo de actitudes de las personas adultas con las que viven o a las que ven, y que sienten esa crueldad y homofobia aunque crean disimularlas.
E insisto en los materiales, los valores, las referencias culturales, el peligro de los dogmas religiosos y sus leyendas y jerarquías, y hasta en la estructura física de los centros, donde para hacer escuelas mixtas se sumo a las niñas a las escuelas de niños. Los patios de recreo son prácticamente un campo de futbol, la sombra es escasa o los rincones de relax no existen, espacios que definen en sí mismos los usos para los que pueden servir.
A veces, es simple: cuestión de priorizar verdaderos valores de igualdad y diversidad en la escuela y en la vida. Lo otro es la homologación que mata la diversidad y, por lo tanto, la libertad.