viernes, 5 de julio de 2013

Lecturas con las persianas entreabiertas*

En una tórrida tarde de agosto de hace casi treinta años, en la que aprendí a asumir el incansable canto de las chicharras como un mantra refrescante, cayó en mis manos Pedro Páramo. Apenas 200 páginas. Me deslumbró. Capte la parte de la historia de la que fui capaz con catorce años: una historia de misterios, muertos, sonidos espectrales en la noche, amores impuestos y malogrados, tiranía. Inolvidable la muerte de Pedro en los brazos de Damiana Cisneros a punto de almorzar. O su comienzo: "Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre".
Hoy, las grandes novelas (muy largas por favor) son el verano. El verano puede ser tiempo de festivales, de conciertos, de amores nuevos, de más sexo… pero siempre será también el tiempo de horas y horas imbuido en un libro.
Todavía tiemblo si reabro Rojo y negro, Cien años de soledad, El siglo de las luces, Anna Karennina…. y recuerdo la primera lectura de más que parcial comprensión adolescente, de la que se es capaz con las ansias y el desconocimiento de esa edad, en horas robadas al sol, cuando las obligaciones fueron pospuestas y cada página era un mundo nuevo abierto solo para mí.
Zambullirse en una gran novela, perdido del mundo con las persianas apenas entreabiertas, es una puerta a la sabiduría. O, al menos, a momentos impagables de múltiples vidas hechas tuyas. Y tenemos bibliotecas públicas.
Te están esperando.
*AudioBlog de Rivarés. Cadena SER-Aragón.