Hasta ahora cualquier español valía
para presidente del gobierno y para seleccionador nacional de futbol. Y nadie
era nunca parte del problema pero siempre tenía la solución.
Ahora también. Y además, todos
llevamos un abogado, un juez, un periodista, un médico y un miembro de la
policía científica dentro. Y lo sabemos todo al instante. Sin reflexionar.
Las personas sabias no tienen una
opinión formada sobre cualquier cosa. Las ignorantes, si. Aunque no sepan ni
consideren importante argumentar.
Pero lo que hace el sabio no es
callar frente al ignorante que todo lo sabe. Quien calla es alguien que se
escaquea, que va a lo suyo y que no quiere saber nada de los demás. El sabio lo
que hace es preguntar, cuestionar, investigar, dudar.
Luego están la perseverancia de la
memoria y la perseverancia de la irreflexión. Una fatalidad que hace que un
hecho jamás demostrado, pueda seguir viéndose como verdadero porque así fue
presentado al principio. En un principio sin reflexión.
Buena parte de la cultura, la que
construye identidades y empuja hacia adelante, se basa en cuestionarlo todo y
en propuestas que rompen con lo asumido inconscientemente. Pero ayer y todos los
días vemos que aquí nos va el camino contrario.
Si midiéramos así el nivel cultural de un país, quizá viéramos la razón por la cual el nuestro cojea tanto. El termino reflexión suele desaparecer del diccionario.