Hace dos años casi un tercio de la
población española se consideraba clase media (encuestas del CIS). Muchos,
porque no se sentían clase trabajadora y no se atrevían a pronunciar algo por
lo visto tan cargado de ideología y sin glamur. Hoy ya no se sienten. Pero nunca
lo fueron, fueron trabajadores asalariados que vivían (algunos bien)
exclusivamente de su sueldo y de las condiciones de protección que ofrecía un
estado de bienestar incipiente y maltrecho que hoy camina por debajo de sus
cimientos. La clase media es aquella que posee recursos para vivir sin depender
de un salario a cambio de su fuerza de trabajo. Si el sueldo que recibimos es
alto y nuestras exigencias básicas están más que bien cubiertas, no nos
convertimos en clase media sino en trabajadores bien pagados. Porque si ese
sueldo desaparece como ocurre a cada vez más gente, no comemos. Y si se reduce
y vivimos sin un estado social, nuestras necesidades básicas corren peligro. ¿Apocalíptico y radical?
No y si. Apocalíptico no, porque tal afirmación no vislumbra el fin de la
civilización sino la transformación rápida a un modelo social distinto y peor.
Radical sí, porque habla de la raíz.
Pero apenas existe la clase
media. Cuando un país es próspero y roza niveles de justicia más o menos
generalizados, la mayoría de su población vive en mínimos estándares en la que
tiene asegurada una vivienda digna, alimentación, cultura, transporte,
educación y atención sanitaria, además de aire respirable y un medio ambiente
habitable. Pagados con recursos públicos porque la mayoría de los recursos son
propiedad de la comunidad y producidos por el esfuerzo de todos para todos. Aquí
no. Lo que ayer eran derechos humanos básicos que debíamos ampliar y afianzar
son hoy excesos que hemos cometido nosotros.
El lenguaje utilizado para embutirnos
tales ideas como carne picada en un intestino no se parece en nada a la
argumentación política, no tiene ningún rasgo de lenguaje ilustrado y racional
como se debe presuponer en seres alfabetizados con todo un sistema cultural
(defectuoso y a la baja, sí, pero sistema cultural) a su disposición. Es
lenguaje publicitario. En ese lenguaje traicionero nos dicen que hay que
emprender, crear empresas y no sé qué cuentos de salidas individuales a la
crisis-estafa. Lo que significa que “cualquiera pueda lograr mejorar su
situación personal”. Pero no se trata de que cualquiera pueda lograr sino de
que todos la logren, una diferencia no sólo semántica sino económica y
política. Un sistema que abrace a todos por igual y un poco más a quien más lo
necesita.
Hoy hace justo cinco años de la
quiebra de LehmanBrothers (15/09/08) algunos
de cuyos culpables son hoy miembros del gobierno. Esa quiebra no anunció lo que
llaman crisis sino que la desveló. Desde entonces, la mayoría de las personas
hemos perdido derechos, oportunidades, recursos y servicios. Algunas, la vida y
la dignidad. Y esas necesidades básicas de todos y para todos (vivienda, alimentación,
cultura, transporte, educación y atención sanitaria) no están en la agenda del
gobierno y de quienes le mandan, y no caben en su modelo. ¿Suena viejo, no? Muy
viejo, eso es lo peor.