viernes, 6 de septiembre de 2013

Otra cultura

El capitalismo no es sólo un sistema económico, es también un sistema cultural, con su imaginería, sus símbolos y sus relaciones mercantiles que, descarada o solapadamente, definen las relaciones humanas, afectivas y emocionales.
Estamos desgraciada y hastiadamente acostumbrados a que las cifras condicionen toda política cultural cuando la hay (que son menos veces aún de las pocas que parecen): precio, asistencia, éxito económico.... un sistema contable neoliberal destructor de toda cultura no acomoda y acomodaticia. Si la cultura circula por los mismos canales y principios de distribución que cualquier mercancía, es una cultura de élite o sin valor (en los dos extremos), mero consumo. Lo cual no significa que lo mayoritario sea malo y lo minoritario sea bueno, esa es una excusa manoseada y falsa. Si no se rompe esta costumbre estaremos reforzando la trampa en la que llevamos más de un siglo atrapados: o eres un elitista o un pobre mental, o consumes simpleza o incomprensión.
El viejo y anhelante sueño, que algunos mantenemos vivo, de la cultura para todos y de una cultura social distinta no se ha terminado. Lo que ha ocurrido no es que la cultura no interese de verdad a casi nadie, sino que ha vencido el impuesto ocio cultural banal del mercado, apuntalado por buena parte de nuestro gran sistema cultural. La cultura que no cuestiona, la que no critica ni reflexiona, la que no cambia ni genera nuevas identidades sociales.
Estas cuestiones, en especial la definición y necesidad de generar un sistema permanente alternativo cultural en la creación, la distribución, las relaciones laborales del sector y la filosofía que destilan (como tiene híperasentado el neoliberalismo) lo explica muy bien el filósofo francés Michel Onfray, animado por su espíritu libertario, en Política del Rebelde, un libro estupendo, radical y optimista sobre la resistencia y la insumisión para crear antes y ahora mundos distintos.
En palabras de Onfray "no es el fin de la cultura lo que ha pasado sino el advenimiento de un catecismo de masas tanto más simplista y apto cuanto más rígidas se hacen las posiciones elitistas" asumido, alentado y vendido universalmente, que pasa por cultura y aceptado institucionalmente porque tiene éxito numérico. La utilidad social no medible en parámetros neoliberales es otro cantar. Exactamente como el nuevo reparto del mundo: los muy ricos y el resto, un modelo capitalista.
Algunas llamadas políticas culturas de instituciones y entidades progresistas muy bien intencionadas, son poco más que amplias programaciones asequibles (a veces) en precio. Está muy bien, pero no es suficiente si no sirve para ayudar a entender el mundo, hilar causas con consecuencias y liberar la mente y el cuerpo.  En términos prácticos evidentes (los más importantes, tardan en verse si no se quiere mirar) son las grandes inversiones públicas beneficiosas para los poderes económicos e inútiles para los paganos que se hacen mientras se recorta lo que sostiene a una sociedad más o menos equilibrada.
Necesitamos una "mística de izquierda", no se si acertado este nombre que usa Onfray, un sistema distinto en la práctica y los objetivos, políticas que generen amor critico por el saber, lejos del consumo, del esteticismo y la élite, no?