miércoles, 18 de septiembre de 2013

¿Por qué no reaccionamos ante la injusticia?

¿Por qué no reaccionamos ante la situación social que estamos soportando? ¿Por qué no hay una reacción global o muchas reacciones individuales a la injusticia?  Quizá porque lo que algunas personas percibimos como injusto no lo es para otras muchas. Pero sobre todo, porque no existe la percepción de que las causas que originan esa injustica pueden modificarse
El sentimiento de rabia o de rebeldía de modo innato o irracional se tiene o no. La opinión sobre la injusticia se cultiva mediante la ideología y la razón. Pero la razón y la ideología tienen también una parte irracional. Privilegiados que ahogan y sacrifican su posición en pos de los desposeídos entregándose a causas de justicia social (unos pocos) y desposeídos, sometidos y empobrecidos que asienten ante la injusticia y el poder que les oprime (muchos). Tiene quizá mucho que ver con las emociones tanto (o más) que con la razón. Por supuesto, entran en juego la cultura, la educación, la capacidad intelectual, el régimen que nos ha formado, etc...la formación de la ideología. Pero las emociones son esenciales porque la concepción del mundo que se tiene por parte de la mayoría suele haber sido "absorbida acríticamente por los diversos ambientes sociales y culturales en que se desarrolla la individualidad moral" de cada quien, en palabras de Antonio Gramsci.
Eso hoy, se llama Síndrome de Indefensión Aprendida (IA) que te hace creer que tu propia conducta no tiene influencia ni consecuencia posterior en los hechos.  Y eso se aprende de modo consciente e inconsciente, se relaciona con el pesimismo o el optimismo y con la falta de memoria relacional, se vincula a lo experimentado en la vida y explica el miedo a la libertad y a la decisión y las ansias de subordinación.
Y mucha gente no asume que las causas que generan una injusticia, aunque la viva como tal, puedan ser modificadas. Y eso es lo que más deshumaniza a la humanidad: no reaccionar bien o mal, sino no reaccionar. No interactuar con el medio, dar las cosas por obvias, únicas, inmutables.
Hannah Arendt (si, la de la banalización del mal, la de la peli de Von Trotta sobre judíos colaboracionistas de los nazis, la filosofa sobre la violencia política) reflexiona en Sobre la Violencia acerca de la rabia y el uso de la violencia como respuesta social para cambiar cosas. “El más claro signo de deshumanización no es la rabia ni la violencia sino la ausencia de ambas. La rabia no es en absoluto una reacción automática ante la miseria y el sufrimiento. La rabia solo brota allí donde existen razones para sospechar que podrían modificarse las condiciones que nos abruman y esas condiciones no se modifican. Solo reaccionamos cuando es ofendido nuestro sentido de la justicia”.
Y aquí, quizá, reside una de las razones de la desesperante falta de reacción activa y posición de la mayoría ante lo que se nos viene encima, la idea de que se viene, no la idea de que nos lo echan. Alguien, por algo, de alguna forma, en un momento concreto. No un origen etéreo sino un origen definido.
El sistema cultural ofrece tantas posibilidades para la toma de conciencia como para lo contrario. Aunque lo fácil sea optar por lo contrario: la banalidad, la superficialidad, el consumo rápido, la indolora inconsciencia, eso que ¿Shakespeare? llamaba la felicidad de los conejos.
En un apéndice de Por El bien del Imperio publicado  un poco más tarde, el historiador Josep Fontana escribe: "la mayoría de los políticos, sobre todo de izquierdas, creen que la gente piensa siempre conscientemente y que, si se les dan los hechos, la mayoría razonará las conclusiones correctas. En realidad, el votante se alimenta de noticias y análisis que recibe de medios de comunicación afines a su modo de pensar y sentir. Comienza evaluando los hechos políticos emocionalmente, de acuerdo con un trasfondo de ideas morales firmemente asentado en su interior (...) y a partir de aquí la mente opera hacia atrás llenando, o inventando, hechos de acuerdo con este trasfondo interior".
Y claro, la izquierda transformadora, el "pensamiento democrático", no cuenta con las estructuras de poder de comunicación con que sí cuenta la derecha. Esto es también un factor.
Por eso resulta, creo, tan urgente, uno de los caminos esenciales del cambio social que siempre andamos dejando para otro día: otro sistema cultural alternativo a éste que permite generar mayorías adeptas. Igual que en las grandes tragedias de la historia: las minorías o los generales hicieron porque las mayorías aceptaron o no se sintieron implicadas.  La banalización del mal, de Hannah Arendt. ¿No?

Puedes leer también: http://blog.fernandorivares.com/2013/09/otra-cultura.html