“El hábito es la fuerza más poderosa,
dale basura a la gente hasta que no quiera otra cosa.” Así es.
Siempre, por lo visto. Pero podría ser al revés. No que no tuvieran hábito, sino
que en lugar de comer mierda todos los días y a todas las horas, comieran cosas
sanas, diversas y sorprendentes. Porque una mayoría sigue la tendencia sea cual
sea. Y, después de todo, “no les das a tus hijos todos los días comida basura ¿no?”.
Esta es la tesis de una película alemana de 2007 dirigida por Hans Weingartner llamada Un
juego de inteligencia (Free Rainer)
en la que se exploran los hábitos televisivos, se manipulan los datos y, tras
una mentira, se cambia toda una sociedad y se hunde a los cretinos de la tele
basura y sus valores.
Rainer es un arrepentido de vida
acomodada, burguesa y violenta, productor de televisión premiado y con mucho
éxito, bastante despreciable al principio, al que un shock cambia los
planteamientos vitales. Rainer se alía con una activista política que fue víctima
en su día de sus glorias televisivas llamada Pegah y con un lector empedernido y poco sociable que se mueve en la tripas de la red y a caballo de la tecnología como una ballena en las profundidades marinas. Junto a “desechos
sociales” provocados por el paro, la soledad y el desprecio burgués del sistema,
funda su propia comunidad humana dedicada a combatir la tiranía salvaje de la
tele basura, las mentiras estadísticas de los audímetros "que controlan todo lo que pasa en Alemania" y a “liberar hogares”
de esos comedores de mentes.
Puede que poco desarrollada, sin lograr todo
el esplendor que promete y con más pistas que invitaciones, la película enfrenta como trágica
comedia el fenómeno de la tele que insulta la inteligencia humana y que no
tiene límites para generar nuevos programas que paralizan la cabeza y el corazón
y arrojan muchos dividendos.
“Mis amigos han optado por no ver la
tele o por verme a mí hablar sobre libros y política” dice una reportera de televisión cuando cubre el fenómeno
inexplicable de los cambios de hábitos televisivos. Nadie lo entiende, pero el sistema se
escandaliza como nunca se escandalizó con que el consumo mayoritario fuera de mierda
mental. El malo, el más malo (y sincero), el gerente de la tele en la que en otro tiempo
trabajaba Rainer, ofrece algunas de las reveladoras frases de la película, capaces
de explicar lo que pasa, por qué pasa y por qué va a hacer todo lo posible porque siga pasando: “Gracias a esto que te quieres cargar, la gente va a
trabajar y luego se sienta enfrente de la tele y ya no sufre más, creen que la
vida real es esto y ya no tiene problemas”. Un cínico repulsivo del viejo mundo
frívolo y cruel de Rainer, que incluso pretende financiar su guerrilla
una vez descubierta, y permitir que sigan con su revolucionario plan si sólo lo lleva a cabo contra las demás cadenas pero manipulan a su favor los
datos de la suya. El “homo videns” no ha creado una nueva forma de
pensar, sino una que ha dejado de hacerlo.
Y ¿esto cambia las cosas? En la
película mucho: las relaciones sociales, las humanas y las mercantiles en un
mundo de compra-venta que no se va a quedar aquí. La guerrilla, su proyecto,
trastoca toda la vida de Rainer de un modo que nunca imaginó, lo libera. Y también cambia la vida de los demás. ¿Por qué?
Porque el hábito existe en todos los órdenes de la vida y si se cumple la ley
de la oferta y la demanda, vamos a usar sus herramientas de manipulación y
tecnología para cambiar esa demanda y destruiros. Dejarás de comer-ver-hacer mierda y generarás el hábito de otra cosa mejor. No solo frente o sin la tele.
Un poco simple, vale. Y un guión
escasamente desarrollado y un poco arquetípico por momentos. Pero con
personajes y discursos vitales sobre un debate esencial y una realidad alienante, condensados en dos horas que se ven muy bien y
que deberían llamarnos a la reflexión y la acción. Si quieres cambiar hábitos, claro.
Mírala y luego discute.
Aquí el tráiler (doblado al
castellano):