sábado, 21 de diciembre de 2013

Comprar manzanas es un acto político*

Zaragoza poseía 2600 hectáreas  cultivadas en 2003, hoy hay solo 300, explotadas por 22 agricultores. Dos de ellos se jubilan ya. La aspiración de la Plataforma por La Huerta Zaragozana (huertazaragozana.blogspot.com) es abastecer a la ciudad en gran medida de productos sanos de calidad de KmCero (¿recuerdan cuando sabían y olían?), es decir, sin la insoportable huella ecológica de los productos de otros continentes o países lejanos. MercaZaragoza (como el resto de Mercas en España) vende tomates cultivados bajo plástico con calefacción en Polonia; patatas, calabacín y zanahorias de Alemania; piñas chinas, judías verdes de Burkina Faso, y cerezas y manzanas de Estados Unidos. Y no es que no se deban comprar -que no se debe, por mucho que se empeñe en comer productos de fuera de temporada- sino que hemos destruido la huerta local para comer productos de ínfima calidad. No por su origen, sino por sus dueños.
¿Qué es eso tan lejano que nos comemos? Si es producto ecológico de más allá del océano, una estupidez, puesto que el coste ambiental de la traída anula cualquier valor ecológico. Si es industrial, pesticidas y un aspecto de cuento con un interior repulsivo. (Insisto: ¿recuerdan el olor de un tomate?). La mayoría de estas producciones están en manos de ocho corporaciones mundiales que han reducido la capacidad de cultivo de la tierra en diez veces a base de fertilizantes químicos en un criminal intento de aumentar la producción con la sustancia que la está matando. El 1´9% de los productores españoles recibe el 26% de las subvenciones de la PAC (entre ellos y a porrillo la Duquesa de Alba). El 73´5% de los productores se reparte el 15 de ese dinero europeo. En la huerta de proximidad no saben qué es eso. Solo deben escuchar a Ismael Sanz, ex técnico de la Unión de Agricultores y Ganaderos de Aragón (UAGA) durante ocho años, colaborador de Vía Campesina y experto ejeano de referencia en Soberanía Alimentaria. O consultar a la OMS.
Todo eso necesita un mercado de circuito corto. Una forma de empezar son los comedores escolares. Una medida política de gran calado de tres primeras consecuencias prácticas: creación de empleo y mercado para los agricultores locales; la salud de los niños y niñas en los colegios; y la creación de una masa crítica que tras comer doce años saludablemente habría sido culturizado en lo ecológico y lo local, fundamentos de la soberanía alimentaria.
Recuperar la huerta de proximidad es salud, independencia, un modelo socioeconómico y urbano sostenible y fuente de empleo local si empezamos ya a formar nuevos horticultores y crear nuevos canales de distribución.
Podemos hacerlo. Comprar una manzana es un acto político consciente o inconsciente. Peligroso o transformador. Si se compra al productor o a las corporaciones. Incluso puede aprovechar los resquicios de la ley para que el AMPA del cole de sus niños exija, cien por cien, producto ecológico en su comedor fuera de las garras de los imperios del catering. Se hace en coles de Aínsa y Zaragoza. Al menos, si el Gobierno de Aragón (en la comunidad en la que vivo) no perpetra la centralización del servicio en una empresa sin control social.
Pueden leer el revelador “Soberanía alimentaria en las Mesas de Comedor” de Carlos Soler o ver en Vimeo “El plato o la vida” de Nani Moré. O pensar en Copenhague (550.000 hab.) que consume el 85% de sus frutas y verduras orgánicas.  Es una oportunidad.
* Publicado en El Periódico de Aragón el 22.12.13