Zaragoza poseía 2600 hectáreas cultivadas en 2003, hoy hay solo 300, explotadas por 22
agricultores. Dos de ellos se jubilan ya. La aspiración de la Plataforma por La
Huerta Zaragozana (huertazaragozana.blogspot.com) es abastecer a la ciudad en gran
medida de productos sanos de calidad de KmCero (¿recuerdan cuando sabían y
olían?), es decir, sin la insoportable huella ecológica de los productos de
otros continentes o países lejanos. MercaZaragoza (como el resto de Mercas en España) vende tomates cultivados bajo
plástico con calefacción en Polonia; patatas, calabacín y zanahorias de
Alemania; piñas chinas, judías verdes de Burkina Faso, y cerezas y manzanas de
Estados Unidos. Y no es que no se deban comprar -que no se debe, por mucho que
se empeñe en comer productos de fuera de temporada- sino que hemos destruido la
huerta local para comer productos de ínfima calidad. No por su origen, sino por
sus dueños.
¿Qué es eso tan lejano que nos
comemos? Si es producto ecológico de más allá del océano, una estupidez, puesto
que el coste ambiental de la traída anula cualquier valor ecológico. Si es industrial,
pesticidas y un aspecto de cuento con un interior repulsivo. (Insisto:
¿recuerdan el olor de un tomate?). La mayoría de estas producciones están en
manos de ocho corporaciones mundiales que han reducido la capacidad de cultivo
de la tierra en diez veces a base de fertilizantes químicos en un criminal
intento de aumentar la producción con la sustancia que la está matando. El 1´9%
de los productores españoles recibe el 26% de las subvenciones de la PAC (entre
ellos y a porrillo la Duquesa de Alba). El 73´5% de los productores se reparte
el 15 de ese dinero europeo. En la huerta de proximidad no saben qué es eso. Solo
deben escuchar a Ismael Sanz,
ex técnico de la Unión de Agricultores y Ganaderos de Aragón (UAGA) durante ocho años, colaborador de Vía Campesina y
experto ejeano de referencia en Soberanía Alimentaria. O consultar a la OMS.
Todo eso necesita un mercado de
circuito corto. Una forma de empezar son los comedores escolares. Una medida
política de gran calado de tres primeras consecuencias prácticas: creación de
empleo y mercado para los agricultores locales; la salud de los niños y niñas
en los colegios; y la creación de una masa crítica que tras comer doce años
saludablemente habría sido culturizado en lo ecológico y lo local, fundamentos
de la soberanía alimentaria.
Recuperar la huerta de proximidad es
salud, independencia, un modelo socioeconómico y urbano sostenible y fuente de
empleo local si empezamos ya a formar nuevos horticultores y crear nuevos
canales de distribución.
Podemos hacerlo. Comprar una manzana
es un acto político consciente o inconsciente. Peligroso o transformador. Si
se compra al productor o a las corporaciones. Incluso puede aprovechar los
resquicios de la ley para que el AMPA del cole de sus niños exija, cien por
cien, producto ecológico en su comedor fuera de las garras de los imperios del
catering. Se hace en coles de Aínsa y Zaragoza. Al menos, si el Gobierno de Aragón (en la comunidad en la que vivo) no perpetra
la centralización del servicio en una empresa sin control social.
Pueden leer el revelador “Soberanía alimentaria en las Mesas de
Comedor” de Carlos Soler o ver en
Vimeo “El plato o la vida” de Nani Moré. O pensar en Copenhague
(550.000 hab.) que consume el 85% de sus frutas y verduras orgánicas. Es una oportunidad.
* Publicado en El Periódico de Aragón el 22.12.13