“Zaragoza Esencial” puede ser un plan
meditado y trabajado por los asesores del alcalde Belloch, que han leído a Jane
Jacobs (sobre todo su Muerte y Vida
de las Grandes Ciudades, editado en español en 1977 y reeditado en 2011) y
a otros urbanistas del siglo XX. Pero Zaragoza y la situación económica de
desastre en la que estamos, pese a las mentiras en Moncloa, requiere mayores
miras.
En
Zaragoza hay 47.107 hogares en situación de precariedad, el 17 % de sus habitantes. La pobreza extrema afecta
a otros 4.530 hogares. Son datos del último informe de Caritas. Pero lo sabemos
también por quien nos rodea cada día, por el barrio y por las casas sin
calefacción y sin luz y su recibo creciente. Y eso, a pesar de que la ciudad ha
asumido parte de los programas abandonados por el Gobierno de Aragón que milita
en la destrucción de su red de protección social y en su incapacidad para crear
empleo decente. Se puede ser muy pobre incluso teniendo un trabajo.
La inversión pública es un motor
necesario para reanimar la economía, pero en un marco de búsqueda de nuevo
modelo productivo que ninguna institución ha comenzado aún. Una idea que parece
radical, porque lo es, pero que defienden los foros globales de desarrollo más
avanzados. Eso exige huir de la construcción de nuevas viviendas y de otra
burbuja inmobiliaria. La ciudad tiene unas 10.000 vacías sin contar los
desahucios más recientes y las ya licitadas en los barrios del sur.
Pero el debate sobre el modelo urbano
no es debate sin participación real. Me acuerdo muchas veces de un desgraciado
incidente con un desgraciado ciudadano con ánimo de súbdito que paró su coche
en medio de la Pza de España de Zaragoza el 13 de febrero de 2003 para gritar
histérico “!La democracia es mañana, la democracia es mañana!”. Gritaba a
quienes nos manifestábamos todos los días contra la invasión a Irak a la que
nos llevó Aznar, luego revelado comisionista
de armas para EINSA. Al día siguiente elegíamos presidente para España y el PP
ya temblaba con su derrota. Aquel súbdito confundía las elecciones con la
democracia y se conformaba (o quería que lo hiciéramos quienes que no pensaban/sentían
como él) con el voto emitido cada cuatro años y el silencio durante el resto de
legislatura. Y no se trata de eso. Esa es la teoría de la mayoría conservadora
y de las mayorías institucionales. En Aragón Rudi repite en las Cortes de vez en cuando: “los ciudadanos nos han
votado” como la gran justificación de todo. En ZGZ se consulta el color de un
puente sobre el Ebro.
Ha ocurrido con el Plan de Movilidad
de ZGZ tras la implantación de la línea 1 del tranvía (que sigo considerando
maravilloso) pero que nunca puede ser un medio único de comunicación entre
barrios: se han dibujado las nuevas líneas del bus sin incluir a los
interesados en la discusión del plan final y ha sido un mal plan. Nadie que no
sea implicado en una decisión puede ser obligado después a considerarla como
propia. Pasará con la “Zaragoza Esencial” y quizá con cualquier cosa que no se
someta a esta idea básica democrática.
No hablo de referéndums sobre planes
ya elaborados, cuyo valor es relativo en función de la información manejada.
Hablo de elaboración común de los proyectos importantes de modo transversal
mediante Planes de Participación. Mi abuela, que era muy lista, decía:
“pregunta, coño”.