lunes, 13 de enero de 2014

¿Es posible un nuevo fascismo aquí y ahora? La Ola

¿Es posible un  nuevo fascismo de masas aquí y ahora?  
Si. Muy fácil. Con nuevos retos y viejos discursos pero con una nueva estética y la apariencia de un movimiento nuevo que desprecia a los políticos y la política como causantes de todo mal, y que no cuestiona el capitalismo sino que lo refuerza destruyendo cualquier atisbo de control democrático y respeto a la libertad. Y con masivos apoyos populares inconscientes de ser fascistas. Como siempre, por otra parte.
En la película La Ola (Die Welle) dirigida por Dennis Gansel en 2008 en Alemania, un popular, roquero y aparentemente libertario e iconoclasta profesor de secundaria, inicia un experimento con una clase para explicar la autocracia. En el primer día descubre como con aparentes simples cambios, en un juego, la clase reacciona por primera vez a la disciplina, la identidad de grupo y la obediencia. Reúne a los alumnos que siempre le han querido como un colega, a los necesitados de referencias, a los “frikis” sin amigos, a los productos de familias desestructuradas e, incluso, a quienes parecen tener una ideología definida y se sienten libertarios o punks. Generan un grupo nuevo y las funestas consecuencias filo fascistas que conlleva con un demoledor y doloroso final. Y esa es precisamente la pregunta con que se inicia el juego: “¿Creéis que es posible hoy una dictadura?”. La respuesta unánime es No. Sin matices, sin duda, aprendieron todos del horror nazi. Pero enseguida empiezan a colarse matices inconscientes vinculados al orden, la patria, la comunidad, el grupo, la identidad, el orgullo de pertenencia e incluso los afectos, y las respuestas que éstos parecen poder dar a todas sus dudas adolescentes. Adolescencia aquí es también inmadurez intelectual y emocional, algo que nada tiene que ver con la edad y que pueda durar los 80 años de vida media de un individuo.
“¿Qué haría falta para que fuese posible? ¿Cuándo existe el peligro?” pregunta el profesor. Queda claro: crisis económica, alta tasa de paro, incertidumbre….lo dicen los estudiantes. Como siempre, por otra parte.
Y al profe se le va de las manos y la clase, bautizada como La Ola,  se uniforma, crea nuevas normas cada día, se extiende y queda fuera de control en su marasmo de declaradas buenas intenciones e inconfesos objetivos. Una excelente metáfora que convertirá el instituto en un drama político de consecuencias inmedídas.
Tienen su brazo violento, su lado intelectual, su justificación emocional, sus símbolos deportivos, su logo como enseña inviolable.. y su líder imbatible “para barrer a los políticos de toda Alemania y arreglar las cosas”. Y si alguien quiere evitarlo (“Parad la ola” es el lema de dos solitarias conscientes del horror que se les viene encima) es culpable de asocialidad. Todo esto en el ámbito poco metafórico de un instituto alemán de secundaria.
Y eso es lo que puede ocurrir hoy y lo que quizá alumbren convicciones reaccionarias y medios de comunicación provocadores con eso de que “los políticos son todos iguales y culpables”. Cosa que es falsa, y que nunca oímos decir de los banqueros, los ricos, los directivos de grandes clubes de fútbol o los dueños de grandes corporaciones económicas o mediáticas. A los primeros podemos elegirlos y descabalgarlos entre muchas opciones distintas. A todos los demás, no.
Si el fascismo regresa, aunque muchos de sus hijos siguen aquí reclamando olvido para sus culpas y exigiendo venganza por las culpas (reales o no) de los demás,  no será con aspecto de fascismo clásico. Es, porque ocurre en el presente, con formas populistas y demagogas de siglas electorales. Incluso de apariencia bienintencionada que nunca ponen en cuestión a los amos del mundo y dueños de las cosas ni se rebelan ante el capitalismo global. Está pasando en la Europa a la que pertenecemos, donde cada día se deciden más cosas y donde puede alumbrarse un sueño (si se empuja) o una pesadilla (si no se impide).
La película La Ola fue rodada en 2008 en Alemania. Está basado en La Tercera Ola, novela de Morton Rhue publicada en 1981, que refiere a su vez un experimento del mismo nombre en un instituto de secundaria de California en 1967. Las fronteras geográficas solo matizan los procesos. Con las necesarias (y leves) actualizaciones, no se me ocurre mejor modo de explicar por qué el peligro del fascismo sigue siendo real. Lo explica excelentemente bien Henrich Mann en su novela El Súbdito (1951) en otra época y otro siglo. Pero en este experimento y esta película, el discurso es claro, revelador, contundente y “divertido”.
Vean la película, proyéctenla en su clase, en su centro, en su barrio… Y desconfíen de populismos coloristas y nuevas derechas que claman contra los políticos. El final siempre es el mismo.