jueves, 27 de marzo de 2014

La cultura ¿nos hace mejores?

La cultura no nos hace mejores, nos hace más inteligentes y libres. Los  cultos malvados solo son más sibaritas y eficaces en su maldad, porque también son intelectualmente más inteligentes y capaces. Otra cosa es su capacidad y su inteligencia emocionales. Y la ideología.
Hitler era un amante de la pintura, un lamentable y fracasado pintor (que, de haber pintado, quizá hubiera tenido el tiempo ocupado) y un gran lector. Stalin amaba leer y se cuenta que se dejo los últimos kopecs en (sus) malos tiempos en librerías de saldo y que lo leyó todo. Mao leía todo el tiempo y hasta montó una librería en Pekín antes de comandar la revolución. Heideger fue miembro del Partido Nazi alemán todos los años en que fue legal en Alemania, desde 1933 hasta 1945. Y el ministro Wert un licenciado superior experto en arte contemporáneo, ya ves.
Hasta los símbolos gloriosos de la cultura europea pueden subvertirse a un lado y otro y usarse para una cosa y la contraria. La Novena Sinfonía de Beethoven fue usada por la república de Weimar  en 1927, primer centenario de la muerte del compositor, como símbolo de una Europa nueva y el sueño de la Sociedad de Naciones. En 1933, tras las elecciones ganadas por Hitler, en el mítico y vivo Festival de Bayreuth, Richard Strauss dirigió la misma sinfonía como símbolo del fatal nacionalismo alemán a punto de devorar Europa. Y,  desde 1938, la Sinfónica de Berlín la interpretaba obligatoriamente para conmemorar cada año el cumpleaños del Fhurer junto a los himnos nazis por decisión de su ministro de propaganda, el cultísimo Goebbels. Bakunin vociferó emocionado tras oírla, que esa música sería parte de la fuerza que terminaría con el viejo mundo y crearía el muevo y libre, un símbolo revolucionario. Hoy, su cuarto movimiento es el Himno de la UE resquebrajado por el neoliberalismo, la doctrina del shock, la ultra derecha y la Alemania de Merkel.
No, la cultura no nos hace mejores, no hace inteligentes, libres, poderosos. Lo otro ya, queda al margen. Pero ay! de la sociedad que no invierta esfuerzo y recursos en cultura. 
O es que, en realidad, ¿hay una cultura y una cultura? ¿Una que es una herramienta crítica para ver, pensar, ser y actuar de otra manera?  ¿Y una que obedece y refuerza el discurso hegemónico de cada momento? ¿Una que exige esfuerzo, crítica y evolución y una que no, que necesita del placer, el hedonismo fácil y del discurso vacuo? ¿Una que sigue la lógica empresarial del beneficio directo y máximo, la lógica de la rentabilidad material, y otra que circula por vericuetos distintos y pone en jaque al poder, el mainstream y el orgullo de ser ignorante y seguir la corriente?
La cultura es una plasmación de la ideología. Y, a su vez, una creación ideológica. Es la cultura la que ofrece una visión del mundo material y sentimentalmente, y la que deriva de una realidad económica. La cultura surge de una realidad y genera una nueva.