domingo, 13 de abril de 2014

El Conocimiento*

Hay una perversa frase pronunciada el 21 de julio de 2007 por la aún ministra de economía de Nicolas Sarkozy, justificando recortes educativos y nuevas exigencias laborales. Dijo Christine Lagarde: “Piensa menos, trabaja más (…) En nuestras bibliotecas tenemos bastante para pasarnos siglos hablando”. A esta espeluznante ministra luego la premiaron nombrándola jefa del FMI y es la que semana si, semana también, declara públicamente que Europa necesita bajar los sueldos, recortar servicios, adelgazar el estado y trabajar más. Ella cobra 35mil€ mensuales. Pero su frase contra el conocimiento y a favor del trabajo barato puede pronunciarla cualquiera de nuestros (i)responsables políticos de hoy del lado neoliberal (no solo están en el PP).  Con sus palabras dicen: calidad, apoyo, prioridad, formación. Con sus hechos perpetran abandono y una decidida apuesta por la venenosa filosofía que destilan las palabras de Lagarde.
La última reforma educativa, los recortes de las políticas que aseguran cierta igualdad en el acceso a la educación y las nuevas políticas laborales tienen un solo objetivo: cambio de modelo supuestamente productivo al servicio del mercado. Solo que el mercado es un estrepitoso fracaso y deja muchas víctimas en el camino.
Un problema de modelo que es, de fondo, un asunto ideológico. ¿Cuál es el valor social del conocimiento? No tiene una respuesta fácil porque no servirá si las palabras no incluyen voluntad política y dinero suficiente.
El acto intelectual tiene poco prestigio. Si preguntamos por los hacedores de la cultura y la cultura misma, a la mayoría le salen poco más que el nombre de actores que ven en tv o de un escritor televisivo que es entrevistado por razones no literarias. Y eso es porque no se valora el conocimiento. Hay excepciones: la investigación médica, la búsqueda de vacunas y la ciencia espacial, pero no reflejan un verdadero sentir social por el saber. Y los presupuestos públicos de esos tres ejemplos de excepción hoy han sido suprimidos o reducidos a su mínima expresión. Y las aportaciones privadas en España son para intereses privados porque nadie entiende que uno deba aportar a la comunidad sin esperar nada más que beneficios en la comunidad. El nosotros que maximiza el yo contraviniendo el axioma de Adam Smith. Hace unas semanas, una directiva “modélica moderna y joven”, alabada por el propio FMI, dijo en ZGZ ante un foro de innovación que a ella le gustaban “los ingenieros porque el conocimiento ya está en google”. ¿Les parece suficiente ejemplo?
¿De qué otro modo se entiende sino, el lamentable estado de la Universidad de Zaragoza, sus maltrechos edificios, su subida de tasas, su deuda, su parón en la investigación….? Las preguntas de nuevo son: qué universidad, para qué, para quién, cuánto y cómo. La Universidad es, a pesar de todo, la cuna de nuestro conocimiento público. El lugar al que las instituciones, las empresas, los partidos, las Cortes, los periodistas, deben acudir en busca del saber. Un tanque de pensamiento, ciencia e investigación públicos y universales al que dotar de recursos materiales y en el que asegurar calidad. No lo hacemos. ¿Por qué? ¿Un asunto ideológico?
* Publicado el 13.14.14 en El Periódico de Aragón
Foto: Universidad Politécnica de Madrid