Los mercados no tienen derecho a voto
y, sin embargo, son quienes definen las políticas que la elite ha asumido y nos
impone con una dulzura derivada de la aceptación colectiva de que las cosas son
como son. Sin embargo, las cosas son como queramos que sean. Eso es madurez.
Somos individuos maduros que deben reclamar su derecho a tomar decisiones más
allá del voto tras el cual, cada vez se respeta menos la voluntad del votante
víctima otra vez de la necesidad de los mercados, la actitud de quien detenta
el poder y la tramposa política de la vieja escuela asentada en la élite. ¿De dónde
salió la decisión de Zapatero y Rajoy de inventarse, nocturna y
secretamente, el artículo 135 de la Constitución sobre el déficit? ¿De dónde el
reparto del poder en la comisión Europea ajena al resultado electoral del 25M y
la proclama de Merkel asentida por
los dos grupos mayoritarios de que tomaría las decisiones necesarias sin
atender al reparto del Parlamento que sigue sin decidir nada importante? ¿De
dónde la negativa y el miedo a que tras la abdicación de Juan Carlos no se nos consideren una sociedad madura y con derecho
a decidir la forma de gobierno y el modelo de estado, e incluso se silencie el
debate republicano suscitado? ¿Por qué se recurre a las mentiras para negar
esta posibilidad? ¿Por qué “ellos” son la elite que sabe y nosotros no? ¿No son
eso violaciones obvias de la Constitución y la Carta Social Europea, para dejar
su esencia en un formalismo de apariencia democrática cuando las decisiones
vienen impuestas por el poder financiero? ¿En qué momento hemos olvidado que el
gobierno no es equivalente al poder y que a este no lo elegimos? ¿Por qué la
Constitución es inviolable para poder opinar sobre el régimen y la política económica
neoliberal y es un desbarajuste absoluto en los artículos que hablan del
derecho al trabajo digno (frente al desempleo y a la precariedad de subsistencia)
y a la vivienda, y de igualdad ante la ley, violados sistemáticamente por
razones políticas y por haber asumido una desigualdad económica que diluye tus
teóricos derechos porque no puedes pagártelos? Es así desde el acceso al
juzgado con tasas impagables para pobres, hasta el coste universitario, los
recortes de salud o los dramas de desahucios. ¿Qué es eso de la generación
mejor preparada, la que viaja, habla idiomas, piensa, inventa, evoluciona, pero
emigra por necesidad y no puede generar sus propias formas de participación
política? ¿Por qué hemos confundido el derecho (inviolable y nuestro) con el
permiso (que nos han de conceder otros sin merma de su poder y a su
conveniencia)? ¿Por qué aceptamos la confusión de autónomo con subcontratado
asumiendo todas las obligaciones jurídicas y fiscales y renunciado a todos los
derechos?
Sobre la democracia, Montesquieu y Rousseau
disienten en un aspecto esencial: el primero habla de separación de poderes y
sufragio; el segundo suma además la participación directa y el reparto porque
la democracia no es posible “si unos pocos tienen demasiado y muchos carecen de
todo”. Cuestión de modelo.
Ha llegado el momento de crecer y de
no dar por sentados los axiomas que dibujaron la llamada transición, y de dar a
la democracia y a la política un sentido más amplio y noble que el conocido. Lo
somos, somos maduros para decidir.
*Publicada el 08.06.14 en El Periódico e Aragón.
**Imagen extraída de attaccmadrid.org