Somos un país con el IVA más caro de
la UE y con una de las menores recaudaciones por la asfixia del consumo y el
fraude según el Observatorio Europeo de Política Fiscal, con el 90% de la caja
pública aportada por las rentas del trabajo y con la tasa de paro más alta de
la UE tras Grecia: 25´1% según Eurostat.
Aunque aquí gusta maquillar las cifras para mejorar un pelín el resultado, los
datos de empleo que muestran “la mejoría” no son los de filiación a la
Seguridad Social, si no los del Servicio Público de Empleo que no contempla los
parados reales.
Se puede percibir como son consumo,
hambre o desesperanza. Pero hay datos:
De las 98.836 personas inscritas en el paro en Aragón, 28.530 cobran el
desempleo, 20.951 el subsidio y 4.785 el IAI. 45.000 personas no cobran nada. No están cotizando a su pensión de
jubilación para la que no habrán cumplido los años mínimos que les de derecho a
percibirla. Como el 53% de las personas con menos de 30 años que nunca ha
trabajado. Supimos en primavera que la mitad de los contratos firmados este año
no duraban más de tres meses y que el 17% no pasaba de la semana. Grandes datos
extraídos del propio Banco de España.
Somos también un país en el que hay
gente superviviendo con sueldos de 800€ (y de cero) a la que en mayo le
contaban que ésta era la buena dirección y que había que azular más Europa para
azular más España, y que acepta que Jean
Claude Juncker, corresponsable del desastre, elegido presidente de la
Comisión Europea a pesar de que no iba en ninguna lista electoral, cobra
360.000€ brutos al año más otros 1418 mensuales para “gastos de representación”
según la propia UE. “Demagogia” -oímos gritar a sus señorías azules y a sus
entrenados colaboradores- “estamos creando empleo”. Pero es fácil vociferar
sobre la fe propia y la miseria ajena. Los empleos “creados” y la “mejoría” en
la que mucha gente necesita creer para resistir cada mañana no son reales. El
porcentaje de contratos indefinidos en España es del 7%, los únicos empleos que
han aumentado son a jornada parcial: verano, turismo y rebajas, y de los 48.280
contratos firmados en el mes de junio en Aragón, 45.121 son temporales y 3.169
indefinidos.
Sí, los datos marean. Atontan. Y
estamos acostumbrándonos a un discurso oficial glorificador que esconde su
verdadero objetivo y modelo social. Las cifras pueden ser retorcidas y vueltas
a retorcer hasta que apoyen durante al menos un segundo televisivo la verdad
oficial que debe ser proclamada. Luego, abajo, en la calle, en el piso por
pagar y la luz apagada y los niños de una comida al día, la percepción es otra.
Mientras tanto, el cuento del IRPF
descontado en nómina (si tienes una) que vaciará más las arcas públicas y te
dejará 150 euros más en la cuenta pero te costará 600 euros más todo lo demás,
incluida la cifra de varios dígitos que puede costarte la vuelta al cole a la
vez que ves llegar el otoño y terminar tu gran contrato precario. Ah!, aquellos
años en los que gozamos de no haber caído en el mileurismo que ahora celebraríamos
como un triunfo.
“¿Se trata de trabajar, no?” preguntan.
No. Se trata de vivir con dignidad y para eso se trabaja, preferiblemente, en
algo que te haga sentir bien. El objetivo es tener con qué vivir, trabajar es
el medio si tiene las mínimas condiciones, si no, es algo parecido al
esclavismo consentido y a una ficción de bienestar que solo llega en versión
televisada. Temporalidad y precariedad son marcas de moda.
*Publicado en El Periódico de Aragón el 06.07.14Foto: CNT-Spanair