lunes, 29 de septiembre de 2014

Un mundo (emocionante) construido *

* Notas para las Jornadas sobre Demandas de Identidades (Identidades Europeas) organizadas
por la Revista Crisis y el grupo Riff Raff de la Universidad de ZGZ.
 Foto: Teo Félix
 
Hay una cosa para mi muy importante en la vida, en la comunicación y en la discusión política que son los aspectos emocionales. Lo que no emociona interesa menos. Y si no se es capaz de enfrentar las emociones humanas, resulta mucho mas difícil la comprensión mutua y de eso que podríamos llamar el otro.
En virtud de estas emociones, que rigen el comportamiento de los individuos humanos mucho mas que la razón, se han constituido las identidades de lo que llamamos naciones o comunidades humanas. Apelando a mitos, necesidades y desconocimiento, y también a costumbres, manías y lugares, se han construido identidades que hoy parecen casi invencibles. Y apelando a construcciones culturales vinculadas al poder, al consumo, a la dominación e incluso a la ignorancia que te hace seguir una moda de origen desconocido o a una corriente que te hace sentir más seguro y cómodo, se construyen hoy identidades inapelables que llamamos “de toda la vida”. Suele conservarse el hecho que, supuestamente, nos une e identifica, pero interesadamente, nunca se recuerda el motivo que lo generó. Ni quien lo generó. Esta es una desgracia muy común en los medios de comunicación masivos y la narrativa banal de la historia.
Nos alimentamos de emociones. No es verdad que siempre pensemos conscientemente y que, si nos dan los hechos, llegaremos a conclusiones lógicas. No. Buscamos noticias, opiniones y análisis afines a nuestro modo de pensar y de sentir. Y luego, en palabras de Josep Fontana: la mente opera hacia atrás llenando, o inventando, hechos de acuerdo con este trasfondo interior". Y además, añado yo, no es fácil ni habitual diferenciar entre saber, pensar y creer. Usamos fatal estos verbos identificado como sinónimos cuando casi siempre son antagónicos.
Las identidades son generalizaciones evolutivas y en evolución. Los expertos lo llaman enculturación: proceso por el cual los sujetos adquirimos inconscientemente los usos de la sociedad en la que vivimos y que hace muy difícil y muy costoso derribarlos.
La otra cosa que genera identidad es la experiencia personal ligada a como la percibimos emocionalmente. No pienso que pueda deslindarse ninguna identidad colectiva de la situación de clase o económica, a no ser como construcción interesadamente impuesta: ser antes catalán que obrero, o español que pobre, o culpar a una estructura superior y ajena de la situación que se sufre y, entonces, generar una identidad en contra de algo que podemos llamar identidad de autodefensa.
En el año 2000 Vaclav Havel, teorizando a medio camino entre su posición de intelectual y de político escribió: “A mi modo de ver, el conjunto básico de valores europeos formado por la historia espiritual y política del continente está claro. Consiste en respetar las libertades únicas del ser humano y de la humanidad, sus derechos y su dignidad; el principio de solidaridad; el Estado de derecho y la igualdad ante la ley; la protección de las minorías; las instituciones democráticas; la separación entre los poderes; el pluralismo político, el respeto de la propiedad y de la empresa privadas; una economía de mercado, y la promoción de la sociedad civil.” Más allá de la contradicción que yo veo en incluir en la lista básica la economía de mercado y olvidarse del derecho de ciudadanía y los derechos medioambientales, me surgía una pregunta esencial que es: ¿eso es realmente una identidad europea? ¿O es la que él sueña pensando en los últimos 70 años de la historia? ¿Lo dice por Polonia, Rusia, Ucrania? ¿Lo dice por las políticas del BCE?  Seguramente es un intento de construir una identidad europea que renuncia a la búsqueda de elementos culturales comunes que puedan emocionar a los europeos y europeas. Simplemente es una enumeración de conceptos políticos básicos que podrían darse en cualquier parte del mundo algún día, sin por eso ayudar a un sentimiento de pertenencia y a un sueño compartido. Si es eso lo que buscamos.
La definición de una identidad entonces, surge también de la creación impuesta, apelando a esas mismas emociones, por parte de intereses materiales o políticos superiores. Un día Europa fue el objetivo al que imitar y de donde venía el dinero y la vida moderna. Hoy es de donde vienen la llamada crisis y los recortes.
La definición de una identidad depende además del punto de vista de quien habla. Y el punto de vista suele ser una reducción de la perspectiva. Por ejemplo: para mi primo de Huesca soy un zaragozano; para mi cuñada de Calafell soy un maño; para mi amigo de Malmö, en Suecia, soy un español; en viaje por África soy un europeo o un blanco. Incluso para algunos rancios, soy un gay. Nada de eso es mentira, pero tampoco nada se aproxima a toda la verdad. De hecho, por gay y cuarentañero, soy en gran medida lo que como muchas otras personas lgtb o queer de mi edad, hemos hecho de nosotros mismos en un mundo autoconstruido ante la falta visible de referentes culturales, emocionales y personales, y donde la escuela, la familia, la calle y el ámbito cercano estaba en nuestra contra o nos dejaba fuera de toda norma. Uso este ejemplo porque en la construcción de las identidades personales, nacionales o europeas y en sus narrativas simbólicas puede que resida el secreto para la convivencia y el reconocimiento del otro. No en cómo nos autoconstruimos sino por qué lo hacemos. Por qué se necesita autoconstruirse o para qué. O quién  y por qué nos construye.
Pienso que hay tantas identidades de los europeos y las europeas como europeos y europeas hay. Y tantas como días vivan estos europeos y europeas porque varían en función de los acontecimientos, las necesidades y las emociones que pasan o se generan en su vida. Si una identidad es una creación intelectual y cultural, todavía hemos de desarrollar una como modo político de trascender conflictos y crear un proyecto para el continente. Y para mí, no tiene nada que ver con este terrible modelo de UE que los dueños de las cosas y el mercado han creado.
La cultura de paz enseña cómo definirnos a nosotros mismos en solo cuatro palabras y resulta una maravillosa filosofía vital: la voluntad de vivir juntos. Ese podría ser el punto de partida para generar una identidad europea capaz de ser asumida porque habría sido construida horizontalmente entre todos y todas, por encima de las identidades nacionales o locales, suma de las identidades mediterráneas, nórdicas, balcánicas o germanas. Para eso hay que superar los intereses personales y económicos de los dueños de las cosas y hacer que prevalezcan los humanos. Y evitar reducir cualquier cuestión humana a una pregunta binaria porque es injusto y manipulador. Tengo la convicción de que hace tiempo que no estamos construyendo nada en Europa. Nos lo están construyendo. No nosotros ni nosotras. Y cualquier decisión en cuyo debate no hayamos participado jamás podrá ser asumida como propia.
Esta cultura de paz hemos de crearla primero des-aprendiendo la cultura de violencia. Eso puede forjar cualquier tipo de identidad nueva compatible con cualquier otra en el espacio y en el tiempo. En el cronotopo que se dice cuando se escribe el guión de una historia.
Y ante la sospecha de pueda parecer utópico, que lo soy, me gusta recordar que a estas mismas ansias han dedicado su vida grandes europeos europeístas como Stefan Zweig, Bakunin, Ortega o Erasmo de Rotterdam. Esa es también parte de mi identidad porque yo lo he decidido así. Cualquier otra identidad que venga impuesta será combatida.    

domingo, 28 de septiembre de 2014

El lindano o la vida*

Foto: Ángel de Castro para El Periódico de Aragón
No hemos aprendido. Hemos ido de la ofensa a la indiferencia. Entre 1975 y 1989 Industrias Químicas del Noroeste (Inquinosa) fabricó en Sabiñánigo lindano para usar como pesticida, hoy prohibido en todo el mundo por su extremada toxicidad. 200.000 tn de estos residuos fueron vertidas sin autorización en dos vertederos. Los ecologistas aragoneses estaban en acción contra este horror desde varios años antes y en el juzgado desde 1987. La Audiencia de Huesca condenó en 1994 a su director, Jesús Herboso, solo a dos meses de cárcel y un millón de ptas de multa y el director de la planta, José Manuel Cuartero, fue absuelto. La planta se cerró y Herboso trasladó la producción a Rumanía. Luego vendió la mitad de InquinosaInternational por dos millones de dólares a JLM, radicada en Tampa, Florida, EEUU, de la que la Agencia de Protección Ambiental de ese país tiene un archivo de delitos ecológicos como para alicatar el baño. Se siguen riendo.
En 2003, Inquinosa fue de nuevo condenada a pagar 6,5 millones de € tras una demanda civil interpuesta por el Gobierno de Aragón en 1996. Pero nadie ha pagado nunca. Solo dinero público.
El caso ha sido llevado al Congreso y a la UE por Izquierda Unida y a la Fiscalía por CHA. Miles de toneladas de mierda tóxica siguen en el almacén abandonado, los acuíferos, y la tierra del Gállego, y podrían contaminar toda la reserva hídrica de Aragón durante años. Y los técnicos, cuyo informe se hizo público a través de la revista Environmental Science and Polution Research, poseen escasísimos recursos. El Plan Integral que debía limpiar la zona lleva décadas de retraso y no tiene presupuesto.   
Cuando comenzó la lucha ecologista, la decisión política más firme fue desprestigiar al mensajero y acusarle de querer condenar a la comarca al paro. Hoy les debemos mucho. Han cambiado las normativas pero el grado de conciencia de la población según el CSIC es creciente pero muy escaso y ha sufrido un parón con la crisis: no hemos generado ninguna nueva cultura ambiental. En muchos sentidos, el medio ambiente sigue siendo cosa de fin de semana y de cola decorativa en la legislación, le han dado la cartera europea a un petrolero amante del fracking y en la semana de lucha contra el cambio climático seguimos negando sus efectos, enviando a las renovables a la semiclandestinidad y negándonos a buscar un nuevo modelo productivo compatible con el medio. Ni los hábitos, ni la normativa ni la sucia política energética de nuestro país están a la altura y seguimos siendo fans de los pesticidas. No tenemos ministerio ni consejería específica porque el medio ambiente es un asunto de tercera en los gobiernos de España y Aragón. Es de la comida, el agua, el aire y la salud de lo que hablamos pero sigue siendo cosa de radicales.
Mientras, el consejero de Agricultura y Medio Ambiente, Modesto Lobón, desbarra diciendo que “no es preocupante”. Y no veo yo la lógica escandalera ciudadana porque la población global tampoco ve aún que estemos ante un reto global que necesita implicación personal.
 
*Publicado en El Periódico de Aragón el 28.09.14

viernes, 5 de septiembre de 2014

Mejores o Privilegiados*

España tiene 82 universidades en cientos de campus pero no son realmente ni gratuitas ni universales. Y no tiene ni se le espera un sistema de becas estatal y local que es lo que puede emancipar y formar a mucha gente. A no ser que lo que se quiera es que la gente no vaya a la Universidad y ésta se reserve a los hidalgos (vieja acepción castellana de “hijos de algo-alguien”).
En la Universidad de ZGZ las matrículas se han reducido en 650 en los dos últimos cursos hasta las 30.000. Un día sobrepasaron las 45.000. Tasas más altas, mayor pobreza y menos becas se lo ponen difícil a mucha gente. Hay que sumar a quienes abandonan a medio camino por no poder pagar. Y a quienes no llegarán nunca porque las trabas de clase social y situación económica las han sufrido ya en la escuela primaria y secundaria, y en el ambiente de miseria recién creado para sus padres o madres.
La Universidad ha de cambiar su funcionamiento interno, viejos y perjudiciales vicios, cuota de caspa interna y su concepto de selección y méritos. Pero son muchísimas más sus virtudes. Incluso puede presumir de intentar una nueva gestión. Sin embargo, es causa y consecuencia de una deriva social de selección de clase. Los decretos Wert no cuestionan la estructura interna de la universidad ni sus partes caducas, sino el concepto mismo de universidad pública. Los ingleses, (clasistas entre los clasistas), lo llaman “closed shop at the top” y acaban de “descubrir” en un informe publicado el 28 de agosto y encargado por su gobierno que la inmensa mayoría de los puestos en política, comunicación, judicatura, economía… están “reservados a la élite”. Lo que todo el mundo ya sabía, por otra parte. Élite de origen y de educación privilegiada donde se forja la experiencia, la educación, los contactos y las prebendas frente a un sistema público desmantelado desde el thacherismo. Este es el reconocido modelo de Wert para la Universidad española. No son los mejores, son los privilegiados.
España, según el Observatorio de Estudios Universitarios, está entre los seis países europeos con las universidades más caras y con menos ayudas. Un gobierno de recortes permanentes, aumento de la pobreza, expulsión de los hijos e hijas de los más pobres de sus aulas y una reforma que dejará en básica la formación impartida para hacer necesaria por ley la titulación de masters de pago impagables, mina la Universidad. Los gobiernos responsables deben sostenerla, mejorarla y universalizarla. Y lo único que deben endurecer es la medición del impacto público de sus procesos de investigación y las exigencias de sus resultados universales y formativos después de mejorar su dotación. La excelencia se logra con el tiempo después de sembrar una amplia cuna de oportunidades iguales para todos y todas y buscar el genio entre la mayoría educada y con opciones.
Estamos definiendo un medio educativo clasificador para un modelo social clasificado: élites y masa, amos y gobernados. De eso también resulta el presente y el futuro de un país que creyó que todos éramos de clase media y nunca fue verdad.

*Publicado en El Periódico de Aragón el 6.09.14