España tiene
82 universidades en cientos de campus pero no son realmente ni gratuitas ni
universales. Y no tiene ni se le espera un sistema de becas estatal y local que
es lo que puede emancipar y formar a mucha gente. A no ser que lo que se quiera
es que la gente no vaya a la Universidad y ésta se reserve a los hidalgos (vieja
acepción castellana de “hijos de algo-alguien”).
En la
Universidad de ZGZ las matrículas se han reducido en 650 en los dos últimos
cursos hasta las 30.000. Un día sobrepasaron las 45.000. Tasas más altas,
mayor pobreza y menos becas se lo ponen difícil a mucha gente. Hay que sumar a
quienes abandonan a medio camino por no poder pagar. Y a quienes no llegarán
nunca porque las trabas de clase social y situación económica las han sufrido
ya en la escuela primaria y secundaria, y en el ambiente de miseria recién creado
para sus padres o madres.
La Universidad
ha de cambiar su funcionamiento interno, viejos y perjudiciales vicios, cuota
de caspa interna y su concepto de selección y méritos. Pero son muchísimas más
sus virtudes. Incluso puede presumir de intentar una nueva gestión. Sin
embargo, es causa y consecuencia de una deriva social de selección de clase. Los
decretos Wert no cuestionan la
estructura interna de la universidad ni sus partes caducas, sino el concepto mismo
de universidad pública. Los ingleses, (clasistas entre los clasistas), lo llaman
“closed shop at the top” y acaban de “descubrir” en un informe publicado el 28
de agosto y encargado por su gobierno que la inmensa mayoría de los puestos en
política, comunicación, judicatura, economía… están “reservados a la élite”. Lo
que todo el mundo ya sabía, por otra parte. Élite de origen y de educación
privilegiada donde se forja la experiencia, la educación, los contactos y las
prebendas frente a un sistema público desmantelado desde el thacherismo. Este es
el reconocido modelo de Wert para la Universidad española. No son los mejores,
son los privilegiados.
España, según el Observatorio de Estudios Universitarios, está
entre los seis países europeos con las universidades más caras y con menos
ayudas. Un gobierno
de recortes permanentes, aumento de la pobreza, expulsión de los hijos e hijas
de los más pobres de sus aulas y una reforma que dejará en básica la formación
impartida para hacer necesaria por ley la titulación de masters de pago impagables,
mina la Universidad. Los gobiernos responsables deben sostenerla, mejorarla y universalizarla.
Y lo único que deben endurecer es la medición del impacto público de sus
procesos de investigación y las exigencias de sus resultados universales y
formativos después de mejorar su dotación. La excelencia se logra con el tiempo
después de sembrar una amplia cuna de oportunidades iguales para todos y todas
y buscar el genio entre la mayoría educada y con opciones.
Estamos definiendo un medio educativo clasificador para un
modelo social clasificado:
élites y masa, amos y gobernados. De eso también resulta el presente y el futuro
de un país que creyó que todos éramos de clase media y nunca fue verdad.
*Publicado en El Periódico de Aragón el 6.09.14