domingo, 26 de octubre de 2014

Consecuencias*

Hay consecuencias que se visibilizan de modo inmediato y otras que no. A éstas últimas el tiempo para verlas las ha recrudecido y aumentado de un modo que no mide una estadística. Porque las estadísticas no te hacen sentir el vacio en el estómago, el cuarto de estar sin luz ni los apuros en el mercadillo. Mientras las mentiras oficiales alardean del fin de la crisis y la salida del agujero, el agujero se hace más negro, más frio y más profundo para millones de personas. Millones, no miles. Aunque sería igual de terrible si solo fueran cientos.
Tras años en paro o si no has tenido un empleo más o menos decente antes de los 35, tu cotización para la jubilación será ridícula o no será. Si no puedes plantearte una vivienda antes de los 40, tu hipoteca (de lograrla) durará más que tu vida laboral o pasará a tu descendencia. Si tus ingresos siguen reduciéndose, empieza a desaparecer la ropa nueva, la calefacción y los zapatos para el cole. Inexorablemente y más rápido de lo que parece. Si te apañabas con tu pensión, ahora es miseria cuando asumes la vuelta a casa de tus hijos en paro. Si no desayunas antes de clase, si no puedes plantearte la universidad, si hace tiempo que solo comes pasta y patatas, tus perspectivas de futuro son muy parecidas a una condena. Y no hay vuelta a atrás. Ese el es verdadero debate sobre recortes sociales y sistemas públicos igualitarios e igualadores. Ese es el resultado de preferir rescatar bancos, autopistas y grandes negocios privados con dinero público sustraído a las víctimas. Un pobre deja de percibir verdadera política social pero nunca deja de aportar a la caja pública en forma de IVA, aumentado por igual en el consumo banal que en las cosas necesarias.
La tasa de paro en Aragón es del 20%, el 46% de las personas en paro ya no ingresan ningún tipo de ayuda, el 10% de las cosas de Zaragoza ya no tienen luz y la pobreza infantil en Aragón alcanza el 27%. Esos son los datos archiconocidos, luego está la experiencia cotidiana de la mayoría empobrecida.
Llego a sentir asco ante quienes exigen movilidad para trabajar, acusan a los parados de no servir o de no querer moverse, culpabilizan a las víctimas por su actitud antes que a los responsables del desastre por la suya, cuestionan las ayudas a la dependencia, y confunden la supuesta  igualdad de oportunidades con la real igualdad de condiciones. Si se genera desigualdad lo que se recoge es miseria. La llamada a emprender y convertirse en clase media esconde la realidad de ser jurídicamente un autónomo pero laboralmente un precario. Y olvida que necesitamos para vivir a un cajero, una limpiadora hospitalaria, una investigadora, un agricultor o conductor pero no necesitamos a otros muchos situados por encima en la escala social.
Pero claro, cómo saber del precariado, de la pobreza, de los 700€ de sueldo para cuatro bocas, del invierno sin calefacción y las noches sin cena, de ser pobre por no tener trabajo y de ser pobre aún teniéndolo, y del coste de los estudios universitarios que, simplemente, no puedes asumir, si vives acomodado en la élite, sentado en tu poltrona y oteando desde el privilegio. Cómo imaginar la realidad de una vida que no has vivido ni te importa y medir las terribles consecuencias de una política si eso es, precisamente, lo que buscan los privilegiados que gobiernan.
*Publicado en El Periódico de Aragón el 26.10.14

domingo, 12 de octubre de 2014

Performance*

La política tiene mucho de performance. Se celebra el momento mediático y se olvida el contexto. No se relaciona el hoy con el ayer y, mucho menos aún, con el antes de ayer. El espectáculo derrota a la reflexión.
En esa banalización de las cosas hay un germen de analfabetismo social. Puede parecer una práctica natural pero es premeditada, una forma de negar causas y consecuencias y de ver el mundo entre ahora y el siguiente ahora. Y sin transparencia en casi toda decisión política y en la gestión de los problemas, y con el secretismo de la vieja política de salón entre los elegidos, que solo enviarán a los “electores” la dosis necesaria de show, troceadas verdades y enormes mentiras. Transparencia es una señora a la que todo el mundo cita pero que nadie invita a comer. Y si lo hace, le pone veneno en la sopa. Una performance.
Nadie contó nunca en el desastre del Lindano toda la verdad sobre el proceso, negación ministerial a seguir aportando dinero, olvido del Plan Integral desde 1991 jamás puesto en marcha, sus costes ambientales y sociales y el verdadero estado de las cosas en un lamentable circo con enfrentamiento entre instituciones responsables del desaguisado. Vean al PSOE estupefacto y dolorido por el cierre de caja contable de Rudi tres meses antes de lo debido para fingir que les cuadran los números que en diciembre seguirán desencajados, aunque Marcelino Iglesias lo hiciera antes. Vean como no superar el objetivo del déficit era esencial en el Edificio Pignatelli de la fría y dura presidenta y luego no, y ahora sí, y luego todo sigue igual en la yenka de la política sin proyecto diferencial. Vean a Rudi entusiasmada con el llamado modelo alemán para construir carreteras que escandalizaba a su partido cuando Zapatero lo aplicaba. Vean al PSOE exhibir su orgullo por sus primarias (cuando CHA y Equo se les adelantaron algunos años) pero recurriendo al aparato para convertirlas en desvergonzada ficción (donde tampoco han sido los primeros).
Vean a Ana Mato exhibir su inconsistencia en la gestión del contagio de ébola cuando en 2009 clamó por la dimisión de la ministra Chacón en la mala gestión de la gripe A en términos intercambiables por ambas, e improvisando lo que es incapaz de prever en términos científicos. Vean a los partidos implicados en las tarjetas opacas de Bankia toser con disimulada afección cuando sabemos que sabían, al menos desde 2007, con la bendición de la Comunidad de Madrid, y cuyos usuarios lo eran en pago de servicios e intercambios de favores. Vean como la Universidad de Zaragoza “debe demostrar su eficacia y rentabilidad social” para que el gobierno cumpla con su obligación de financiarla, pero le soltamos a la banca privada desahuciadora un regalito de dinero público equivalente a nuestro PIB tras demostrar su inutilidad y su usura.
Escribe Jordi Borja en su magnífico La ciudad Conquistada (Alianza, 2003) que “el ciudadano lo es en tanto que ejerce activamente, asume la dignidad de considerarse igual a otros y toma responsabilidades”. Somos el público pasmado de una deleznable performance. A ver si pasamos ya a actores protagonistas y autores del guión.
*Publicada en El Periódico de Aragón el 12/10/14