Las teles y la élite dicen una cosa;
la realidad dice otra. La realidad, más allá de que a veces queremos mimetizar
el discurso oficial para dejar de ver el horror, es una nevera vacía y un
radiador apagado, una manta gruesa sobre el sofá y acostarse lo más pronto
posible para que sea la ropa de cama, un poco percutida y rozada, la que aporte
el calor que no sale del radiador o la estufa porque están apagados. Y están
apagados porque encenderlos implica un recibo y el recibo un gasto y el gasto
disponer de dinero. Y eso no existe.
La energía es hoy un saqueo de décadas
que en los últimos años ha conocido límites inimaginados. Nos contaron que era
imprescindible y urgente una reforma energética para poner al día al país y el
servicio porque había un déficit tarifario insoportable. Lo que no nos dijeron
es que se referían al país sin gente dentro, o a los dueños del país que no
somos sus habitantes, porque la reforma consistió en poner en las manos del
gran lobby energético, tan bien avenido con sus señorías azules y rosadas, todo
el poder de decisión.
En ese rápido y espeluznante proceso
se ha destruido casi cualquier posibilidad de uso de energías renovables, de
autogeneración y de autoconsumo que permite un clima como el nuestro y que en
otros países de la UE es una posibilidad cotidiana pese a sus brumas. Las principales empresas energéticas, Endesa, Iberdrola y Gas Natural Fenosa,
agrupadas en el lobby Unesa, controlan todas las fases del
sistema eléctrico y regulan de hecho los precios sobre la energía que vuelven a
subir un 11% y se colocarán en un 60% más respecto a 2007, se consuma o no,
aunque los salarios (que quedan) han bajado un 9% de media según el INE y han
aparecido millones de sueldos por debajo de los 800€ mensuales. Y ni les
podemos votar ni “desvotar” aunque sean quienes toman las decisiones. Sólo Endesa reparte
este año entre sus accionistas 14.605 millones de €, récord en la historia de
la Bolsa española. Mientras, Caritas y otras oenegés han dedicado a ayudar a
los pobres energéticos más del doble de dinero de la propia DGA y su dañina
obsesión por el déficit que han generado algunos y pagamos todos y que ha
dejado a 8500 hogares aragoneses en la pobreza energética y dificultado la
supervivencia de cientos de pymes.
Y sí, está muy
bien que el Ayuntamiento de Zaragoza desarrolle políticas que asuman el coste e
impidan que a la gente se le corte la luz o implante bonos sociales (lo que
hasta ayer la DGA consideraba imposible y erróneo). Pero es que necesitamos actuar
sobre el origen del problema: las eléctricas y el gobierno jugando al Monopoly (gran nombre para el juego) más
devastador. Es una
cuestión de modelo depredador, el mismo que bancariza las cajas y las exime de
todo control (pongamos que hablo de la CAI), o que entroniza a Juncker al frente de la UE (candidato
azul también en España, cariñoso con Cañete
en sus trapacerías) tras veinte años beneficiando secretamente grandes empresas
y contra el que se alertó en la campaña europea desde la izquierda roja sin que
nadie hiciera caso. Un modelo que no nos deja preguntarnos ¿si los ríos, el
agua, el sol, el viento, el carbón que queda, son recursos públicos, por qué no
es pública la energía que generan?
*Publicado en El Periódico de Aragón el 9.11.14