Las calles, y no los viales, son los
espacios básicos de relación que hacen la ciudad. Para que cumplan con esa
función es imprescindible la existencia de un tejido comercial que haga
dinámico el espacio público pensado para todos y todas.
Cuando esto no ocurre, y se rompe la
lógica relación entre el diseño y la realidad cotidiana, es la realidad la que
impone sus condiciones. En Zaragoza, hemos visto eso en el impresentable
desarrollo de un barrio residencial periférico para negocio de los
constructores y abandonado ahora con sus habitantes dentro, la falta de
servicios, el encarecimiento de los pocos que tienen y la creación de una
periferia difusa y separada del resto de la ciudad llamada ArcoSur, producto
del afán especulativo el urbanismo de intereses financieros. Idea de la
entonces alcaldesa Rudi, desarrollada
por el alcalde Belloch. Ninguno
además supo prever que sería de sus megaideas si la burbuja estallaba. Y
estalló. En la ciudad difusa quien paga es la ciudad y el sobrecoste ambiental.
Pero en materia de comercio, la palma
se la lleva la obsesión por los centros comerciales a modo de los mall estadounidenses (cuyo modelo urbano
y estilo de vida estaba a años luz de los nuestros) y los centros nórdicos en
climas extremos. Ideas como Puerto Venecia han desmantelado buena parte del
dañado comercio de proximidad que recibe atentados constantes por parte de la
administración en forma de IVA (el estado) y de planificación errónea (DGA y
Aytos). Los comerciantes pequeños y los sindicatos saben que cada empleo generado en estos
centros ha matado dos en las tiendas de barrio, que los salarios sujetos a
convenio de centro comercial son más bajos, los empleos mas precarios y
estacionales, con once festivos trabajados gratis al año, con impuestos menos
rentables a la ciudad y con un sobre coste urbano y ambiental impagable en
forma de CO2, contaminación, gasto energético, viales, nuevos servicios
públicos evitables y el desmantelamiento del comercio tradicional que puede ser
igual de atractivo y moderno y que hace ciudad mientras el complejo periférico
la deshace. Eso sin contar con las lamentables caravanas de coches rodeando
Torrero y La Paz en festivos y fin de semana bloqueando a sus residentes. Un
centro comercial que hundió otro planificado por otra administración, PLAZA,
como si pudieran hacer política a solas.
Incluso las grandes extensiones de
grandes marcas pueden ser planificadas de otro modo más sostenible pensando en
términos de ciudad global. Más aún en tiempos de comercio on line. Se calcula
que hoy el 30% de las compras se hacen por internet. En muchos casos, además estos centros viven un “capitalismo de
ficción” en palabras del sociólogo de la infra financiada Universidad de
Zaragoza David Pac, infinitos
paseantes que apenas compran pero que viven la ficción del consumo. Paseantes
que podrían serlo de zonas consolidadas y no fragmentarias con desplazamiento a
pie o transporte colectivo.
Ni campañas promocionales ni discursos
apoyan de verdad al comercio de proximidad que hace ciudad y barrio y ayuda a
construir calles activas y seguras. Se le apoya con planificación y apuestas
urbanas sostenibles. “No hay barrios autosuficientes ni introvertidos”, son
partes de un todo que o se ven en global o se cagan en periférico.
*Publicado el 7.12.14 en El Periódico de Aragón Foto: Ángel de Castro para El Periódico de Aragón