domingo, 21 de diciembre de 2014

Des / Igualdad*

 
No se trata de gastar o no gastar. Sino de a qué dedicar el dinero y de cómo aumentar el disponible y de definir un modelo social. El del gobierno gravita en torno a la desigualdad como elemento diferenciador. Las políticas sociales son aquellas que de modo eficiente transforman la vida de las personas que las disfrutan,  y modifican las condiciones en las que viven para desarrollar sus capacidades en términos de igualdad material y de derechos. Para emerger a todas y todos a unos mínimos dignos de bienestar material y cultural. La mera expresión de “gasto social” denota un tremendo fracaso en las políticas de caridad reducidas a mantener a un sector de la población abocado a la pobreza, apenas lejos del hambre.
 
Según la Organización Internacional del Trabajo la brecha que separa a los más ricos de los más pobres ha crecido un 50%. Y según la OCDE, es aquí donde han crecido más las desigualdades. Ser hoy de los de “menos recursos” es una situación miserable como consecuencia del nuevo modelo social, del dañino cinismo gubernamental y su discurso de salida de la crisis en datos macroeconómicos porque se sustenta en esa desigualdad.
Las consecuencias no medidas son que los cientos de niños y niñas que hoy comen poco y mal gracias a las ayudas de urgencia, los hogares que mal subsisten en redes familiares y vecinales y con los escasos ingresos de ayuda social, las personas paradas de larga duración de exiguos ingresos y sus hijos e hijas en edad escolar o con truncada vida universitaria, o las personas cuidadoras de otras dependientes sin ayudas, no terminarán sus problemas cuando esa situación cambie, si cambia. Arrastrarán efectos para muchos años por no cotizar en futuras pensiones, haber perdido oportunidades educativas y formativas, haber perdido la vivienda o haber logrado una, abandonos de salud que el gobierno se niega a reconocer que existan (tratamientos no cubiertos, dentista, gafas, alimentación inadecuada, opciones deportivas…), vivir sin apenas luz eléctrica por su precio en el país europeo de mayor beneficio de las eléctricas, o tener una vida de subsistencia que coarta casi todas tus posibilidades que una sociedad equilibrada debe asegurar. Muchos de los efectos de las políticas “sociales” aplicadas hoy son inalcanzables para sectores amplísimos de la sociedad porque dependen de porcentajes de cotización y aportación previos a los que nunca pudieron llegar.
Eso ocurre incluso teniendo empleo en un país que cuenta el 30% de sus contratos por debajo de los 645 euros mensuales. Sembrar desigualdad es definir la posición de las personas en función de su status socioeconómico y creer que la democracia es solo derecho a voto y a elegir un canal de TV, y reforzar los privilegios de las élites políticas y económicas, y las estructuras y el relato en que apoyan su dominio. Los derechos fundamentales lo son porque no se cuestionan: la universidad pública, la vivienda, la escuela, la salud (no solo la cobertura sanitaria) en términos de igualdad para vertebrar una sociedad madura. Y no se hacen depender de déficits, aumento de beneficios ni otros perversos argumentos de los dueños de las cosas para seguir separando la sociedad entre “sus” beneficios y “nuestra” utilidad. Eso es política urbanística de los ayuntamientos, económica de los gobiernos y educativa de las comunidades, por ejemplo.
Sí hay dinero. Preguntemos donde.
*Publicado en El Periódico de Aragón el21.12.14